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¿Dónde están las nuevas Irene Vallejo?

La escritora Irene Vallejo firma ejemplares de 'El infinito en un junco', un ensayo que ha vendido más de 300.000 ejemplares

Peio H. Riaño

16 de noviembre de 2021 22:32 h

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Acaban de cumplirse dos años desde la aparición del libro que revolucionó la popularidad de un género condenado a ser minoritario. El infinito en un junco (Siruela), de la autora Irene Vallejo, ha superado los 335.000 ejemplares vendidos solo en castellano y ha sido traducido a 33 lenguas “de momento”, indica su editora Ofelia Grande. “Irene ha inventado un género: el ensayo narrativo. Es una fórmula que llega a muchos más lectores, que tradicionalmente pensaban que el ensayo era contrario al entretenimiento. Un Premio Nacional de Ensayo que venda más de 2.500 ejemplares es un milagro y el sueño de cualquier editorial. Lo de Irene no se va a repetir... fácilmente”, vaticina la editora, que tiene su mayor éxito comercial en El mundo de Sofía (1991), del escritor noruego Jostein Gaarder, con 1,5 millones de ejemplares vendidos, seguido de Caperucita roja en Manhattan (1990), de Carmen Martín Gaite, con 600.000 en más de veinte años. Y luego, Irene y su junco, “que con los años llegará al millón de ejemplares”. Estos datos son los que llevan a la competencia a buscar su Irene Vallejo.

Los libros más vendidos de no ficción de Siruela los han escrito mujeres. El anterior éxito fue Imperiofobia, de Elvira Roca Barea, con 150.000 ejemplares. Acaba de publicar El tejido de la civilización, en la que la norteamericana Virginia Postrel traza una historia del mundo a través de los tejidos: en apenas dos semanas ha reimpreso tres veces. “Las autoras tienen una sensibilidad única para la no ficción narrativa. Los hombres son más académicos, no convierten sus investigaciones en una historia como ellas”, sostiene la editora. A la mesa de trabajo de Ofelia Grande llegan pocos manuscritos de no ficción, dice que uno de cada diez y de ellos casi hay paridad. En eso Siruela también es una excepción.

Según el estudio realizado por la asociación Clásicas y Modernas, con los títulos publicados en 2017 y 2018, un año antes de la aparición de El infinito en un junco, apenas el 20% de la producción ensayística estaba firmado por mujeres. “El liderazgo intelectual de las mujeres sigue minusvalorado”, concluyó el informe que advertía que solo con una proporción ensayística igualitaria “desterraremos la percepción androcéntrica de la autoridad intelectual”.

Cifras alarmantes

Pilar Pastor fue una de las responsables de este estudio, cuyos datos siguen vigentes. “No pensamos que las cifras iban a ser tan bajas”, indica. “A las mujeres no se les ha valorado por su pensamiento y su opiniones no han sido consideradas nunca. Por eso en 46 años de Premio Nacional de Ensayo solo se ha entregado a seis autoras. Por eso son tan importantes los datos porque a mayor falta de transparencia, mayor desigualdad”, dice Pastor.

La clave de las diferencias tan notables en las cifras de publicación en no ficción está en lo que Pastor define como “autoexclusión ante la desigualdad”: la falta de referentes provoca falta de vocación. En 2020, según los datos del ISBN, se publicaron en no ficción 13.672 títulos de autores y 6.185 de autoras. “Por eso Irene Vallejo ha sido un gran referente a seguir, porque le da valor al pensamiento de la mujer, a todas nos da valor. También Ana de Miguel (ha publicado este año Ética para Celia, en Ediciones B). Estamos exultantes por salir a la luz, porque así demostramos que somos capaces de colaborar en un mundo mejor”, asegura Pastor.

“No soy una excepción”, dice la propia Irene Vallejo a este periódico. Y cita a Marta Sanz, Edurne Portela, Marina Garcés, María Belmonte, Gabriela Wiener, Lina Meruane, Veronica Gerber y muchas más. “Creo que el cambio se está abriendo paso”, advierte. “El pensamiento es un terreno de influencia y poder y tradicionalmente ha sido un territorio más inaccesible para las mujeres. Durante mucho tiempo las mujeres quedaron fuera de los espacios donde se gestaban las ideas: cátedras, academias, vida política. El prestigio intelectual es quizá el último reducto, pero tengo la esperanza de que los espacios desde los que pensar nuestro tiempo se están ensanchando. Todavía hay que abrir caminos, pero siento que los prejuicios se están abriendo”, dice con más dosis de esperanza. También menciona la mayor atención a las voces de mujeres ensayistas como Joan Didion, Siri Hustvedt, Susan Orlean, Renata Adler, Valeria Luiselli.

Sin reconocimiento ni respaldo

En ese sentido coincide con Blanca Cambronero, editora de Capitán Swing, que observa cómo hoy el número de mujeres escribiendo no ficción ha aumentado. “Pero creo que las mujeres no han tenido ni espacio ni reconocimiento para animarse a crear más”, dice. Confirma que recibe más manuscritos de autores, en parte porque ellos tienen más seguridad por el respaldo. Las autoras no lo han tenido. Reconoce que en su catálogo hay menos autoras españolas pero quieren añadir cada vez más. La editora Blanca Rosa Roca, de Roca Editorial, no encuentra explicación pero apenas recibe manuscritos de no ficción de autoras españolas. “Apenas mandan, pero son las que más reimprimimos. En ficción recibo muchos más, incluso, que hombres”, comenta.

Blanca Cambronero encuentra en el funcionamiento viciado de la Academia el origen de la desigualdad. Irene Vallejo lo ha padecido. “He pagado un alto precio en precariedad e incertidumbre por dedicarme a los cuidados. La decisión de atender a mi padre, gravemente enfermo, y después a mi hijo, que nació con problemas, me impidió continuar con la carrera académica e investigadora en la Universidad. Es un problema muy extendido”, cuenta Vallejo. En un mundo tan competitivo, Irene decidió frenar para atender las necesidades de los demás y fue penalizada. Cree que no se debería castigar el compromiso con las personas, con la salud, con los más vulnerables. Explica que, teniendo un hijo con dificultades, no podría haber escrito El infinito en un junco sin la ayuda de su pareja.

El editor de Akal, Tomás Rodríguez, tiene otra cifra: dos de cada diez manuscritos que recibe son de autoras. “Hace años la proporción era todavía peor”. Dice que, además, hay espacios teóricos en los que las autoras son más habituales (feminismos) y otros en los que “toca ser proactivo en la búsqueda de textos y autoras”. ¿Por qué hay tanta desigualdad en el ensayo? “Desde luego no es por la calidad. Mi experiencia es tajante en ese sentido”, indica. Como el resto de editores cree que se debe a un problema de representación y visibilidad. “Hay mujeres en la Academia, pero no en rangos superiores, que son justamente los que tienen más visibilidad y lo que es más importante, más tiempo y disponibilidad para afrontar cualquier escritura. Ten en cuenta que no se premia la divulgación ni el ensayo, ni el formato libro”, dice Rodríguez

El editor habla de otra cuestión delicada: el privilegio del beneplácito. Cuenta que hay una mirada que hace que cuando llega un texto a una editorial de un autor desconocido se sea menos crítico y exigente con él de lo que se es con uno femenino. “Esa mirada está presente también cuando oyes la opinión de una contertulia o en debates en redes. Es una mirada que hace que sea más crítico y se den menos oportunidades con una voz femenina (que no una voz en femenino). Es un cierre preventivo. Muy parecido a lo que podría ser colonialismo cultural o un dominio de clase cultural”, señala Tomás Rodríguez. Por todo se muestra tajante cuando expone que el número de autoras visibles es muy inferior al de los hombres. “Mucho”, remarca. “Pudiera parecer que esto no es así y que en la cúspide de la visibilidad hay cierta paridad pero es un espejismo, un ardid”, zanja Rodríguez.

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