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Un brote de peste en Madagascar causa más de 100 muertos y casi 1.300 casos infectados

Pacientes infectados con la peste están en cuarentena hospedados en tiendas donadas por UNICEF.

Gabriela Sánchez

Durante cinco días, Innocence padecía un gran cansancio, dolores de cabeza y presión en el pecho. También sentía miedo ante la confirmación de sus sospechas. “Después, tuve un síntoma más preocupante: empecé a escupir sangre. Había hecho una formación sobre peste pulmonar, fui al hospital para hacerme algunas pruebas”, relata la mujer de 33 años, doctora en Madagascar.

Los resultados lo ratificaron: era una de las infectadas por la epidemia que ya ha acabado con la vida de 124 personas en la isla africana desde agosto, según los datos oficiales.

Innocence identificó rápidamente que podía tratarse de esta enfermedad y había recibido formaciones especializadas porque, en Madagascar, la peste es endémica, pero en su tipo bubónico. Cada año, el país registra alrededor de 400 casos. No obstante, el brote actual, que ha contagiado a 1.297 personas desde agosto, ha activado las alarmas de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La Agencia de Naciones Unidas está luchando “a contrarreloj” para frenar su rápida expansión, según explicó el pasado viernes Ibrahima Soce Fall, director de emergencias para África de la OMS. “En las comunidades, hay gente que tiene miedo, están asustados con la multiplicación de los casos, pero también hay mucha gente que puede continuar su vida con normalidad”, describe a eldiario.es Tomislav Jagatic, doctor de Médicos Sin Fronteras (MSF) que trabaja sobre el terreno para apoyar al Ministerio de Salud malgache en la respuesta a la epidemia.

Por qué este brote es diferente

Más allá del alto número de casos registrados durante solo dos meses, las razones que incrementan la preocupación de los especialistas sanitarios se encuentran en el “cuándo”, el “dónde” y el “cómo” de los efectos del brote: la epidemia ha comenzado antes de la temporada habitual, están surgiendo más casos en ciudades que en zonas rurales, lo que provoca la multiplicación de los contagios, y, además, el tipo de peste que más se está propagando es la neumónica, la forma más mortífera de la enfermedad, aunque también se han registrado casos del tipo bubónico, menos peligrosa.

Según los datos oficiales, de las 1.297 personas infectadas a 24 de octubre, 846 han contraído la peste neumónica y 270 se han infectado con la bubónica. Por el momento, solo se ha registrado un caso del tipo septicémico. En 180 de los casos, el tipo de enfermedad no ha sido identificado.

Mientras que la peste bubónica se contagia a través de pulgas infectadas de

mamíferos comunes, la peste pulmonar se transmite entre humanos. “Madagascar registra casos del tipo bubónico cada año en la zona alta de las montañas, donde la enfermedad es transmitida por ratas, pero en ciudades como Tamatave (la ciudad de origen del que parece que fue el primer infectado) no hay casos regulares de peste en los últimos años”, apuntan desde Médicos Sin Fronteras, que ha colaborado en la creación de un centro de tratamiento y clasificación de peste para abordar la epidemia.

Un rápido diagnóstico es fundamental para sobrevivir. “No recibir tratamiento para la peste puede ser fatal rápidamente, pero una valoración temprana es esencial para sobrevivir y reducir las complicaciones”, alertan desde la OMS. Los antibióticos y la terapia de apoyo es efectiva, insisten, siempre que los pacientes sean identificados a tiempo.

Con ese objetivo, el Ministerio de Salud del país y las organizaciones internacionales también buscan informar a la población sobre los síntomas del brote y su tratamiento. “Vamos a las comunidades, hablamos con ellos y contestamos en sus preguntas. Explicamos que, si sienten algún síntoma tienen que acudir al hospital o llamar al número de teléfono habilitado porque, si se detecta pronto, se cura muy rápido”, dice Jagatic, de MSF.

Innocence es uno de esos casos que confirma la rápida recuperación derivada de una detección temprana. “Me pusieron una inyección y me quedé en el hospital. Mi familia estaba asustada. A partir del segundo día, los síntomas comenzaron a desaparecer: glándulas hinchadas, dolores de cabeza, etc. Mientras me sentía mejor, empecé a ayudar al personal médico de aquí a pesar de que todavía me estaba recuperando”, relata la doctora en un testimonio recogido por MSF.

“Tuve la peste y me curé”

Pero también sus palabras dan cuentan de otra de las realidades que suelen seguir al contagio en este tipo de brotes: el miedo, el estigma y la importancia de frenarlos con información. “No sé si mi familia está lista para que regrese a casa. Dicen que sí, pero puedo sentir que todavía están asustados. Así que me alejo para dejar a mi familia en paz. Quiero ser positiva y no quiero vivir con esto como un secreto secreto: tuve la peste y me curé”, reconoce Laurence a la ONG.

“Ocurre a menudo. El estigma suele pesar sobre aquellos que han sobrevivido a la enfermedad. Para ello, vamos a las comunidades para recordar que, una vez que el paciente ha recibido el tratamiento y se ha curado, es seguro. No puede contagiar a nadie”, señala el médico de MSF. “El doctor se sienta con ellos y les repite: tú no tienes peste. No estés preocupado por contagiar a la gente, porque ya no estás enfermo”.

El origen de la epidemia

Hace dos meses, el 23 de agosto, un hombre de 31 años procedente de la ciudad portuaria Tamatave visitó la zona montañosa de Ankazobe, cuando desarrolló unos síntomas que parecían ser los de la malaria, según los datos de la OMS. Cuatro días después, durante el viaje de vuelta a casa, comenzó a sentir complicaciones respiratorias durante su viaje en taxi compartido. Su dolencia empeoró y, finalmente, murió.

Su cuerpo fue trasladado al hospital más cercano, donde fue preparado para recibir la sepultura “sin seguir procedimientos seguros”, explican desde la agencia de la ONU. Semanas después, las autoridades sanitarias del país pudieron constatar que se trataba del primer caso conocido de la nueva epidemia.

Poco después, enfermaron 31 personas “que habían tenido contacto con el caso, ya sea a través de contacto directo con el fallecido o que tenían vínculos epidemiológicos”. Cuatro de ellos murieron.

El brote no fue detectado hasta el 11 de septiembre, detalla la OMS, tras la muerte de una mujer de 47 años procedente de Antananarivo, ingresada en un hospital con un fallo respiratorio causado por la peste pulmonar. Fue entonces cuando las autoridades sanitarias del país movilizaron las investigaciones.

En la actualidad, la ciudad portuaria de Tamatave, donde parece situarse el origen del brote, tiene una de las concentraciones más altas de casos de peste pulmonar en el país, con 261 casos y 10 muertes desde el inicio de la epidemia.

Las agencias de la ONU y organizaciones internacionales se muestran optimistas sobre su capacidad de erradicar la epidemia. “La peste es una enfermedad terrible, pero una acción rápida y práctica puede reducir drásticamente el número de muertes y poner fin al brote”, insiste Luca Fontana, especialista en agua y saneamiento de MSF.

“Confío en que el fuerte equipo que tenemos en el terreno, unido con otras organizaciones que están viniendo a apoyar y los trabajadores sanitarios, seremos capaces de revertir el brote”, enfatiza desde la OMS Soce Fall, en declaraciones recogidas por Reuters.

Proyectos universitarios cerrados

Lluís Socias Martínez, científico español experto en primates lemures, viaja de forma habitual a Madagascar para desarrollar su tesis doctoral. Socias estaba en el país africano hasta este viernes, pues, relata a eldiario.es, ha tenido que regresar a España debido al cierre del German Primate Center, donde realiza su investigación, a causa de la multiplicación de los casos del brote.

“Algunas universidades y escuelas han cerrado por prevención. Algunos compañeros malgaches están bastante preocupados. Desde la semana que viene se han doblado los casos de infectados, y están muy pendientes sobre cómo evoluciona”, explica el investigador. “Un estudiante nos ha pedido si le podíamos enviar mascarillas porque parece que hay ruptura de stock. Están asustados porque empiezan a ver que gente que conoce contraen la enfermedad”, añade el científico.

La desconfianza ante las autoridades sanitarias sumado al fantasma del estigma, frena la decisión de acudir al médico en algunas comunidades. “Aquí las personas tienen miedo de ir al médico. Hay rumores de que cuando vamos al médico [por la peste] no salimos vivos, que los doctores nos matan. Pero eso no es verdad...”, dice Angelot Solonantenanaina, paciente del centro en el que colabora MSF. “Si salgo curado, le explicaré a la gente que necesita ver al médico cada vez que algo anda mal”.

“La gente tiene miedo de ir al médico”

Los diferentes actores movilizamos para acabar con la epidemia tratan de llegar a las personas reacias. “Intentamos transmitir a las comunidades que podemos ayudarles, que tenemos todo lo necesario para curarles, recordándoles que todos los servicios sanitarios serán gratuitos”, indica Jagatic.

Con una mascarilla cubriendo su boca, Silavina Hantanambinina explica por qué acudió rápidamente al centro junto a su hija. “Personalmente, no dejé que el miedo o la vergüenza dominaran mi mente. Solo pensé en la curación porque la vida es lo más importante”, defiende la mujer ante las cámaras de MSF. Contrajo la enfermedad tras ser contagiada por su pequeña hija, que está a punto de recibir el alta.

Hantanambinina tendrá que esperar cuatro días más, pero también se recuperará y se enfrentará a una segunda batalla. “Solo necesito que me salven. Si tengo que ser excluida de la sociedad cuando llegue a casa, cuando termine mi tratamiento, no tendré miedo”, concluye.

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