- Se ha impulsado una campaña de recogida firmas contra los desalojos sin acogida, a la que se ha sumado el escritor Roberto Saviano
Giuseppe desata un amasijo de alambres para permitir entrar a las visitas. No hay puertas en su casa, sino una sucesión de vallas de aluminio que ponen coto en un camino inundado de chatarra. Dice haber anudado estas verjas para evitar que su hija, con un trastorno mental, se escape por las noches. Tras una vida itinerante, llegó a Roma con su mujer y tres hijos hace 20 años. Los últimos 16 los han vivido en este asentamiento chabolista conocido como La Barbuta, anexo al aeropuerto de Ciampino.
“En realidad todos me llaman Jumbo, como el elefante”, bromea Giuseppe, que narra una vida ligada al circo. Ahora eso se acabó. A sus 60 años asegura ganarse la vida gracias a la venta ambulante o a pequeños negocios. En su terreno hay espacio para una autocaravana, que sirve como dormitorio, y otras cuatro paredes que hacen las veces de salón, cocina y baño.
“Tenemos agua y luz gratis, al menos en eso sí le hemos ganado la partida a los políticos”, sostiene. En 2011 un incendio en el poblado les costó la vida a cuatro niños rumanos. Leyendo las crónicas de aquel día, parece que el tiempo se haya detenido o avance en círculos de 360 grados.
El entonces alcalde de la capital italiana, Gianni Alemano, culpó de desastre a la burocracia que había impedido desarrollar un plan para acabar con los campamentos ilegales y realojar a sus habitantes, de mayoría gitana. Salpicado por diversos escándalos de corrupción, esas promesas nunca se llegaron a cumplir. Se habilitó una zona con casas prefabricadas para los inmigrantes de La Barbuta, aunque al otro lado de un camino de tierra quedaron los italianos.
En una sentencia sin precedentes, un tribunal civil de Roma reconoció en junio de este año “el carácter discriminatorio” de este asentamiento e instó a la administración local a “cerrarlo inmediatamente”. En lo que llevamos de año se han registrado 71 desalojos forzados en campamentos de este tipo, el doble que en todo 2014, cuando se produjeron 34.
La Barbuta vive desde hace años en esa eterna amenaza, aunque Giuseppe no parece mostrarse demasiado preocupado. “Claro que me querría ir de aquí, pero siempre que me ofrezcan unas mejores condiciones donde vivir. Mientras tanto, no nos movemos”, sentencia.
Un centro de acogida sin condiciones
Mario, rumano de 28 años, fue desalojado hace unas semanas y trasladado a un centro de acogida en el que viven cerca de 400 personas. El lugar, más que un espacio para seres humanos, parece un depósito de vehículos desvencijados.
Este recinto, ubicado en la periférica Vía Salaria –una zona industrial por el día y prostíbulo al aire libre de noche- es una de las pocas alternativas que se le ofrece a los desalojados. Desde el exterior del edificio se dejan ver cristales rotos, ventanas cubiertas por cartones y un nido de suciedad que sólo se comprueba habitado al ver los dos larguísimos pasillos que se extienden en el interior, separando habitaciones de unos cinco metros cuadrados.
Son tres los centros de este tipo que fueron creados en Roma entre 2009 y 2012 para dar cobijo a los romaníes sin hogar. Se calcula que unos 8.000 gitanos viven en la capital italiana, de los que 2.500 permanecen en poblados ilegales.
Desde el Ayuntamiento romano señalan que facilitan asistencia médica y una ayuda de emergencia a todos aquellos que cuentan con documentos en regla y lo solicitan. En un segundo y tercer nivel también cuentan con programas para la enseñanza del idioma o la inserción laboral, pero reconocen que apenas se pueden aplicar por la falta de fondos.
Un proceso de corrupción: Mafia Capitale
Algunos programas se han abierto y se han cerrado apenas medio año más tarde, al conocerse irregularidades entre los adjudicatarios de las concesiones y de la administración, en un gran proceso de corrupción conocido como Mafia Capitale. Con un consistorio asediado por tantos escándalos que han terminado por provocar la dimisión del alcalde Ignazio Marino, explican que las deficiencias se deben al recorte del 58% en gasto social que se ha registrado desde 2008 hasta hoy.
El deja vù se completa al escuchar que los recortes y las trabas burocráticas mantienen congelado un plan para el realojo de la población gitana. La organización 21 de Julio, que vela por los derechos de este colectivo, sostiene que el incremento de los desalojos se debe a la celebración del año jubileo, por el que se prevé que millones de turistas visiten Roma a partir del próximo 8 de diciembre.
El presidente de la asociación, Carlo Stasolla, afirma que “ésta es la vergüenza romana”. “El empeño de la administración es mantener a las personas en un estado de segregación, sin gastar un solo euro en la inclusión social”, denuncia.
Según los datos de la agrupación, la falta de presupuesto no es del todo cierta, pues el año pasado calculan que el Ayuntamiento destinó 8 millones de euros en gestionar la política de realojo, lo que equivale a unos 33.000 euros por familia. El problema, de acuerdo con las cifras del 21 de Julio, es que el 90% del montante fue a parar a la gestión de los centros, el 4% a la seguridad y sólo un 5% a la escolarización de los menores.
Para frenar esta espiral de desalojos sin acogida han organizado una campaña de recogida de firmas, a la que se han sumado entre otros el escritor italiano Roberto Saviano. Desde el gabinete de la alcaldía aseguran desconocer el número de campamentos ilegales derruidos, aunque niegan cualquier relación con la conmemoración del año santo. Ni los poblados están en zonas por donde pasarán los turistas, ni las operaciones se planifican en unos pocos días, explican.
El Papa Francisco ha anunciado que entre el próximo 23 y 26 recibirá en el Vaticano a cerca de 5.000 gitanos de América, Asia y Europa, con la intención de mostrar el acercamiento de la Iglesia a esta comunidad. Un número casi idéntico vive en Roma bajo el endeble paraguas de la política de acogida de la administración, mientras que otros 2.500 se debaten por saber si serán ellos los próximos desalojados.