España, ante la oportunidad de situar a Calviño al frente del Eurogrupo en un momento de recesión sin precedentes por la crisis del coronavirus
Vicepresidenta, ministra de economía y presidenta del Eurogrupo. Esa tarjeta de visita vale mucho para cualquier Gobierno. Y también para el español, en un momento de crisis sin precedentes por la pandemia del coronavirus.
La dimisión de Mário Centeno como ministro de Finanzas portugués este martes abre la carrera por sustituirle. Y una de las candidatas es la española Nadia Calviño, siempre muy bien considerada en las instituciones europeas, en las que trabajó hasta su llegada al gabinete de Pedro Sánchez: sería la primera mujer en presidir el organismo que reúne a los ministros de Economía de la zona euro, después de Jean Claude Juncker, Jeroen Dijsselbloem y Mário Centeno, cuyo mandato vence el 13 de julio, cuando finaliza su mandato.
“Mi ejercicio como presidente del Eurogrupo terminará el 13 de julio de 2020. El jueves informaré a mis compañeros del Eurogrupo de mi decisión de no buscar un segundo mandato, dado que el 15 de junio dejaré el cargo de ministro de Finanzas de Portugal”, ha tuiteado Centeno, cuyo mandato arrancó el 13 de enero de 2018 y se esperaba que en la reunión del Eurogrupo del jueves 11 de junio anunciase su intención de seguir o no.
Y Calviño le ha respondido con una felicitación.
La presidencia del Eurogrupo, una posición estratégica de por sí dentro de eurosistema, lo es todavía más en un momento de recesión histórica y decisiones europeas cruciales. Y el Gobierno español lo sabe.
Si a favor de Calviño juega su afinidad con las políticas económicas comunitarias y su, en general, buena relación con el resto de ministros del euro, además del hecho de que, tras la presidencia de la Comisión Europea, la debilidad puede venir por el hecho de que España es uno de los países más interesados en las ayudas europeas por la crisis económica y a quien duda de que pudiera desempeñar bien el papel de árbitro, o si acaso su papel debería ser el de árbitro o el de ministro presionante –algo que tampoco ha sido particularmente en el Eurogrupo–.
Además, sería el tercer presidente del Eurogrupo consecutivo de la familia socialdemócrata, y el segundo sucesivo del sur. Por otro lado, en tanto que la familia liberal tiene la presidencia del Consejo Europeo –Charles Michel– y Emmanuel Macron puso a Christine Lagarde en el BCE; al tiempo que los populares retuvieron la presidencia de la Comisión Europea y se espera que asuman la segunda mitad de la presidencia del Parlamento Europeo.
¿Desequilibraría una socialista del sur al frente del Eurogrupo? ¿Desequilibraría hacia el sur la balanza en un momento de pugna norte y sur en el Eurogrupo y en la UE por los fondos frente al coronavirus? ¿Aumentaría su papel como antagonista de los ministros de Unidas Podemos asumir la presidencia del Eurogrupo en tanto que va vinculado a su cargo de ministra?
Calviño parte bien situada para la carrera, en la que también se está moviendo el luxemburgués Pierre Gramegna, de la familia liberal y de un país cuya influencia en la UE es inversamente proporcional a su tamaño: no en vano, Jean-Claude Juncker fue antes presidente del Eurogrupo que de la Comisión Europea, y en el país hay múltiples sedes de organismos comunitarios, como el Consejo, el Parlamento, el Banco Europeo de Inversiones o el importantísimo Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
El nombre de Calviño siempre ha estado en las quinielas ante las dudas de la continuidad de Centeno. De hecho, en sus últimas comparecencias ante los corresponsales en Bruselas, ha sido una pregunta recurrente. La última vez, hace tres semanas, respondía así a los noticias que circulaban sobre la marcha del portugués y su posible candidatura: “Me parece que está haciendo una labor extraordinaria como presidente del Eurogrupo y a él corresponde tomar las decisiones sobre su futuro”.
Y así ha sido: Centeno ha tomado ya las decisiones sobre su futuro. Ahora sólo queda por ver si esas decisiones allanan el camino para que Calviño tome el relevo.
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