Son las 8:30 horas de la mañana y una larga fila de personas espera la apertura al público de la Oficina de Asilo y Refugio (OAR) de Madrid, un punto clave en la atención a quienes piden protección internacional en la capital. La acumulación de gente, incluidas familias enteras con niños muy pequeños, no se dispersará hasta la una y media de la tarde, cuando varios solicitantes, como cada día, regresarán a casa sin haber sido atendidos.
Detrás de la fila con la que amanece habitualmente el número 40 de la calle Pradillo de Madrid, denuncia Comisiones Obreras (CCOO), se esconde la “falta de personal suficiente” para gestionar el aumento de las solicitudes de asilo registrado en España en los últimos años.
Dentro de la oficina, apunta el sindicato, “se hace evidente la falta de personal que pueda turnarse para atender todo tipo de preguntas y situaciones en la ventanilla, al tiempo que atienden teléfonos y gestionan documentación”. El “limitado” personal encargado de traducir los diferentes idiomas con los que cada día decenas de personas buscan expresar sus necesidades a los trabajadores de la oficina, también se encuentra “sobrecargado” y no llega a cubrir la totalidad de las necesidades, subrayan desde CCOO.
“Existen tres puestos de plantilla de traductores-intérpretes, de las cuales solo está ocupada una desde hace años. No hay traductor-intérprete de plantilla, empleado público, de inglés, francés o árabe, con lo que continuamente hay que recurrir a personas de empresas externas, de ONG, etc”, aseguran desde el sindicato. eldiario.es se ha puesto en contacto con el Ministerio del Interior pero no ha obtenido respuesta.
En 2015, tras dos años de incremento de las solicitudes de asilo registradas en España y la formalización del compromiso de reubicar y reasentar a cerca de 17.000 refugiados, el Gobierno aprobó la contratación de 94 funcionarios interinos para reforzar la plantilla de la OAR.
Carolina Frías Ortiz, portavoz de la sección sindical de CCOO Ministerio del Interior, explica que “la mayoría de las nuevas plazas de trabajadores se destinaron al área dedicada al estudio de los expedientes de asilo”, que se encuentra en otro punto de la capital. “La atención directa está saturada y se refleja en las personas que cada mañana están en la cola: familias enteras, críos pequeños...”, añade.
La oficina de Pradillo se centra en la atención de los solicitantes de asilo, lo que incluye tareas tan diferentes como la realización de las primeras entrevistas para formalizar la petición de protección internacional, la renovación de la tarjeta que acredita haber solicitado refugio, las citas con los trabajadores sociales o la resolución de cualquier información que requieran.
Quienes buscan realizar uno de estos trámites, después de esperar la cola, son derivados al servicio correspondiente a través de la ventanilla, en el caso de que puedan ser atendidos. “La gente se va acumulando desde antes de las siete de la mañana delante de la puerta, sin que nadie les pueda organizar dependiendo del trámite que necesiten realizar o de la situación en que se encuentre su situación de petición de protección internacional”, denuncian desde el sindicato.
Según un miembro del personal de la oficina que prefiere no mencionar su nombre, “cambian la forma de proceder y organizarse cada semana debido a la gran afluencia de personas”. Por ejemplo, en estos momentos quienes pudieron solicitar cita previa para registrar una petición de asilo y realizar la primera entrevista hacen un cola específica más reducida.
“La carga de trabajo es enorme y, además, trabajamos con un colectivo muy concreto, con historias personales muy duras, por lo que el trabajo es muy estresante”, describe esta persona que, según añade, identifica la “falta de formación específica” de algunos de los trabajadores de la oficina por lo que considera que el Ministerio del Interior debería reforzarla.
“Esperé la cola dos días para nada”
Apoyada en la fachada del edificio público, María (nombre ficticio) lee un libro mientras aguarda su turno. Es la tercera vez que intenta entrar en la oficina para realizar unos trámites, relata, pero hoy, a pesar de que ya alcanza la hora de espera, se encuentra esperanzada.
“He venido dos días antes para nada. Esperé horas en la cola para que, a la una de la tarde, saliesen los trabajadores a decirnos que no podían atender a nadie más. Que nos fuésemos. Hoy es el primer día que me dan un número, parece que se están organizando mejor”, dice la mujer, que muestra uno de los papeles entregados por las empleadas a primera hora de la mañana.
María, de origen colombiano, registró su solicitud de asilo hace meses en la comisaría de Aluche, otro de los puntos donde es posible hacerlo en la capital pero ahora necesita renovar la llamada “tarjeta roja”, el documento que la identifica como demandante de protección internacional en España. Cada seis meses, este cartón pierde validez. Cada seis meses, los solicitantes deben acudir al número 40 de la Calle Pradillo sin cita previa y hacer cola sin la certeza de que su espera valdrá la pena o, por el contrario, tendrán que regresar otro día.
La 'tarjeta roja' caduca a cada seis meses porque este es el plazo máximo en el que el Gobierno debería responder todas las peticiones, según marca la Ley de Asilo. Sin embargo, el Ejecutivo tarda en resolver los expedientes una media de dos años, por lo que los solicitantes de protección se ven empujados a renovarlas cada semestre.
Retraso en la resolución de más de 21.000 solicitudes
CCOO denuncia también la “mala gestión” de la OAR. “El trabajo asignado a los instructores de asilo no está bien planificado y las cargas de trabajo no obedecen a una planificación adecuada”, apuntan. “Se han dedicado mucho tiempo a sacar trabajo atrasado y expedientes que se amontonaban durante los últimos años”, explican. Según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), a principios de año el Ministerio del Interior acumulaba un retraso de 21.000 solicitudes de asilo sin resolver que continúa sin solucionar.
Por su parte, quienes quieren registrar la petición de asilo deben solicitar cita previa a través del teléfono 060. En estos momentos, hay un tiempo estimado de alrededor de dos meses, por lo que se dan situaciones en las que personas que huyeron de sus países y llegaron a España de forma irregular podrían ser detenidas por la policía con el objetivo de abrir un procedimiento de expulsión.
Para evitar este problema, la OAR entrega, para quien lo necesita, un documento acreditativo de su intención de pedir protección internacional. No obstante, para solicitar este papel, también hay que hacer cola. Además, apunta personal de la oficina de asilo, “en el 060 no hay posibilidad de ser atendido en sus propias lenguas, hay solicitantes de asilo que no saben ni inglés ni francés, por lo que todo se complica”.
Roger (nombre ficticio) lleva solo un día en Madrid y quiere pedir asilo. Huye de Afganistán pero, para poder venir a España de forma legal, antes viajó a Arabia Saudí, donde obtuvo un visado en la Embajada de España. “Me enteré de que es aquí donde se registran las peticiones a través de internet”, explica el hombre, que trabajaba como periodista en su país de origen, en un perfecto inglés.
Unos metros más atrás un grupo de cameruneses charla para amenizar la espera. Algunos se acaban de encontrar y se saludan. Entonces, dos agentes de la Policía Nacional se dirigen a ellos de forma brusca y les gritan que se coloquen en la fila de “uno en uno”. Los agentes hablan en español y algunas de las personas a las que se dirigen no les entienden. Un policía se acerca a ellos y empuja ligeramente a uno de ellos. “¡Cuántas veces tengo que repetirlo, coño! De uno, en uno!”, asevera.
“A veces la policía se pone muy brusca. El otro día, cuando nos dijeron que no nos podían atender después de esperar varias horas, protesté junto a una señora y nos contestaron muy mal. Me decía: 'a mí no me importa de dónde venga”, después de intentar explicar que vivo a las afueras de Madrid y tardo mucho cada vez que vengo a esta oficina“, relata María, que asegura que se habrá gastado ”unos 50 euros“ en trayectos realizados ”para nada“ a la OAR. ”No me atrevo a reclamar, temo que eso influya en la decisión del procedimiento de asilo y me retiren la tarjeta roja“, dice con el documento en sus manos.
Detrás de la larga fila dibujada a las puertas de este edificio público, se esconden historias de dolor. Personas de Honduras, Afganistán, Venezuela, Nigeria, Colombia, República Democrática del Congo o El Salvador esperan con carpetas en las manos donde depositan cada documento que podría ayudar a una respuesta positiva de su solicitud de asilo. Al intentar relatar los motivos de su huida, muchos de sus ojos se empañan y piden parar. La mayoría espera su turno con resignación.
El hijo pequeño de Lara (nombre ficticio), de unos ocho años, espera sentado en el suelo el momento en el que pueda en entrar en la oficina junto a su familia. Cada vez que avanza un poco la cola, se levanta despacio, evidenciando cierto hartazgo. “Es que ya hizo esta fila hace dos días...”, le excusa su madre. También vienen a renovar su tarjeta roja y hace dos días, tras varias horas de espera, se fue a casa sin zanjar el trámite porque le faltaba un documento. “Fue culpa mía. Yo estoy muy agradecida a España”, corre a justificar la mujer venezolana. “Haré las filas que hagan falta”, concluye.