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Artistas de vanguardia huyen de la ciudad y encuentran un refugio donde el tiempo va más despacio

El patio del Espacio Nyamnyam en una actividad de su ciclo 'Si no quieres polvo no vengas a la era'

Pablo Caruana Húder

Mieres (Girona) —
3 de septiembre de 2022 22:16 h

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Después de una larga jornada, el público va cogiendo una silla y construye un círculo en el patio del Espacio Nyamnyam, una antigua masía agrícola en el centro de un pequeño pueblo de la Garrotxa catalana. La directora del Centre d’Art Contemporani Bòlit (Girona), Ingrid Guardiola, toma la palabra y comienza una charla distendida. Atrás queda una jornada que comenzó a las doce de la mañana con performances en el bosque próximo al pueblo, siguió con una comida comunitaria, una pieza escénica, una película tan imposible como poética, exposiciones sobre ríos que quitan, fluyen y también devuelven… Experimentación escénica, visual y plástica de artistas que luego estarán en los grandes teatros y museos de España. Aquí están revueltos y encantados, cruzándose entre un público más artie y otro del propio pueblo o de localidades colindantes. Así se vivió el último fin de semana de agosto en el pueblo gerundense de Mieres, pequeña localidad de 350 habitantes entre Banyoles y Olot, a menos de una hora de Girona y a hora y media larga de Barcelona.

Los responsables son Ariadna Rodríguez (1980) e Iñaki Álvarez (1975), cabeza y alma del colectivo Nyamnyam. Justo antes de la pandemia decidieron abandonar Barcelona. Durante ocho años estuvieron en la ciudad condal desarrollando diversos proyectos artítisticos, entre ellos Todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda, proyecto con vena curatorial en torno a los creadores y la cocina, que consiguió agitar la urbe y darles a conocer. Pero, como ellos dicen, se les movió el centro. Desde hace tres años trabajan levantando un espacio que es de vida al mismo tiempo que de trabajo. Un espacio que están consiguiendo que sea referente de modos y maneras.

Al año de llegar a Mieres, en 2020, comenzaron a realizar un ciclo que nació más pequeño y que se ha ido adaptando en formato: Si no quieres polvo no vengas a la era. Entre mayo y agosto de este año, cada mes se ha realizado una acción. En cada una de ellas se invita a varios artistas y se propone una jornada de performances, conciertos y exposiciones en las que no faltan espacios para las conversaciones formales e informales, como pueden ser un vermú programado en mitad de la era o una charla que tiene lugar dentro de una piscina. Este año, entre otros, acudieron artistas de la talla de Javier Cruz y Sofia Asencio con Noche cañón —una coreógrafa que estará en el próximo Festival de Otoño de Madrid con su compañía la Societat Doctor Alonso—, y se disertó sobre el glisofato entre científicos y gente local, lo que motivó que el Ayuntamiento dejase de utilizar este herbicida por su repercusión en el medio ambiente.

Un ayuntamiento municipalista

Mieres es un pueblo en el que, desde 2015, gobierna Vivim Mieres, una agrupación de ciudadanos que está ya en su último año de la segunda legislatura. La primera lo hicieron bajo el paraguas de la CUP, aunque con una lista en la que se incluía a independientes o provenientes de otros partidos como Esquerra Republicana. Ganaron por trece votos: 111 frente a los 98 de CIU. En las segundas elecciones revalidaron su candidatura, pero esta vez se presentaron como agrupación de electores y consiguieron 147 votos frente a los 64 que obtuvo, en este caso, el PSC-CP.

En las grandes capitales puedes encontrar propuestas de este tipo, pero en un pueblo pequeño cuesta mucho. Ellos no tendrían necesidad de hacerlo aquí, y lo hacen

Enric Domènech i Mallarach Alcalde de Mieres

En cierto aspecto lo que ha pasado en Mieres es la versión contraria de lo que ha ocurrido en la mayoría de los movimientos políticos surgidos a partir del 15-M. Aquí llevan casi ocho años gobernando e implementando políticas. “Antes se creía que el pueblo iba bien si las calles estaban asfaltadas y la iluminación era correcta. Nosotros creemos que si las personas son felices, el pueblo va bien”, afirma a este periódico Enric Domènech i Mallarach, alcalde del pueblo. En Mieres, aparte de programas de participación política y ciudadana, también se ha conseguido municipalizar las aguas, cambiar el modelo de residuos por consulta popular y, ahora, están cerca de acometer un proyecto de transición energética para abastecer al pueblo con placas fotovoltaicas. “Se trata de llenar de placas el techo del pabellón. El presupuesto es de más de trescientos mil euros, es mucho, pero con eso daríamos servicio a todos los vecinos del pueblo. Estamos pidiendo ayudas a la Generalitat, al Estado, a Europa…”, explica Domènech a quien encontramos entregado a las fiestas grandes del pueblo que también tienen lugar el mismo fin de semana que el encuentro escénico. Unas fiestas en las que se integran varias actividades del ciclo de Nyamnyam. “La relación con ellos es muy buena. Siempre intentamos encontrar vínculos. Queremos que la gente conozca y vea maneras diferentes de hacer cultura. En las grandes capitales puedes encontrar propuestas de este tipo, pero en un pueblo pequeño cuesta mucho. Además, ellos no tendrían necesidad de hacerlo aquí, y lo hacen. Son parte del territorio”, explica el alcalde.

Un lugar donde vivir y crear

Después de más de tres años y mucho trabajo de acondicionamiento, de tender redes y contactos, Ariadna e Iñaki tienen la cabeza dividida entre sus proyectos de creación y la consolidación de la gestión del espacio. Son conscientes del trabajo que requiere pues conocen otros espacios ya asentados como L’animal a l’esquena, que dirige la compañía Mal Pelo en la propia Girona, o Azala, dirigido por Idoia Zabaleta en Álava; o experiencias pasadas como el recordado festival de site-specific (diseñado para una localización particual) Mapa que tenía lugar en Pontós, un pueblo del Ampurdán.

Cuando llevábamos un mes aquí ya sabíamos que no íbamos a poder pagar el alquiler del siguiente mes, por eso montamos una estrategia rápida de subsistencia que sigue funcionando: la mitad de la casa habitable está destinada al 'paraclub'

Ariadna Rodríguez Gestora del Espacio Nyamnyam

Además, están en continua relación con otros centros de creación y cooperativas de la zona como la Nau Côclea o la Mutte Cultural, ambos en el Alta Empordá, y Ü del Bac o Cultural Rizoma en la propia Garrotxa. “Girona es, por cultura, activista y colectivista, y también debido a una buena situación económica por encima de la media española. Es uno de los sitios con más actividad cultural en los pueblos. Venir a Mieres era venir a un sitio donde sabíamos que podíamos tener posibilidades de alianzas, ayudas y gente cercana y afín”, explica Ariadna Rodríguez.

“Al plantearnos dónde ir y cómo hacerlo teníamos claro que queríamos seguir con el proyecto que teníamos en Barcelona, que es acompañar a otros creadores en sus procesos. Por eso, buscamos un lugar en el que pudiésemos trabajar, que fuera fácil de compartir, y en el que los creadores pudiesen quedarse a pasar estancias, algo que era imposible en Barcelona”, explica a su vez Iñaki Álvarez. “Cuando llevábamos un mes aquí ya sabíamos que no íbamos a poder pagar el alquiler del siguiente mes, por eso montamos una estrategia rápida de subsistencia que sigue funcionando. La idea es que la mitad de la casa habitable está destinada al ”paraclub“, artistas como Azkona & Toloza, Rubén Ramos o El Conde de Torrefiel, que vienen, pueden estar y trabajar en los espacios. Funciona. Además, ahora, estamos recibiendo estadías de estudiantes de diferentes másters de Ámsterdam o del Centre National de Montpellier. Se puede decir que ya hay un sustento básico”, añade Rodríguez.

Un cuerpo transformado en estudio de grabación

La jornada del ciclo da comienzo a mediodía en un parque a las afueras del pueblo con una performance de uno de los artistas sonoros de más largo recorrido e influencia en España, Nilo Gallego. Con tan solo un boli y un papel en la mano, propone un verdadero salto al vacío en esta nueva pieza hecha en residencia en Nyamnyam, Orelles voladores. Un proyecto en el que el artista leonés ha decidido abandonar todo tipo de instrumento de grabación o sonoro. Tan solo queda su cuerpo que en esta pieza se erige como un estudio de grabación al mismo tiempo que instrumento. Todo indica que este trabajo surge desde un sitio diferente y rompedor dentro de la carrera inclasificable del artista.

El comienzo íntimo y confesional de la pieza —un registro que nunca ha utilizado en otros trabajos— y el despojo de toda técnica, apuntan a que algo nuevo parece estar naciendo en la trayectoria del leonés. Allí, en Mieres, con el público entregado, grabando sonidos imaginarios con su boli al aire, convertido en el sonidista soñador de Lisboa Story de Wim Wenders pero sin nada más que su cuerpo, jugando con el eco y un nivel de escucha inusitado, Nilo Gallego parece estar renaciendo, reinventándose.

También muestra su trabajo la artista Laia Estruch, Cotxa, una pieza realizada exprofeso para el ciclo y también desarrollada en residencia en Nyamnyam en la que experimenta en una zona intermedia entre dos trabajos anteriores: Sibina (2019) y Ocells perduts (2021). El público tiene que recorrer un estrecho camino durante quince minutos por el interior de un bosque. Ya dentro de él, se escuchan sonidos que reproducen los cantos de los pájaros de la Garrotxa. Un canto que se mezcla con canciones populares dedicadas al agua que la artista ha ido recabando en diferentes archivos como Càntut. Al comienzo no se ve a la artista pero la performance concluye en un claro del bosque con la propia Estruch cercana al público, que de este modo puede apreciar el especial trabajo de cuerpo que la artista desarrolla para sus derivas vocales.

Los trabajos de Gallego y de Estruch demuestran el privilegio de poder asistir a un momento de creación viva, algo que en el sistema de exhibición cultural de las ciudades es hoy casi imposible de hallar. Luego el público encontrará a estos aristas en el Macba —por donde pasó Estruch este año—, o en el Museo Reina Sofía o el Matadero de Madrid, como en otras ocasiones ha estado Gallego. Pero hoy se la juegan aquí, experimentan y comparten esa fragilidad de no saber bien cómo ni hacia dónde.

Hora de comer

Tras las performances de la mañana, Nyamnyam da de comer a setenta comensales, entre artistas y público, aunque una parte de este no pudo participar, la capacidad de organización llega donde llega. En la comida se dan conversaciones y encuentros. Iñaki Álvarez, después de cocinar un arroz negro para todos, observa a la gente que conversa tranquila. Se le ve contento, esbozando la primera sonrisa del día. Pero el ritmo de la jornada es imparable y, a las cuatro y media, en una de las naves de la masía de Nyamnyam, comienza Diversión obligatoria, de Júlia Barbany, una propuesta escénica de esta creadora e intérprete que forma parte de una de las compañías más prometedoras de la escena catalana, Las Huecas. En esta ocasión Barbany presenta un trabajo en proceso que se estrenará en el festival TNT de Terrasa, meca de la escena contemporánea y de las artes vivas de Cataluña y, por ende, de España.

La obra está frágil, todavía no resuelta, el público puede incluso palpar las dudas de composición de la dirección. Diversión obligatoria, que comienza como un clown grotesco de ecos beckettianos y un tanto coprofágico, acaba siendo una parodia sorda que muestra la prisión deprimente, aunque esté revestida de pretendido humor, en la que vive nuestra sociedad. La obra tiene ya la fuerza del universo de Barbany y su capacidad interpretativa, y además cuenta con la música realizada en directo por Petit Ibèric. Llevan más de un año trabajando en residencia en centros como El Graner de Barcelona, y espacios más independientes como La Infintia en L’Hospitalet o el propio Nyamnyam. Producen la pieza el festival TNT de Terrasa y el teatro L’Antic de Barcelona. Las compañías buscan estrategias de subsistencia para conseguir procesos de creación más largos en los que investigar y trabajar con tiempos dictados por la creación y no el mercado. Algo imposible sin la colaboración de este tipo de espacios independientes.

Nyamnyam no recibe ninguna ayuda directa; las subvenciones a espacios estables son casi inexistentes. Cada actividad y proyecto que se realiza en Nyamnyam debe ser mimado, en conversación con otros espacios o festivales, para así poder financiarlos. De ahí sus complicidades con centros como La Caldera, el festival de danza Sismògraf en Olot, o el Bòlit de Girona. “Si alguien viene a trabajar aquí tiene que haber financiación, no puede ser que pague el artista”, afirma Rodriguez. “Ahora estamos preparando una subvención europea, las Next Generation, que se resolverán en septiembre”, confiesa Rodríguez. “Necesitamos consolidar el proyecto, éramos una asociación cultural y nos hemos transformado en cooperativa para poder desarrollar, de una manera más empresarial, el espacio. Pero no queremos ser una sociedad limitada. No creemos que sea lo mismo producir bistecs que lo que hacemos. Para mí, Espacio Nyamnyam no es un centro de creación, es un proyecto artístico, creo que lo que hacemos es una práctica escénica: crear contextos, decidir quién se cruza con quien, acompañar una creación”, dice con cierto fervor Rodríguez. “Y luego está lo curatorial, tenemos que seguir afinando ese cruce de caminos entre artistas y científicos, entre creadores de diferentes áreas y gente del territorio que quizá tengan los mismos intereses y estén trabajando sobre lo mismo pero que de otro modo no se conocerían, no se cruzarían. Y tenemos que hacer eso mismo con los públicos, sin que nada se fuerce y se pueda ir dando de manera natural, de eso es de lo que trata Si no quieres polvo no vengas a la era”, explica Álvarez.

Las confidencias llegan en la noche

Este año uno de sus grandes aliados ha sido el Bòlit de Girona. Su nueva directora, Ingrid Guardiola, ha sido cómplice con la mirada transversal de las artes que tienen en Nyamnyam. Después de la obra de Júlia Barbany, se presentan varias de las obras que conformaron en 2020 la primera exposición de la nueva dirección del Centro, como Cap a les deus (Hacia las fuentes). En el Espacio Nyamnyam pudieron verse tres de los trabajos de los catorce presentados en Girona, una colectiva en la que se encargó a varios artistas nuevas piezas sobre el río concebido como fluir y deriva, como inundación, como invasión. La exposición colectiva llegaba tras las inundaciones de los cauces en Girona por el temporal Gloria en febrero de 2020 y tras una pandemia donde todo dejó, exactamente, de fluir. En Nyamnyam se proyecta la película realizada por el artista Job Ramos, A la intemperie, sobre su relación con una científica que trabaja la posibilidad de que el cangrejo de río europeo pudiera repoblar o revivir nuestros ríos. También el proyecto de la artista Anna Dot, Deixar-te correr, sobre un posible nuevo tratamiento jurídico de los ríos y en especial del Ter; y el trabajo de Jordi Mitjà, A contracorrent promeses i contradiccions d’un esquinç temporal i Passera, dibujos y piezas labradas en piedra que el artista decidió acometer tras un episodio un tanto rocambolesco durante la pandemia, cuandoapareció una escultura de un rostro en el río Onyar.

Ya atardeciendo y sentado el público en círculo, Jordi Mitjà reflexiona sobre la importancia de itinerar. “No sabéis hasta que punto es bueno poder ver que el trabajo no se queda ahí parado en el museo, verlo aquí, con otra gente, en otro contexto. Los museos deberían itinerar mucho más de lo que lo hacen”, dice. Cuando cae la noche, el público se dispersa. El día acaba en el gran festejo de las fiestas mayores de Mieres: “la Sexta Nit de Playback”. Allí artistas y público se mezclan con la gente del pueblo, disfrutando de los números musicales que jóvenes, niños, mayores y ancianos se regalan unos a otros. Risas, mucho baile y el alcalde sirviendo refrigerios y espirituosos.

Al término de la noche, llegan las confidencias. “Ya estamos trabajando con el Centre Bòlit y el Teatre Municipal de Girona, con el de Olot, con Celrà, con Lloret, con Figueres, con Banyoles y con el propio L’animal a l’esquena en un nuevo proyecto”, desvela Ariadna Rodríguez. “Tendremos un festival para mayo del año que viene, se trata de que toda esta práctica escénica, a la que no está tan acostumbrada el público de aquí, pueda conocerse. Se trata de trabajar en red y montar un modelo que no sea solo de exhibición, sino de encuentro, de reflexión, de apoyo a la creación… Nosotros no hemos venido al pueblo a desconectarnos, todo lo contrario”, cuenta, con un brillo infatigable en los ojos.

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