Candela Capitán (1996) mostró en el Festival Domingo el germen de lo que será su nueva pieza que estrenará la temporada que viene y que aborda el tema de las granjas de influencers. “Comenzaron a funcionar en Asia, pero ahora están llegando aquí”, afirma Capitán a este periódico sobre las fábricas donde centenares de niños son alojados en cubículos donde se les dan juegos y productos para que los prueben y luego los viralicen en redes.
En Domingo presentó una primera aproximación, Celda Sonora, una performance donde todo es metáfora. Dos mujeres vestidas de vacas pulularon con ritmo lento por el patio de la Casa Encendida. Un cencerro atado al cuello y un móvil en la mano. Crítica furibunda a la supuesta libertad del presente digital donde todos estamos geolocalizados.
Pero algo ha cambiado en esta artista adorada por un público joven y catapultada a la escena internacional que un día hace un video con Billie Eilish, otro le llama Gucci como coreógrafa para promocionar mocasines, y otros presenta trabajo en la afamada Documenta de Kassel, 19762. Solos y conectados. Su trabajo se ha vuelto más minimalista, no hay subidones ni extenuación del cuerpo en The death at the club una de sus trabajos más señeros.
La pieza se alargó durante dos horas en el patio de la Casa Encendida. Dos horas de tiempo lento, en el que esas vacas humanas se trasladaban por el espacio, llegaban a una pared donde se daban pequeños cabezazos. Unas vacas que nunca miraban hacia delante, con los ojos fijos en el suelo, sin horizonte. El público joven fue lentamente abandonando la pieza al ver que ese era el desarrollo, que los movimientos se repetían, que la propuesta era frontal y sin concesiones.
“Creo que es mi pieza más madura en Intelectual, el público joven que viene a verme está más acostumbrado a otra velocidad y se produjo un choque interesante”, explica Capitán sobre esta pieza que se podía seguir en directo en Instagram a través de las imágenes captadas por los móviles que portaban las bailarinas. La pieza se estrenó en la Fundación Tapies, allí la gente seguía a la artista moviéndose por el espacio y se mezclaban los sonidos que emitían los móviles del propio público que seguían la pieza por streaming.
Sin embargo en La Casa Encendida el público estaba sentado, inmóvil, y reinaba un total silencio, “nos salió más oscuro todo, es una pena que no se oyeran los móviles del público, algo no funcionó y la gente no lo sabía, cuando esto pasa se crea como un sonido de rebaño formado por nuestros cencerros y los sonidos de los teléfonos”, explica, “pero fue bien interesante lo que pasó, la gente se acostumbra a ver una cosa tuya y ya quiere eso, pues esta pieza es más de pensar y no de darle al público lo que quiere”.
Falsas promesas del New Age
Al igual que Dispositivo de saturación sexual fue el campo de experimentación para una pieza más grande, Solas, en esta ocasión Celda Sonora es la antesala de la pieza que estrenará la próxima temporada en Conde Duque. “Quería ponerle de título Granjas Humanas, pero ya hay un trabajo con ese nombre, así que estoy pensando en uno nuevo”, explica sobre este trabajo en el que se comparan las granjas de animales con las nuevas granjas de influencers.
“Tratará sobe la falta de libertad en la sociedad actual. Estoy trabajando el dispositivo escénico, cómo llevar esos miles de cubículos diminutos donde meten a niños a vender productos en redes con millones de seguidores. Quiero relacionar esto con las propias granjas de animales, con las vacas geolocalizadas con el cencerro y sujetas a dispositivos de ordeño”, cuenta Capitán, que ha creado una vestimenta futurista y folk al mismo tiempo donde el cuerpo de mujer se transforma en el de vaca.
“La pieza y el vestuario está entre lo rústico, el bondage y lo futurista, trabajamos con bodies buscando asemejar el cuerpo al de una vaca, pero dejando que se vea y sexualizándolo”, describe sobre el diseño de los vestidos que acaban en bota de plataforma de cuero, que en el caso de Capitán, que también baila, son sus botas fetiche que lleva en todos sus trabajos. Las otras dos bailarinas, Virginia Martín y Mariona Moranta, forman parte del núcleo duro de la compañía y Martín además ejerce de ayudante de dirección.
Nos sentimos libres, pero en realidad estamos metidos en celdas, incluso religiosas. Hay una crítica también al falso New Age que te lleva a meditar, pero en realidad no te lleva a nada
Capitán afirma que este trabajo es una respuesta al mundo rápido que estamos viviendo donde ahora mismo “nos sentimos libres, pero en realidad estamos metidos en celdas, incluso religiosas”. “Hay una crítica también al falso New Age que te lleva a meditar, pero en realidad no te lleva a nada. Hay un trabajo de repetición y de meditación en la pieza, pero todo es una crítica, irónica, a toda esa corriente actual que hay en plataformas de nuevos movimientos que creen que van a salvar el mundo”, añade.
La otra pata de este trabajo se asienta en la colaboración con uno de los artistas plásticos veteranos de la performance, el mallorquín Jan Morey, creador inclasificable que ha tocado y resquebrajado la visión sobre temas como la moda, el lujo y el sexo. “La primera oferta de trabajo que me llegó fue un correo electrónico de un hombre muy simpático que me preguntaba si me quería meter en una limusina vestida de sado y hacer una improvisación a través de las contorsiones, y claro, le dije que sí”, recuerda Capitán que afirma que después de ocho años trabajando juntos (ella también es performer en los trabajos de Morey) “comienza a ser difícil descifrar qué es de uno y qué del otro”.
La línea artística de Capitán, artista joven que no llega a la treintena, entronca con artistas de la llamada danza conceptual o la “no danza” de los años noventa como Boris Charmatz o Jérome Bel, pero el referente de Capitán lo tiene claro: “Es evidentemente La Ribot, incluso una de mis piezas, esto no lo sabe nadie, se llama 19762, Solos y conectados porque es la fecha de nacimientos de La Ribot”.
Pero esta artista gaditana dice tener su propio camino. “Lo que hago es darle una vuelta de hoja a la danza postmoderna. En su momento se dijo que no a un montón de cuestiones que eran bien importantes y creo que ahora algunos de esos 'noes' pueden ser 'síes'. Creo que se puede volver al teatro como espacio, trabajar con luces y dar cabida a la espectacularidad”, explica Capitán. “Voy a ser un poco burra, en el arte y en la ópera hay mucho dinero. La danza está precarizada y yo tengo esa lucha, quiero crear en ese nivel, con en la ópera… Toda esa corriente de la danza posmoderna que rechaza la espectacularidad, pues yo digo ¿por qué no?”.
La próxima parada de Capitán será en el Festival Grec de Barcelona, donde en el Museo Nacional d’Art de Catalunya presentará Moloko Vellocet, donde la sala oval del museo se convertirá en una sala de baile para recrear el club que regentaban los personajes de La Naranja Mecánica en la película de Stanley Kubrick.
En el Festival Domingo, donde estará hasta el 8 de junio, también ha podido verse ya el trabajo de la bailarina colombiana Luisa Fernanda Alfonso, Masterpiece, una producción del HTZ Berlín, foco y nido de la creación actual europea más joven. La pieza es una potente investigación a través del sonido y el cuerpo de los arquetipos del heteropatriarcado y supone también el descubrimiento de una potente creadora y bailarina.
Lo que hago es darle una vuelta de hoja a la danza postmoderna. En su momento se dijo que no a un montón de cuestiones importantes, y creo que ahora algunos de esos 'noes' pueden ser 'síes'
Domingo es un festival que invita a acercarse a la creación escénica de otro modo y en el que esta edición podrán verse, por ejemplo, el trabajo de la artista visual Marta Azparren en colaboración con el artista sonoro Óscar G. Villegas, Soy el cuerpo extraño que mira, una sesión de spoken cinema en la que se cruzan los universos de Roberto Rossellini, el pensamiento de Simone Weil y el Infierno de Dante. El festival cerrará este año con un la artista sonora italiana y DJ, Sara Pérsico, que estrenará Fuje, una sesión que combinará la canción antigua napolitana con la música industrial dura.
Además, se presentó en el festival el nuevo proyecto de la Casa Encendida para las artes escénicas, Foco, un programa que se centrará en figuras de gran trayectoria a las que dedicará tiempo y lugar. Este año le tocará a uno de los grandes de la danza conceptual, Juan Dominguez, que además presentará nueva pieza en el próximo Festival de Otoño, publicará un libro y volverá a reponer una de sus obras que es ya un clásico, Todos los espías buenos tienen mi edad (2002).
Dominguez, además, estará presente en Domingo con un comisariado de películas, Tramas, que está compuesto por sesiones matinales de películas de Silvia Zayas, Alejandra Pombo, la propia La Ribot y María Jerez con Juan Domínguez, artistas relacionados con las artes escénicas. Cine independiente y de narrativas disonantes para comenzar el día.