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Kenia anuncia el cierre de los macrocampos de refugiados de Dadaab y Kakuma

Mercado principal de Dadaab; el campo ha dado lugar a una ciudad a lo largo de sus 24 años de historia. / Sabina de Vicente.

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El Gobierno de Kenia, regido por Uhuru Kenyatta, ha anunciado este viernes el cierre de los campos de refugiados de Dadaab y Kakuma, que acogen a unas 650.000 personas, la mayoría somalís y sursudaneses, “lo antes posible”. El Ejecutivo ha comunicado que ya ha disuelto el Departamento para Asuntos de Refugiados.

El secretario de Estado de Interior, Karanja Kibicho, ha asegurado que “debido a una cuestión de seguridad nacional”, el Gobierno ha decidido que no acogerá más refugiados a pesar de ser conscientes de que esta decisión “tendrá consecuencias adversas para sus vidas”.

En el campo de refugiados de Dadaab, situado en el noreste de Kenia, es el más grande del mundo. Se creó entre octubre de 1991 y junio de 1992 para dar cobijo a los refugiados que huían de la guerra civil somalí que culminó en 1991 con la caída de Mogadiscio y la salida del gobierno central.

El comunicado del Gobierno keniano apunta que, pese a los intentos de repatriación de refugiados firmado con Somalia, muy pocos se han llevado a cabo. Su decisión es, por tanto, cambiar de estrategia y cerrar los campamentos en los que viven cientos de miles de personas.

Para los refugiados, salir del campo de Dadaab es muy complicado. Los refugiados no tienen permiso de trabajar más allá de las fronteras del campamento y son muy pocos los que han mostrado un deseo manifiesto de regresar a sus hogares. Las hambrunas y los ataques de Al Shabaab en Somalia han ido aumentando con el tiempo la población del campo, desde su creación.

El resultado es que, en ls más de veinte años de vida de Dadaab, han dado a luz a dos generaciones de somalíes que nunca han conocido el país de sus progenitores.

Pero el secretario de Estado de Interior ha sentenciado que “la acogida de refugiados tiene que terminar”. No es la primera vez que Kenia avanza en este sentido. El año pasado, el Gobierno ya comunicó sus intenciones de cierre y recibió numerosas críticas a nivel internacional. El Ejecutivo justifica su decisión, entre otros motivos, por el temor a que terroristas se infiltren en estos campos, que albergan a miles de refugiados.

El debate sobre la presencia de campos de refugiados en Kenia se avivó después de la masacre en la Universidad de Garissa, que costó la vida a 148 personas, por parte del grupo terrorista somalí Al Shabab. El entonces ministro del Interior, Joseph Nkaissery, aseguró que los campos de refugiados eran lugares “inseguros” en los que se escondían “delincuentes y terroristas”.

Kenia pide ahora la colaboración de la comunidad internacional, para que apoye esta decisión y el cierre se produzca minimizando “el dolor y el sufrimiento de los refugiados”.

Médicos Sin Fronteras ha pedido al Gobierno keniano que recondisidere la decisión del cierre de los campos, ya que “peligra la vida de cientos de miles de personas”.

Por su parte, Human Rights Watch ha ido más allá y ha afirmado que el cierre de los campamentos y la medida anunciada por el Ejecutivo no se ajusta a la ley, ha indicado Kenneth Roth director ejecutivo de la ONG. En un comunicado, la organización denuncia que Kenia no puede “dar la espalda a las personas que necesitan protección ni a los principios fundamentales que se ha comprometido a respetar”.

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