Vicenta Flores busca en el ADN sus orígenes truncados por la represión franquista: ¿es la hija de un anarquista enterrado en la fosa de Paterna?
Viernes 14 de junio, cementerio de Paterna (Valencia). Hace un sol de justicia y Arlette Pujol, de 63 años y nacionalidad francesa, recibe a pie de fosa las explicaciones del arqueólogo Álex Calpe sobre las pruebas de ADN que, a finales de año, permitirán saber si su madre, Vicenta Flores Ruiz, es realmente la hija del dirigente anarquista Melecio Álvarez Garrido, cuyos huesos yacen en el cementerio de Paterna. “El enigma sigue en pie, hemos avanzado pero no hay nada que valide su identidad”, dice la mujer.
Arlette Pujol ha viajado desde Suiza, donde reside, para visitar a su madre que, con 85 años y aquejada de alzhéimer, vive en una residencia en Benicàssim. “Reconozco que tuve mucho rechazo hacia España, porque creía que era inadmisible a nivel de los derechos humanos y de la dignidad humana”, cuenta Pujol a eldiario.es. No en vano, su madre arrastra una biografía kafkiana por obra y gracia de la represión franquista de posguerra.
Vicenta contó a sus hijos retazos de su infancia. Recordaba haber aparecido junto con otros niños en un tren que se dirigía desde Valencia hacia Madrid. Cuando llegó al Colegio de la Paz, dijo a las monjas que se llamaba Vicenta Álvarez, que vivía en la calle Ramón y Cajal número 10 de Valencia y que era hija de Melecio Álvarez Garrido.
El 6 de abril de 1940, las monjas escribieron una carta al jefe de la Policía de Valencia para averiguar el paradero del supuesto padre. “Interrogada esta menor (...) las hermanas han podido conocer los siguientes datos: que estuvo bajo la protección de Melecio Álvarez Garrido y de Dolores Luzón, que primeramente vivieron en Ramón y Cajal (...) y que el tal Melecio era capitán de los rojos”, reza la carta reproducida en el libro Els nens perduts del franquisme (Proa, 2002) de Ricard Vinyes, Montse Armengou y Ricard Belis.
El anarquista, al igual que en su expediente de la prisión celular de Valencia, respondió que no tenía hijos aunque, según creen sus posibles descendientes, escribió una carta a Villalpando, su pueblo natal de Zamora, para que unos familiares se ocuparan de la cría. El 23 de octubre de 1940 fue fusilado y enterrado en la fosa común donde, casi ochenta años después, su supuesta nieta busca respuestas en las pruebas de ADN. La chiquilla obtuvo nuevos apellidos, sin que sepa quién se los adjudicó, y pasó de familia en familia hasta recaer en la casa de un matrimonio sin hijos de Herencia, un municipio situado al norte de la provincia de Ciudad Real.
Desde muy joven consiguió regresar en un par de ocasiones a Valencia y localizó la casa donde había residido de niña así como a algunas de las mujeres que la cuidaron durante la Guerra Civil. Incluso encontró los muebles de su padre. Le explicaron, según el relato de la mujer, que no podía quedarse allí y que su madre biológica falleció durante el parto. Consiguió localizar a Dolores Luzón, al parecer la última compañera de Melecio Álvarez y la mujer que la subió a un tren con destino incierto, pero en plena posguerra tenía miedo y no dejó que se quedara.
Andando el tiempo, Vicenta se enroló en un grupo de teatro y conoció en Barcelona a quien sería su futuro marido, un hombre de Perpinyà que estaba de vacaciones. En Francia, donde tuvo seis hijos, montó junto a su marido un pequeño hotel restaurante en una localidad cerca de París. “Pensaba que había sido una mala persona, que por eso la gente la abandonaba y decidió tener seis hijos”, cuenta su hija quien cree que su madre pensó: “Si no tengo pasado tendré un futuro”.
La mujer “vivió sin que la creyeran, hablaba muy poco, pero tenía una resiliencia extraordinaria, era alguien que optó por la vida, que siempre fue positiva”, sostiene su hija. Gracias a la periodista de TV3 Montse Armengou, confirmó que Melecio Álvarez Garrido efectivamente existió. Vicenta Flores apareció en el documental Els nens perduts del franquisme y conoció al anarquista valenciano Isidro Guardia que había tratado muy de cerca a Melecio Álvarez. Guardia, fallecido en 2012 y autor de la novela Otoño de 1941 (Denes, 2007), recordaba a la hijita de su amigo y le explicó algunos detalles de la vida del dirigente anarquista.
Con 73 años, Vicenta Flores decidió -para sorpresa mayúscula de sus seis hijos- trasladarse con su marido desde Francia hasta un pueblo de Castellón para reiniciar la búsqueda de sus raíces. “Cuando supo que su padre estaba en una fosa común, es ahí cuando se pierde la pista. La única cosa que era cierta es que pudo validar que sus recuerdos y los nombres eran correctos y reales”, cuenta su hija.
En 2016, su marido falleció y ella fue ingresada en una residencia de ancianos en Benicàssim. Su hija Arlette supo recientemente que la Diputación de Valencia financia las excavaciones en la fosa común y las pruebas de ADN y contactó con el área de memoria histórica de la institución provincial que la puso en contacto con los responsables de Arqueoantro que excavan la fosa. Fue así como decidió retomar el hilo de las indagaciones que inició su madre.
Durante su estancia en la capital del Turia, la mujer ha visitado en dos ocasiones los trabajos arqueológicos de la fosa y también aprovechó su visita para consultar el rastro de Melecio Álvarez en los archivos públicos valencianos. Así, en el Arxiu del Regne encontró el expediente penitenciario y el sumario del Tribunal de Responsabilidades Políticas que han aportado algunos datos desconocidos sobre el miliciano fusilado.
Álvarez Garrido, explica el profesor de la Universitat de València, Javier Navarro, fue un “destacado militante” del Sindicato de Gastronomía de la CNT en Valencia con una “clara influencia sobre jóvenes camareros”. Navarro, investigador del anarquismo valenciano, relata que el dirigente anarquista “estuvo vinculado al Comité Ejecutivo Popular al principio de la guerra y la revolución y después en la organización de las columnas confederales”. “Fue comisario de la 82 Brigada Mixta cuando las columnas se militarizaron”, añade.
La sentencia que lo condenó a muerte estableció como hechos probados que Melecio Álvarez, afiliado a la CNT, fue comisario político durante la Guerra Civil y que “intervino personalmente en la incautación del hotel Alhambra [un edificio situado entre las calles Periodista Azatti y Convento San Francisco]”. El tribunal militar franquista también lo acusaba -evidentemente sin las más mínimas garantías jurídicas- de haber asesinado a tres individuos siendo delegado del Comité Ejecutivo Popular del Tribunal Especial de Justicia, hecho por otro lado perfectamente plausible en el contexto de la violencia en la retaguardia republicana.
Arlette Pujol pretende trazar la biografía de quien podría ser su abuelo con la ayuda de los archivos militares y de los registros civiles. “Estoy intentando constituir una cronología a la vez histórica y personal”, dice Pujol. La mujer lamenta que su madre “tiene ahora 85 años, pronto 86, no tiene fecha de nacimiento ni apellido y, como ya no tiene memoria, morirá siendo alguien que no existió”.
Las pruebas de ADN determinarán si son hija y nieta de Melecio Álvarez Garrido, camarero y miliciano anarquista.