Elvira Sastre: “Nunca he escrito pensando en ayudar a alguien. Incluso los poemas sociales parten de algo de dentro”
Llenar auditorios a los dos lados del charco, casi una decena de libros publicados con diferentes editoriales de prestigio, artículos semanales, premios, decenas de miles de ejemplares circulando –algunos traducidos hasta en tres idiomas– y medio millón de followers. Podría ser el resultado de toda una carrera artística, pero solo hace siete otoños desde que Elvira Sastre (Segovia, 1992) publicó su primer poemario, Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo (Valparaíso).
En 2019 llegó a las librerías su primera novela, Días sin ti (Seix Barral) –premio Biblioteca Breve 2019–. Hoy, tras cuatro años, Sastre vuelve a publicar un poemario, Adiós al frío (Visor). Los versos de Elvira Sastre están trazados con nostalgia y olvido, amor y desamor, vértigo y calma. Según el poeta Benjamín Prado: “Adiós al frío es un paso adelante en su obra”.
¿Cómo ha sido volver a publicar poesía tras cuatro años sin hacerlo?
Siempre estoy escribiendo poemas, nunca he escrito para rellenar un libro, sino que de repente me doy cuenta de que todos los temas que tengo escritos tienen un sentido, tienen un concepto detrás y se pueden agrupar en un libro. Trabajo desde esa perspectiva. Nunca he sentido que he dejado de escribir.
¿Se siente más cómoda escribiendo poesía?
Sí, me siento más a gusto. Creo que en cada estilo de escritura, ya sea narrativa, ya sea poesía, ya sean artículos; cuento cosas que necesito, pero cosas distintas. Por ejemplo, durante la cuarentena, no podía escribir nada ni de narrativa ni de poesía ni nada, no me salía nada en el confinamiento. Los artículos sí que me daban ese toque de bueno, desahógate por aquí, y me permitían contar cosas que otras vertientes no. Para mí la poesía siempre ha sido como esa casita, como que una se siente más protegida en casa, con lo de siempre. Parto con una seguridad que a lo mejor en narrativa aún no tengo.
¿Sintió vértigo hace un año cuando publicó su primera novela, Días sin ti?
Siempre había pensado en escribir una novela, pero no me veía nunca capaz. De hecho, me recordaba mucho la sensación que tuve cuando escribí por primera vez un poema en formato verso, sin rima. Eso es algo que me propusieron, tenía un blog en internet y uno de los lectores era un profesor de Lengua. Todo lo que me diga un profesor de Lengua le hago caso. Me dijo: '¿Por qué no pruebas a escribir en verso?'. Yo escribía textos en prosa y recuerdo ese vértigo y ese decir 'cómo voy a escribir yo un poema'. Leía a muchos poetas y no me parecía que yo pudiera meterme ahí. De repente lo hice y lo conseguí, me salió bien y me sentí a gusto. Y con la novela fue igual, recibí muchos apoyos externos de mi gente, de mis amigos y dije bueno, voy a probar y descubrí otra forma de contar a lo mejor las mismas cosas, pero de un modo distinto.
¿Adiós al frío es un paso de página?, ¿una segunda parte de La soledad de un cuerpo acostumbrado a una herida (Visor, 2016)?
Sí, La soledad lo escribí en tres meses después de una ruptura bastante tóxica. Hice un desahogo brutal, es un libro más desgarrador. Alguien hizo un análisis por internet y decía que usaba mucho la palabra isla y creo que es verdad porque me sentía como un poco encerrada. Ahora, Adiós al frío creo que es un libro más abierto, más tranquilo. En estos cuatro años he trabajado mucho mi calma, mi tranquilidad, estar bien. Hay como una reflexión final sobre que se puede decir adiós a esas cosas que nos mantienen congelados. Si lo ves comparado con el anterior libro, creo que sí es como una primera y una segunda parte que es Adiós al frío. No me gusta analizar mis libros, me gusta que alguien lo analicé y me escriba. La idea que tenía con este libro es más reflexión y más calma, pero a lo mejor a otra persona le provoca otra emoción distinta.
En la sinopsis de su libro, escrita por Luis García Montero, cuenta que Adiós al frío iba a llamarse “La razón de los lamentos”.
Los títulos se me dan fatal, me dan muchísimo agobio. Creo que porque los libros de poesía no parten de fuera, son un conjunto. Como estoy tan dentro me cuesta un poco. Estuve debatiendo semanas con amigos. El título de Adiós al frío lo hicimos entre Benjamín Prado y yo durante una llamada de teléfono. Creo que es el más especial de los que tengo porque lo he hecho con él y eso ya es un hito.
¿Cómo se prepara para escribir?, ¿tiene algún tipo de costumbre o ritual o escribe de una manera más espontánea?, ¿es la misma para prosa, artículos, poemas?
En la poesía no me importa estar cinco meses o un año sin escribir, no me agobia, ya llegará. En la narrativa sí que te tienes que sentar, requiere una disciplina que a mí me cuesta más. Y los artículos, como son semanales, estoy acostumbrada a ir buscando temas y cuando lo encuentro me sale rápido. Siempre escribo con música, tengo mis listas de Spotify que siempre me pongo de fondo, es como mi pequeño truco. La música me ayuda un montón.
Además de poeta y escritora es traductora, ¿hay algo que queda en el camino cuando se traduce poesía?
Para mí es el trabajo más complicado, lo que más me cuesta de todo lo que hago. El trabajo del traductor está muy infravalorado. Son muy importantes en la cultura, imagínate sin traductores aquí nadie leería a Shakespeare. Los grandes autores de lengua hispana no podrían haber leído a otros, no habrían podido aprender. No se valora la figura del traductor porque al final el traductor tiene que ser invisible, no se puede notar que está ahí, ese es el verdadero trabajo. A mí me encanta el reto. Cuando fui al máster me dijeron que la poesía era intraducible y cogí y la traduje, acepté el reto. Es verdad que es muy complicado y en la traducción también tenemos tendencias a hacerla más literal. A mí me gusta más hacer que el mensaje se entienda a que se mantenga la rima, pero con palabras que no corresponden a la calidad. Cuando traduje los Poemas de amor de Oscar Wilde (Valparaíso) encontré traducciones antiguas que tenían palabras en castellano que yo ni siquiera entendía y las palabras que Wilde usaba eran sencillas. Te estás saltando algo y estás presentando a Wilde de una manera que no es. Por eso me parece que es una labor social y cultural, a mí me encanta.
En alguna ocasión ha hecho públicas sus discrepancias con alguna editorial, ¿cree que hay editoriales en las que se ficha a autoras por cumplir una cuota?
El mundo en general es machista. Siempre he criticado mucho esto de la discriminación positiva. A mí sí que me han ofrecido ya no editoriales, al menos que yo sepa, pero sí autores que me han dicho 'hazme el prólogo que en el epílogo ya tengo un hombre'. No, si quieres que te haga el prólogo es porque te gusta lo que yo hago. Los libros no tienen un género, tú puedes vender un libro sin el nombre del autor y no sabes si lo ha escrito una mujer o un hombre. Al final hay que tener en cuenta, ya quitando todo este tema del sexismo, que las editoriales son empresas. Hay una falsa concepción que a mí me da rabia dentro de este mundo del arte, que parece que las cosas se hacen por el arte y ya está y no. Los autores tienen que comer, las editoriales tienen que comer, los distribuidoras, los libreros, las bibliotecas… y la gente de eso no es del todo consciente. A mí todos los días me llegan mensajes que me piden el pdf de mi libro, creo que no se dan cuenta de que de un libro comen muchas personas.
Le he escuchado decir alguna vez que “la educación sentimental debería ser una asignatura obligatoria”, ¿por qué?
A la vista está, creo que estamos todos bastante fastidiados. Estamos muy expuestos a cosas terribles que pasan en el mundo y nadie nos ha enseñado cómo gestionar todo eso. Eso se traduce en depresiones, en ansiedad, que es la gran enfermedad del siglo XXI en la gente joven sobre todo. Creo que todo el mundo que conozco ha tenido alguna vez un ataque de ansiedad y me parece algo terrible. Quizá no llegaríamos a ese punto si nos enseñaran a gestionar nuestras emociones, a saber cómo afectan ciertas cosas que nos pasan. Como el tema de la muerte, a mí cuando se me murió mi perro nadie me había enseñado cómo hacer todo eso, no tenía ni idea. Al final, yo me inventé mis propias herramientas y pude salir de ahí. Pero es complicado y creo que cada vez se hace más vacío a todo el mundo emocional y priman más otros aspectos más superficiales de la vida y hay otros objetivos que nos meten en la vida desde que somos niños como producir, estudiar, trabajar, trabajar y nada más. Y al final te encuentras con gente muy triste y muy vacía que no sabe cómo moverse en ese mundo en el que se está expuesto todo el rato.
Leí en una entrevista que le escribió un psicólogo para comentarle que estaba usando los títulos de sus doce Días sin ti como terapia para mujeres que habían sido víctimas de violencia de género.
Me escribió por Facebook hace dos años. Era un doctor de México o Colombia, no lo recuerdo bien. Él llevaba una terapia de mujer maltratada y tenía puesto en la pared todos los doce días sin ti, y según iban superando todo ese dolor y ese daño que les habían hecho pues iban escribiendo sus nombres en cada día, según se sentían. Cuando ya terminaban la terapia y estaban recuperadas dejaban su nombre en el día doce, que es: 'Voy a darme una oportunidad'. Me pareció brutal, es la magia de la literatura y de la poesía. Escribes en tu habitación, en tu cuarto, pensando en tus movidas y no sabes dónde pueden llegar. Es magia total.
¿Este es uno de los motivos por los que cree que merece la pena escribir?
No te voy a engañar, yo escribo por mí, escribo para mí. Porque yo lo necesito. Nunca he escrito pensando en ayudar a alguien. Incluso los poemas sociales parten de algo de dentro. A mí cuando la gente, sobre todo la gente joven, me dice que le dé consejos siempre les digo: escribir desde la verdad aunque lo que cuentes sea una mentira. Pero siempre tiene que partir de algo de dentro que existe y que es tuyo, solamente. Yo siempre he escrito para mí misma, es verdad que luego todo el trabajo posterior de publicarlo y compartirlo y trabajarlo, ayuda a que llegue a la gente y eso ya no sabes lo que puede pasar. A mí me han pasado cosas muy bonitas. Pero nunca es mi objetivo y no me gustaría nunca que fuera ese porque creo que perdería esa verdad.
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