“Con la palabra Zeus te puedes cagar en su puta madre, con la palabra dios está prohibido”
“Esta noche voy a someterme voluntariamente a vuestro juicio a pesar de haber sido condenada de antemano. Pero hoy las palabras que den forma a los hechos serán las mías”. Así comienza Juicio a una zorra, la obra de teatro en la que Carmen Machi da vida a Helena de Troya, personaje que ha pasado a la historia como “la mujer más bella del mundo” y como culpable de la mayor guerra de la Antigüedad. En este monólogo, que estará en el Teatro Pavón Kamikaze de Madrid hasta el 29 de julio, es ella quien toma la palabra, reivindicando su dignidad y la necesidad de revisar quién escribe la historia.
“Nunca fui bella, porque nunca fui amada. Fui deseada, codiciada, raptada, forzada y violada”, denuncia la reina de Esparta. En el texto escrito por Miguel del Arco, Helena de Troya relata en primera persona los abusos sexuales a los que fue sometida desde niña, cuando con tan sólo nueve años quedó embarazada por Teseo, rey de Atenas, teniendo éste 50 años. También se rebela contra su padre, el todopoderoso Zeus, que la concibió tras seducir a Leda, esposa del Rey de Esparta, y la abandonó a su suerte en la Tierra.
Durante una hora y diez minutos, la ganadora del Goya a la Mejor actriz de reparto por su papel en Ocho apellidos vascos en 2014, clava al espectador en la butaca. Su discurso deslenguado, ansioso de justicia, directo, inteligente y valiente resulta desgarradoramente actual. Y duele, remueve y emociona. Por su verdad, por la impotencia que nace de la empatía que genera esta mujer, que sin dar lástima, explica que solamente tomó una decisión en la vida: enamorarse de Paris, príncipe de Troya. Y por ello ha sido denostada, vilipendiada y enjuiciada hasta nuestros días.
“Lo que más me asombra”, reconoce Machi, “es que lo que se cuenta en este monólogo es lo que aparece en los libros de historia. En ellos se define a Helena como la culpable de la guerra de Troya y piensas, ¿cómo no nos ha podido llamar la atención a nadie? Ni siquiera a las mujeres”. En la función se insiste en plantear el interrogante de quién escribe la historia, para instar al público a darse cuenta de las latentes consecuencias que ésto ha tenido.
Miguel del Arco y la aquí protagonista se conocían desde hacía años cuando el primero propuso a la intérprete participar en una sección del Festival de Mérida de 2011. Tras los pases en el certamen, la obra se convirtió en un fenómeno que ahora, seis años después, siguen representando tras haber viajado por España, Latinoamérica o Rusia. Eso sí, de forma discontinua: “Si no, no podría, hay algo en este personaje que me deja destrozada, aunque me purifica”.
¿Por qué Helena de Troya?
Miguel quería que el personaje que hablara fuera un secundario de la historia. Es verdad que es la protagonista de una guerra, pero realmente era muda, nunca habló ni se supo qué pensaba. De hecho, si ves películas en las que sale ella no se pronuncia. Siempre está detrás, callada, guapísima pero sin decir nada.
¿Cómo ha sido darle la voz que no ha tenido durante todos estos siglos?
El director quería a una mujer inteligente, no víctima, fuerte, irónica, que arremete contra Dios, sarcástica, y con sentido del humor. El sentido del humor y la inteligencia se llevan muy bien. Cuando uno es más inteligente gestiona mejor el dolor. Es más capaz de contar su historia hasta el final sin romperse. Aquí ella se ayuda de una pócima que existió de verdad en Egipto, con la que se suponía que se mitigaba el sufrimiento, pero que sería un prozac, un ansiolítico.
¿Cómo se lleva dar vida a la “mujer más bella de la historia”?
Me hizo mucha gracia. Helena es hija de Zeus, semidiosa y por lo tanto inmortal según la mitología. Su eternidad combinada con el deterioro del paso del tiempo hacen que pueda interpretarlo cualquiera. Su belleza física y su edad no son lo realmente importante. Sí era relevante que quien la interpretara a esta Helena no tuviera el canon de belleza establecido.
Es curioso porque nada más empezar la obra lo primero que hace es anunciarse, de espaldas, como Helena de Esparta, la mujer más bella del mundo para, antes de girarse y mirar de frente al público pronunciar: “Esa soy yo”. La gente siempre se ríe. Entonces pregunta: “¿Es que alguno de vosotros es inmune a los estragos del tiempo?”. Ahí lanza el primer corte.
Parece mentira que habiendo pasado tiempo, todo de lo que habla Helena es sumamente actual.
Ocurre al representar tragedias griegas, que alucinas. Es tremendo que seguro que a principio de siglo señalaran lo mismo. Tiene que ver con lo humano. Estamos cargados de todo este tipo de vicios, de negrura. La venganza, la ambición o el odio forman parte de nuestra ser. Y el poder, que tiene que ver estrechamente con lo político, siempre está de por medio.
Los abusos sexuales a los que es sometida no son la parte de su vida más conocida.
A mí me llama mucho la atención que todos hemos leído la historia, no hemos reparado y la hemos dado por buena. No nos hemos dado cuenta de que si es ella quien lo cuenta se te cae el alma a los pies. Fui la primera a la que le pasó. Todos estos hombres me han parecido siempre estupendos y ahora no. Hay una cosa en la figura del héroe que parece que puede hacer lo que le dé la gana y salir corriendo. La historia está escrita por hombres, es real y esa es la prueba.
¿Qué deberíamos aprender de esta ausencia de parte de la historia por haber sido escrita por hombres?
No lo sé, porque resulta inevitable tener la sensación de que va a seguir pasando. Ha de servir para tomar conciencia, pero nos dura muy poco. Hay algo en la supervivencia del ser humano que nos lleva a hacer verdaderas brutalidades, y pienso que es por una cuestión de supervivencia porque sino, no me lo explico. Esta Helena representa la lucha del feminismo contra lo que esta mujer simboliza por la forma en la que se le ha destruido y tapado la boca. La nuestra es la Helena que por fin puede hablar.
Es muy emocionante cuando hemos representado la función en 8 de marzo. Además hay algo en las mujeres de entre setenta y ochenta años que deciden rebelarse en las últimas fases de sus vidas. De repente son capaces de echar en cara muchas cosas. Empatizan con la protagonista, y les viene muy bien. Al final es un poco la misión del teatro: menearte y espabilarte.
Durante el pasaje en el que cuenta cómo fue violada resulta imposible no acordarse del caso de La Manada. Helena en su momento no pudo contarlo, pero en 2018 ha habido una mujer que sí y se ha puesto en duda su acusación. ¿Qué tiene que hacer la mujer para que se la crea?La Manada
No por gritar más alto te van a oír mejor pero desde luego no hay que dejar de hablar para lograr dar visibilidad. Estamos dando pasos muy buenos, siento que hay un impulso que nace del orgullo. En España hemos tenido acontecimientos maravillosos con manifestaciones multitudinarias, por ejemplo. Pero es verdad que se sigue cuestionando a la mujer que habla. A Helena le ampara que los libros de historia cuentan lo mismo que ella, pero nadie se ha preocupado en pensar si ella lo pasó bien o mal. Esto se repite en el caso de la Manada, alegando que la mujer que sufrió el abuso sexual disfrutó.
Tiene que ir directamente ligado a la violencia para que te crean. Eso es lo que habría que cambiar. Una persona no tiene por qué ser torturada, pegada o marcada por fuera. Está marcada por dentro y con eso tendría que servir.
Helena no tuvo a su lado ni a su propio padre, el dios Zeus. ¿Cómo vive su desamparo?
A pesar de que sea un dios muchas personas entienden los reproches hacia el padre natural. El teatro sucede en el momento, aquello que se cuenta está ocurriendo y hace que el espectador lo sienta. Esto llega a aquellos que hayan podido tener crisis con sus padres y con el tiempo sigan teniendo cuentas pendientes.
Pero el reproche va dirigido también a la religión, que manda tan absolutamente en la vida. Por eso los clásicos siempre parecen tan actuales. Sigue ocurriendo. En España vivimos en una sociedad cristiano católica, apostólica y romana. Esta relación entre el poder eclesiástico, el poder político y social te conduce al reproche, a ese dios.
Además, con la palabra Zeus te puedes cagar en su puta madre, con la palabra dios está prohibido. Mira la situación en la que está envuelto Willy Toledo por haberlo dicho, que manda narices. Yo de hecho en una función en el teatro de la Abadía decía “me cago en Dios” y se me prohibió. Fue la primera vez en mi vida que me pasó. Aquí nos cagamos en Zeus, pero aprovechamos y hacemos el pack.
Después de seis años, ¿qué se ha quedado de Helena en Carmen?
Haberla interpretado durante todos estos años de manera discontinua ha sido muy interesante para mí como mujer. Estoy segura de que lo que me moviliza ahora no tiene nada que ver con lo que me movilizaba hace seis años. Tenemos intención de hacer la obra toda la vida. Porque siempre es actual y válida. Miguel y yo siempre imaginamos cómo será cuando tenga 70 años. Al ser eterna da igual que tengamos el personaje y yo. Es un legado que me ha hecho en vida.
Ha comentado que esta obra le destroza pero también le purifica.
Nunca he entrado en trance como me ocurre con Helena de Troya. Este texto me lleva a una catarsis inevitable, cosa que no me ha pasado en ninguno de los trabajos que he hecho, y aquí fue desde la primera representación. Yo utilizo todas mis armas como actriz para hacer creíble el dolor que pasa quien interpreto, pero sin sentirlo yo. Y esta fue una de las primeras veces que no pude. En cada función hay momentos que no sé qué me pasa que no puedo soportarlo y me parto. Soy yo quien llora, me destruye, me da mucha pena. A la vez hay algo en este personaje que es muy sanador. Me duele mucho, una barbaridad, pero también me limpia, me lava y me purifica.