Los académicos se fiaron más de Muñoz Machado que de Cebrián para dirigir la RAE
Era un secreto a voces en los despachos y en los pasillos del bonito edificio de la Real Academia Española (RAE) que el candidato del director cesante, Darío Villanueva, para sustituirle en este preciado cargo no era otro que el periodista y empresario Juan Luis Cebrián. Pero en las últimas semanas cada vez estaba más claro que una mayoría de académicos iba a rebelarse contra esos designios en una muestra de oposición tanto contra Villanueva como contra Cebrián.
Dos por el precio de uno o, dicho de otro modo, dos pájaros abatidos de un solo tiro en forma de elección secreta donde 41 académicos eran electores y elegibles a un tiempo.
Así pues, una suerte de frente antiCebrián se ha impuesto finalmente en la Academia hasta el punto de que el antaño todopoderoso empresario de comunicación y magnate del grupo Prisa, editor de El País entre otros medios, apenas ha sumado un voto más (13) a los 12 que obtuvo la pasada semana en la primera votación.
Ahora bien, el nuevo director, el jurista Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, Córdoba, 1944), ganador con 22 votos, tampoco ofrece un perfil muy distinto de Cebrián en unas trayectorias muy marcadas por facetas económicas y de gestión empresarial que la RAE demanda para salir de una ruina que se concreta en un déficit de dos millones de euros sobre un presupuesto anual de 7,5 millones.
El descenso en la financiación pública a raíz de la crisis, la caída de los patrocinios privados y la necesaria reconversión de la RAE desde un mundo impreso a un universo digital se hallan en la base de una situación insostenible que ya no requería de un filólogo o de un catedrático universitario, casos de los dos últimos directores (Víctor García de la Concha y Darío Villanueva), sino de un mago de las finanzas.
En ese dilema financiero una mayoría de los llamados inmortales, por el carácter vitalicio de sus puestos, se ha fiado más de Muñoz Machado que de Cebrián. Algunas fuentes, dentro del tradicional hermetismo de esta rancia institución, comentan que el bloque de apoyo al ganador se ha agrupado en torno a los académicos no literarios, es decir, lingüistas, científicos, profesores y expertos.
Sea como fuere, el catedrático de Derecho Administrativo, abogado de éxito más bien neutro políticamente y ejecutivo bien relacionado con grandes empresas que responde al nombre de Santiago Muñoz Machado tendrá que impulsar medidas inmediatas para frenar la sangría económica de la RAE. Reconocido como un notable relaciones públicas por aquellos que lo han tratado, el jurista deberá inyectar nueva savia a una institución envejecida siempre por definición y anclada con frecuencia en un pasado que ya no volverá de poltronas de prestigio y aburridas sesiones remuneradas con dietas.
Ambicioso y muy activo, Muñoz Machado cierra así, cuando ya ronda los 70 años, una larga biografía que incluye multitud de premios y distinciones, un puñado de obras de su especialidad y los premios nacionales de Ensayo en 2013 y de Historia este mismo año por Hablamos la misma lengua, un monumental libro sobre la expansión del español en América.
Ahora bien, con toda seguridad al nuevo director de la RAE le serán más de utilidad en el futuro sus contactos con las altas finanzas que su currículo de erudito. Porque nadie puede llamarse a engaño y los tiempos de directores como Dámaso Alonso o Fernando Lázaro Carreter pasaron a la historia y no regresarán. Para desgracia de los filólogos o escritores con asiento en la RAE que nunca imaginaron, hasta hace bien poco, que iban a tener que optar más por la contabilidad que por la sintaxis.