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'Nada' de Carmen Laforet vuelve al presente sin esconder la “violencia machista brutal” que contienen sus páginas

'Nada', dirigida por Beatriz Jaén

Pablo Caruana Húder

5 de noviembre de 2024 22:11 h

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Carmen Laforet vivió siempre pegada a una maleta, a ese momento en el andén de una estación donde las expectativas se abren y uno puede mirar al futuro. Rumbo a Barcelona, a Madrid, a París, a Estados Unidos, a Italia, Laforet siempre estuvo escapando de España, de un país donde le era imposible respirar. Así comienza su primera novela con la que ganaría la primera edición del Premio Nadal en 1944, Nada, pero con Andrea, su alter ego de 18 años, llegando a la Estación de Francia de Barcelona tan solo unos meses después de finalizar la Guerra Civil. Pero la obra que se estrena este viernes 8 de noviembre en el Centro Dramático Nacional (CDN), primera versión teatral de este clásico moderno, empieza diferente, a la gresca.

Este montaje, dirigido por Beatriz Jaén y adaptado por Joan Yago, comienza en el famoso piso de la calle Aribau, con el drama ya por todo lo alto. El tío de Andrea, Juan, grita como un poseso. La atmósfera irrespirable de la familia rota por la guerra, llena de un catolicismo y un machismo avieso y castrador, se impone. Así comienza esta adaptación teatral que, al mismo tiempo que recoge la profusión de acción e intrigas que Laforet despliega en esa Barcelona hambrienta y vencida, ha intentado mantener aquello donde reside el poder revolucionario de esta novela: la mirada disruptiva de una mujer sobre la sociedad y sobre su propia identidad.

Nada es uno de los libros más leídos de la literatura española, tanto en España como en el extranjero. Las lecturas que se han hecho de ella han ido variando con la sociedad. En los años cuarenta predominó la lectura social y política. En los primeros años de la democracia fue reivindicada por toda una generación de mujeres escritoras; “las raras” que diría Carmen Martin Gaite. Hoy la compleja personalidad y prosa de Laforet se ilumina con nuevas luces. Temas como el genio en la literatura, la conciliación, la mujer, el feminismo o la sororidad han basculado muchos grados en las últimas décadas, unos cambios que provocan una mirada nueva a esta novela fundacional de tantas cosas y a la figura de esta autora, tan refractaria del éxito y la ambición, y tan personalista en su visión del mundo.

“Cuando leí la novela con 16 años no me paré a reflexionar sobre muchas de las escenas y los comportamientos que allí se describen. Y cuando la he vuelto a leer ahora, ya con mi edad, de repente digo: pero qué valiente Carmen Laforet, qué precisa, qué cruda, qué belleza también al mismo tiempo en sus descripciones. Y cómo retrata la violencia machista. Sin ningún tipo de pudor y sin ningún tipo de miedo retrata unas escenas muy violentas, una violencia machista brutal que yo no he querido esconder en escena y no lo voy a esconder”, dice la directora Beatriz Jaén abriendo ese melón inacabable de la nueva fuerza de Laforet en el presente.

El segundo aspecto que quiere resaltar la directora es el hecho revolucionario en su época de que Nada “no es una novela de chica que conoce chicos sino una novela de chica que conoce chica, y esa chica es su gran amiga y su gran apoyo y ahí hay mucha sororidad, que es justo de lo que también ahora estamos hablando tanto”, explica Jaén. La directora resalta una de las últimas escenas de la novela, donde Andrea se reconcilia con su amiga Ena: “Es casi una declaración de amor y una reivindicación total de que juntas somos más fuertes, de la sororidad como algo revolucionario”, concluye.

Joan Yago, a su vez, confiesa a este periódico que la tentación de convertir a Laforet en bandera se le pasó en algún momento por la cabeza. “Esta podría ser una historia de orgullo lésbico, pero no lo es exactamente. Y no deja de serlo y es bonito y es legítimo que haya un lesbianismo político que reconoce en Nada un referente. Un referente por el simple hecho de presentar un personaje que, sienta o no sienta amor romántico hacia su amiga, el caso es que la pone en el centro de su existencia, pero no hemos querido decantarlo y convertir a Laforet en una especie de escultura de mármol del lesbianismo porque no lo es”, explica Yago.

“La novela tiene mucho que ver con este despertar de la emoción, con el famoso coming of age y la pérdida de la inocencia, pero expresada de su manera más compleja, aceptando la complejidad de que no entendemos lo que nos pasa, sentimos cosas que no sabemos si está bien sentir. Todo esto está de una manera brutal en la novela y creo que es una de las cosas que más interesará al público de hoy que vea la obra”, añade la directora.

Recuperar a las autoras fundamentales

Este estreno se enmarca dentro de la línea de programación del CDN dirigido por Alfredo Sanzol de recuperar y dar espacio en el escenario a voces de autoras del siglo XX fundamentales. Así, se estrenó la temporada pasada La madre de Frankenstein de Almudena Grandes y también se llevó a escena Así hablábamos, montaje en torno a Carmen Martín Gaite de la compañía La Tristura. En esta ocasión se ha llamado a un tándem que ya proporcionó uno de los éxitos a este centro con una obra que acaba de terminar su gira estos días en el Teatre Nacional de Catalunya, Breve historia del ferrocarril español, una sátira divertida y ácida que a través de la historia del tren en España conforma un esperpéntico espejo del nacimiento del capitalismo y del nefasto legado de los Borbones desde Fernando VI al rey emérito.

Pero en esta ocasión el humor de Joan Yago, bien demostrado en su compañía La Calòrica, no estará presente. “Al principio me asusté, para mí la lectura de Nada fue muy iniciática, entonces vivía en Baleares y ya quería trasladarme a Barcelona, su lectura me dio fuerzas para tomar esa decisión”, afirma el autor quien confiesa que han querido hacer una adaptación conservadora. “Si se hubieran hecho ya 25 adaptaciones al teatro de la novela, podríamos habernos planteado una dramaturgia más intrusiva, pero es que es la primera. Hemos intentado trasladar la experiencia que tienes como lector a las dimensiones del escenario intentando siempre que nuestro manoseo del texto se notara lo mínimo”, explica Yago sobre la adaptación.

Cuenta Yago que al principio vieron dos opciones posibles, un monólogo de Andrea durante dos horas, la novela está toda contada a través de la percepción de la protagonista; o una obra a lo Tennessee Williams donde primase “la violencia de la vida familiar, de estos personajes que viven encerrados en una casa en ruinas a los gritos”. “Rápidamente, llegamos a la conclusión que no había que colocarse en ninguno de estos extremos porque ambos implicarían deshacer una de las grandes propuestas de Carmen Laforet: la combinación de la vida con la reflexión de la vida”, razona.

La adaptación es arriesgada e inteligente, con la voz narradora de la protagonista presente, pero también incluyendo las escenas en la universidad, las excursiones a la playa, el estudio de Guixols con sus nuevos intelectuales burgueses, los paseos meditabundos de Andrea por el barrio Gótico, o la incursión nocturna en el barrio Chino. Para la puesta en escena de esa antigua casa familiar, la directora Beatriz Jaén ha partido de una frase de la novela “en la que Andrea dice que se encontró con un ambiente endiablado de muebles y personas”, explica. “Esto es lo que se va a encontrar el espectador cuando llegue al teatro, y es a partir de ese espacio donde surgen los demás, a través de un juego con la caja escénica que he dejado desnuda. Es en ese espacio donde con un juego con el peine del teatro, sus galerías y las luces irá apareciendo Barcelona, las sombras del Gótico, el aire de la playa y todo ese mundo exterior que va arrasando el universo asfixiante del piso familiar”.

El montaje cuenta con Julia Roch como Andrea y con Julia Rubio como Ena. Además, una de las grandes, Amparo Pamplona, interpreta a ese personaje tan particular, la abuela de Andrea. “Hemos hecho una obra muy coral centrada en los personajes, una de las fuerzas de la novela está en la descripción de los personajes, el retrato que hace de ellos que es a la vez un retrato de una España muy concreta, de unos personajes atravesados hasta la raíz por el conflicto de la Guerra Civil”, dice la directora.

Para el estreno, asistirán dos de los hijos de Laforet. Cristina Cerezales Laforet, pintora y escritora que relató en Música blanca los últimos años de su madre, y el escritor Agustín Cerezales Laforet. La directora revela que le pidió a Cristina Cerezales un cuadro para ambientar una escena de la obra que sucede en el estudio de Guixols y ella, “con toda la generosidad del mundo”, les ha cedido una de Manuel Cerezales, su hermano recientemente fallecido.

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