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Los rescatados por el Open Arms, tras conocer el permiso de 45 días en España: “Quiero demostrar que puedo quedarme”

2 de julio de 2018. Migrantes se sientan el barco español Open Arms después de ser rescatados el pasado sábado.

Gabriela Sánchez

A bordo del Open Arms —

Mientras la mayoría de sus compañeros bailan en el Open Arms, Tagnabou Elvis permanece sentado en silencio ajeno a la fiesta improvisada a escasos metros. No quiere unirse al resto, insiste. Sus dolores en el hombro y la cabeza dificultan que su mente se despida del todo de Libia, pero tiene una pregunta. “Cuando lleguemos a España, ¿cómo puedo aprender a hablar vuestra lengua?”.

El joven de Burkina Faso acaba de conocer la noticia. El Gobierno español ha concedido a los 60 rescatados del Open Arms un permiso de residencia legal de 45 días, el mismo que otorgó a los migrantes del Aquarius. Hoy respira más tranquilo que ayer. Elvis ahora no piensa en qué pasará tras ese periodo de tiempo. Solo parece centrarse en empezar cuanto antes en el lugar que cree que está dispuesto a acogerle.

“Estoy preparado. Quiero aprender la lengua cuanto antes para demostrar que puedo quedarme”, dice el joven de 22 años en un buen inglés. Uno de sus compañeros de viaje le pide que le traduzca las explicaciones que han empezado a recibir sobre ese “ahora qué” que tanto preguntaban a la tripulación desde que fueron rescatados este sábado por la ONG catalana en las aguas del Mediterráneo.

Este martes, todas las personas rescatadas recibirán una sesión informativa más detallada para ayudarles a entender el proceso que les espera a su llegada a Barcelona, programada para este miércoles, aunque ya se les va contando en grupos la decisión del Gobierno de mantener un dispositivo de recepción similar al activado con la llegada del Aquarius, con 630 personas bordo, tras la presión del Ayuntamiento de Barcelona.

Muchos han calmado su ansiedad después de saber que, al menos, no serán encerrados en Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE) nada más desembarcar en Barcelona. Tendrán tiempo para recuperarse de su paso por Libia, recibir asistencia jurídica y solicitar protección en España si lo requieren.

Algunos responden con entusiasmo, como Honoree, de 39 años. El camerunés eleva los brazos, mira al cielo y da las gracias una y otra vez. Sabe que no todo será fácil, dice, pues temía un encierro inmediato después de su largo periplo, cargado de abusos, tortura y explotación.

El grupo de egipcios acoge la noticia con mayor cautela. “Y después de esos 45 días, ¿me van a encerrar y expulsar a Egipto?”, responde de forma inmediata Mustafa y otros compatriotas tras conocer la información. Para esa pregunta todavía no hay respuesta.

Mientras varias personas rescatadas se agrupan para escuchar las novedades sobre su llegada a España, Judith, de República Centroafricana, escucha atenta antes de pedir alguna aclaración a sus compañeros. La mujer, que escapó de su país junto a su hijo pequeño y su marido en 2016 de la persecución sufrida por motivos religiosos, sonríe y mira al cielo. “Gracias”, dice antes de regresar a la manta en la que suele pasar las horas de espera hasta Barcelona.

El silencio suele reinar en la zona restringida para mujeres. Durante estos días de viaje, ellas tienden a permanecer tumbadas durante buena parte del día. Algunas prefieren no hablar sobre sus años vividos en Libia. Las organizaciones especializadas han documentado la violencia sexual de la que son objeto las mujeres a su paso por el país de tránsito. Son solo cinco y, para garantizar su intimidad, eldiario.es no detallará las difíciles experiencias que tratan de olvidar.

Las violaciones son sufridas por mujeres y hombres, pero, según los informes de numerosas ONG, la explotación sexual se ceba especialmente con ellas. A su llegada a Barcelona tendrán un tiempo para asumir lo vivido en Libia y, si es su caso, comenzar un largo proceso de reparación.

Los episodios de tortura en Libia se repiten

La música sigue sonando mientras Tagnabou Elvis nos relata su historia. Él sí quiere contar los detalles. Su cautiverio en Libia fue solo uno, pero se extendió durante un año y tres meses. Recuerda con claridad cada una de las fechas y periodos de tiempo de sus dolorosas etapas en el país de tránsito.

Su decisión de escapar de Burkina Faso se produjo poco después de una de esas fechas que tiene grabadas a fuego: “El 15 de enero de 2016 mi hermano fue asesinado en el atentado del Estado Islámico en un hotel de Uagadugú”, relata el joven de 22 años.

Los golpes diarios propinados por las milicias que le dejaron atrapado durante la mayoría de su estancia en Libia, describe, le han dejado secuelas. Dos cicatrices abultadas, muy visibles, en el lado izquierdo de su cabeza y uno de sus hombros. Las marcas de quemaduras y breves descargas eléctricas de las que era objeto cuando los “criminales”, indica, le forzaban a llamar a su madre y exigir dinero a cambio de cesar con sus abusos.

“Ella no tiene dinero. Yo lo sabía. Pero me obligaban a llamarla y ella escuchaba mis gritos de dolor”, lamenta Elvis, quien aún no ha podido hablar con ella para decirle que está a salvo, que ya está muy cerca de Europa. Los episodios de tortura en Libia se repiten entre los testimonios de las personas rescatadas del Open Arms. Sin excepción.

Uno de los momentos que aparecen de forma reiterada en la cabeza de Elvis, relata, ocurrió durante su encierro en un búnker sin ventanas de Libia. Cada noche, indica, la milicia que lo capturaba elegía a una persona. “Cada día asesinaban a uno delante de nosotros. Todas las semanas traían a gente nueva. Mataban, dejaban hueco y traían a gente”, explica el joven de 22 años. Recuerda cuando fue el turno de su amigo. Con el que compartía agua y comida durante sus meses de cautiverio. Se llamaba Frank y tenía 23 años.

Un joven egipcio gira la cabeza hacia un lateral para poder escuchar los detalles que se conocen hasta ahora de su acogida. “Los criminales libios me pateaban la cabeza por la noche. Me despertaba con sangre corriendo por mi oído”, explica el hombre de 28 años. “¿Podré ir al hospital en España?”, pregunta.

En un primer momento, el Gobierno español pensaba no conceder el mismo permiso temporal de estancia legal en España que otorgó a los rescatados por el Aquarius. Según argumentaban desde vicepresidencia, se trataba de una medida “excepcional” ante la “emergencia” y “vulnerabilidad” de quienes fueron salvados por el buque de Médicos Sin Fronteras. En los testimonios de tortura, explotación y abusos de quienes llegarán este miércoles a Barcelona no aparecen las diferencias.

“Todos, todos hemos pasado por torturas y abusos en Libia. Todos tenemos una historia de terror. Por eso yo prefería morir en el agua que seguir un día más allí”, dice Elvis, ya con la música apagada y con la mayoría de sus compañeros acostados.

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