Haifa Zangana: “Los países árabes quieren democracia, pero Occidente no tiene ningún interés en ello”
Ni siquiera el dolor por el sufrimiento de su país consigue arrebatarle del todo el buen humor. Haifa Zangana (Bagdad, 1950) es una mujer menuda, de rasgos serenos y modales lentos, detrás de los cuales se esconde una trayectoria abrumadora: novelista, artista, incansable activista política.
Es conocida por ser autora de títulos como La ciudad de las ventanas: la perspectiva de una mujer iraquí sobre la guerra y la resistencia, Soñando con Baghdad y El torturador en el espejo, este junto con Ramsey Clark y Thomas Ehrlich Reifer. También ha editado en árabe Una fiesta para Thaera: las mujeres palestinas escriben sobre la vida, una colección de relatos cuyas autoras fueron prisioneras palestinas.
El pasado abril estuvo en las 'Trobades [encuentros] Albert Camus' celebradas en Sant Lluís, Menorca, junto a destacadas personalidades de la cultura mediterránea. En una conversación con eldiario.es reflexiona sobre la situación de Irak 16 años después de la invasión, la guerra en la vecina Siria o los derechos de las mujeres.
Si alguien ahora llegara con una máquina de tiempo y pudiera elegir vivir en Irak bajo Sadam Hussein o en la actualidad, ¿qué le aconsejaría?
Recomendaría no tener que hacer esa elección en absoluto. Nuestra lucha contra la dictadura era auténtica, nos enfrentamos a un régimen opresor que metía a la gente en la cárcel. Había abusos de derechos humanos. Es cierto que no era tan malo como se volvió después. Muchos iraquíes dicen: antes teníamos un dictador, y ahora no sabemos qué tenemos, porque hay demasiados y no sabemos cómo afrontarlos. Pero los iraquíes merecen algo mejor que el régimen anterior o este, que nos ha metido en un pozo todavía más profundo.
En España a veces se escucha la opinión: “No hay que intervenir contra dictadores árabes, porque esos pueblos no están preparados para la democracia, o no la necesitan”. ¿Qué respondería?
¡Por supuesto que quieren democracia! Pero son los países occidentales los que no la quieren. ¿Cuántos países han invadido a favor de una democracia de verdad? ¿En cuáles han derrocado a gobiernos democráticos? Haga la lista, verá que no tienen ningún interés en ello. El pueblo [en Irak] sí tenía muchas ganas de una democracia.
Al margen de los defectos de este sistema, que los tiene, pensaban que iba a traer estabilidad. Lo que más quiere la gente es esa estabilidad. Quieren asegurarse de que sus hijos vayan al colegio por la mañana. Quieren estar seguros de que pueden ir al médico cuando están enfermos en lugar de morirse, o de tener un trabajo para vivir con dignidad. Es cierto que en la Primavera árabe, todos los eslóganes en las calles de El Cairo, Túnez, partes de Irak o ahora en Argelia, todos hablaban de libertad y de dignidad, de trabajo, no de democracia. Porque sabemos muy bien que si tienes tu libertad, si tienes tu dignidad, si tienes trabajo, si la economía marcha, esa es la verdadera democracia, no ir a votar en quién sabe qué elecciones.
Con la llegada de refugiados sirios a Turquía, una de las pregunta que se hacía a los periodistas europeos era: “¿Por qué Europa permite que Asad nos masacre y no interviene?”. Tras la experiencia en Irak, ¿habría aconsejado una intervención militar extranjera contra Asad?
No, en absoluto. Estamos por supuesto del lado de la rebelión, aunque algunas rebeliones han sido secuestradas. Pero eso no quiere decir que uno pida que ocupen su país. En absoluto. Durante las sanciones en Irak pedíamos todo tipo de medidas, salvo la invasión. No es una opción.
¿Qué se puede hacer entonces, desde fuera, ante una cruel guerra como la de Siria?
Dejar de apoyarlo. Con eso basta. Arabia Saudí mata a gente, ayer ejecutó a 37 personas. Con Irán e Irak, está a la cabeza de la lista de ejecuciones en el mundo. No los apoye. No apoye a dictadores. No les mande armas para matar a su pueblo, si es que quiere ayudar.
Y quienes se oponen a esos gobiernos, ¿qué pueden hacer? ¿con qué espacios cuentan?
Están los espacios que la humanidad ha creado: Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad, el Tribunal de La Haya... que deberían ocuparse de estos problemas. ¿Por qué no activarlos cuando hay criminales de guerra? Ahí está Tony Blair y nadie lo interroga, mientras sí se interroga a gente en África. Que estas instituciones hagan su labor. Pero seguimos apoyando a dictadores y criminales de guerra. En Irak estábamos luchando contra la dictadura, ellos la apoyaban. Luego de repente decidieron, vale, vamos a cambiarla por otra cosa. Nadie preguntó a los iraquíes qué querían. Ni entonces ni ahora.
Como en Libia.
Exactamente. Entra otro ejército, las milicias... Hay ahí cuatro países, una potencia apoyando a tal bando, otro a tal otro. ¿Diría que es una decisión del pueblo libio?
¿Debería ser juzgado también José María Aznar, en su opinión?
Creo que eso lo debería decidir su propio pueblo. Pueden decir: este hombre nos gobernaba y nos ha mentido. Debemos juzgarlo porque tenía un cargo de responsabilidad para el que lo elegimos y no hizo bien su trabajo, nos engañó. Si se trabaja en una pequeña tienda y desaparecen diez euros de la caja, se puede llamar a la policía y lo investigará. ¿Por qué no se puede hacer lo mismo con los políticos? Roban, mienten, falsean noticias, invaden, hacen todo, y estamos en democracia....
Asad parece que ya ha ganado militarmente. ¿Qué tienen que hacer ahora el resto de países? ¿Reconocerlo o no?
Creo que una vez más, el mundo está dividido. Rusia, Estados Unidos o Francia están suministrando armas a un bando u otro. En un mundo ideal esto no pasaría. No podemos luchar contra los dictadores, con nuestro pueblo encarcelado, bombardeado, mientras los pueblos en Occidente no hacen prácticamente nada.
Está bien organizar conferencias, está bien salir a la calle a manifestarse un sábado cuando no se trabaja... pero si te preocupa de verdad y piensas que hay una injusticia, se deben dar más pasos. Si no se hace eso, estamos fastidiados de verdad. Europa estará fastidiada de verdad, quiero decir. Porque lo que ha sido durante muchos, muchos años nuestro problema, ahora es parte de Europa. Sea que llegan los refugiados, sea otra cosa. La gente se vuelve loca en nuestros países. Si pierdes todo, te vuelves loco, ya no te importa lo que pasa. Y eso da mucho miedo para el futuro, el nuestro y el de Europa. Tenemos que movernos, y hacerlo pronto.
En 2007, 4 años después de la invasión de Irak, usted describió la vida allí cómo “una continuación de la miseria, pero peor” y “sin final a la vista”. Han pasado otros 12 años. ¿Hay un final a la vista?
Si algo está pasando, es que va a peor. Especialmente, la corrupción, que se ha infiltrado casi en todos los ámbitos del Gobierno, de cada institución, de los más altos cargos a los más bajos. Antes la calculábamos en miles de libras [esterlinas]. Y ahora –los propios corruptos lo admiten, gracias al conflicto entre ellos mismos en el que se revelan todos esos documentos, archivos, cifras– se ha convertido en una cuestión de millones de libras, o de dólares. Por ejemplo, según el ex primer ministro Haidar Abadi, la corrupción dentro del Ejército hace que haya unas 6.000 personas que no están en el Ejército, pero que reciben sus salarios: los llaman soldados fantasma. Y lo mismo ocurre con los hospitales…
En lo que algunos llaman los felices 70, Irak era la cuna de artes, literatura y cultura de todo el mundo árabe. Pero dejó de serlo mucho antes de la invasión. Decir ahora “artes, literatura y cultura” en el mundo árabe, ¿qué implica?
Hay más novelistas, más mujeres escritoras, lo que está muy bien, hay más mujeres en posiciones de decisión altas, eso es una evolución positiva. En el caso de Irak hay exposiciones, he escrito sobe algunas. Claro que hay miedo, por el extremismo religioso, se destruyen estatuas en lugares públicos. Hay tendencia hacia un arte abstracto, que es una especie de salvador, no el figurativo, por el que los iraquíes eran famosos, sobre todo en la enseñanza académica. Es una evolución, los artistas buscan maneras de expresar su situación. Muchos han abandonado el país.
Ha trabajado sobre la situación de las mujeres para varios organismos internacionales. Al margen de la pobreza, ¿por qué en las estadísticas, la situación de la mujer en los países árabes suele salir abajo en las listas, peor que en otros países más pobres?
Buena pregunta. Creo que la causa es la pobreza en algunas partes, la falta de educación en otros países... pero lo intentan. Curiosamente, el mayor porcentaje de mujeres con estudios está en la región del Golfo. Te imaginas que las mujeres allí viven en la casa, no pueden salir… pero tienen los mejores resultados a nivel universitario. Por eso creo que es más la pobreza, la falta de educación. Y no se puede olvidar que el 40% de las guerras del mundo ahora mismo tienen lugar en el mundo árabe. Eso afecta a todo el mundo, no solo a las mujeres, también a los hombres.
El nivel educativo se está reduciendo. Lo ves. Lo ves en los estudiantes de la Facultad de Medicina en Bagdad: ven a su profesor dos veces a la semana, cuando viene de Ammán, porque no es seguro para él quedarse en Bagdad. ¿Qué tipo de educación pueden recibir? ¿Qué médico saldrá de ahí, hombre o mujer? Este declive es general en países como Irak. Palestina siempre se ha considerado uno de los países con mejor educación, gracias a UNRWA, y ahora Donald Trump dice que cortará la financiación. ¿Qué podemos esperar?
Un desastre.
Un total desastre. Afortunadamente, algunos países árabes han reducido la brecha de fondos para financiarla durante unos pocos años; no sabemos qué ocurrirá después.
¿Sueña con una revolución general de las mujeres en el mundo árabe? ¿Por dónde habría que empezar?
Creo que hay que trabajar en todos los niveles. No se puede fabricar a una mujer educada, con la mente abierta, liberada, revolucionaria, todo, sin tocar todos los factores. Empieza en casa. Afortunadamente, en Irak tenemos todavía a los padres, que tienen una educación mucho mejor que el resto, algunos hay todavía, y cuidan de sus hijos, aunque los cuidan en el sentido de que les ayudan a abandonar el país. Pero hemos visto a las mujeres en Argelia, en Sudán, realmente dan esperanza; y antes en Yemen, cuando estaban en la calle. Los regímenes opresivos no les dan espacio. Pero trabajan, no se rinden.