La niña que dijo “no quiero”
Hace 30 años, la vida de las niñas de Enoosaen, en Kenia, poco se separaba del siguiente guión: hacerse cargo de las tareas de la casa, casarse justo tras la mutilación genital en cuanto les llegaba la menstruación, tener hijos y llevar las riendas del hogar. Entre los Maasai, nueve de cada diez se convierten en esposas en cuanto alcanzan la pubertad. Pero Kakenya Ntaiya dijo 'no'. Estaba prometida desde los cinco años, pero tenía claro que quería seguir estudiando y convenció a su familia para conseguirlo. Tuvo que someterse a la mutilación genital a cambio. Su negativa ha permitido que varias niñas de su pueblo puedan desmarcarse de la tendencia general: abrió la primera escuela para niñas de Enoosaen, a la que asisten más de 150 niñas.
Antes de dar forma al colegio Kakenya’s Dream (el Sueño de Kakenya), estudió en Estados Unidos gracias a una beca y concluyó un doctorado en Educación en la Universidad de Pittsburg. Las relaciones internacionales, la ciencia política, el desarrollo, los derechos humanos… “me absorbieron, descubrí cuál era mi pasión, lo que mi corazón quería hacer”, contó a eldiario.es. Siendo todavía una estudiante, a los 24 años, fue nombrada la primera Joven Consejera del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA) en una carrera como activista que tenía como destino su pueblo, Enoosaen, al que regresó en 2011.
Kakenya es consciente de la pequeñez de su impacto, en términos cuantitativos, así como de la necesidad de expandirlo. El sueño crece, “las cosas están cambiando”, dice. La escuela es altavoz de conocimiento y de valores que traspasan las aulas y llegan a los padres. “Las niñas aprenden, sus padres aprenden, la comunidad entera aprende", afirma. Y ganan todos. Ahora, su objetivo es expandir el modelo a otras comunidades. El sueño de Kakenya es ya también el de Angie, de Nasieku, Naanyu, Shura, Nampayio, Juliet, Yiamat, Sikukuu, Tasmi…