La Eurocámara avala las calderas híbridas en medio de denuncias de presión del lobby del gas
Hay satisfacción general por la intención de la UE de obligar a los estados miembros a mejorar la eficiencia energética de los edificios. En líneas generales, la normativa que se negociará en los próximos meses pretende llegar a la neutralidad de las construcciones en 2050. Los edificios consumen el 40% de la energía y son responsables del 36% de las emisiones de CO2 a nivel europeo. Por eso la Comisión Europea planteó una directiva específica para ellos. El Parlamento Europeo ha fijado una posición más ambiciosa en algunos de los puntos de cara a la negociación con el gobierno comunitario y los 27, como establecer 2028 como fecha tope para que los nuevos edificios sean cero emisiones, pero ha incluido las calderas híbridas generando inquietud en las organizaciones ecologistas y de consumidores, que señalan directamente al lobby del gas.
La Eurocámara apuesta por que los estados dejen de subvencionar las calderas de combustibles fósiles a partir de 2024 y que sean completamente eliminadas del mercado a partir de 2035 (prorrogables otros cinco si lo permite la Comisión Europea). Pero la negociación se complicó en el momento en el que se abordaron las denominadas instalaciones híbridas, que son las que funcionan con dos tipos de energía. Finalmente, el Parlamento Europeo, a través de un acuerdo de los grupos mayoritarios (socialistas, populares, liberales y verdes) ha abierto la puerta a que después de esa fecha se puedan seguir instalando sistemas de calefacción basados en combustibles fósiles si sirven en el futuro para el hidrógeno. La directiva tendrá ahora que negociarse en los denominados trílogos (Consejo de la UE, Parlamento Europeo y Comisión Europea).
“La Comisión Europea incluía el hidrógeno verde, el texto del Parlamento Europeo no diferencia entre hidrógenos y avanza en tipos de calderas híbridas en los que no se diferencia entre gases”, explica Paz Serra, de la Federación de Consumidores y Usuarios (CECU). “Lo que hace el cambio del artículo 7 es decir que las calderas que estén certificadas como híbridas, y que puedan ser utilizadas con gases renovables en el futuro, no se considerarán sistemas de calefacción fósiles. Esto permite que estas calderas sigan funcionando con otros gases, porque de momento no está avanzado el hidrógeno lo suficiente, y no entren dentro de la prohibición de producirse a partir de 2035, bajo la promesa de que en el futuro sólo van a utilizar hidrógeno”, advierte.
“Somos partidarios de apostar primero por la eficiencia energética -y la directiva está muy bien dotada de instrumentos para que se necesite menos energía y bajar la demanda- para luego ya entrar en cómo se suple esa energía que se sigue necesitando”, explica Dolores Huerta, directora general de Green Building Council en España (GBC): “Nosotros somos partidarios de suplirla con sistemas muy eficientes que no suelen quemar, como las bombas de calor”.
El director de Programas Europeos del think tank internacional Regulatory Assistance Project (RAP), Jan Rosenow, sostiene que ninguno de los 32 estudios independientes que ha revisado sobre el asunto aporta pruebas que apoyen el uso generalizado del hidrógeno para la calefacción. “La investigación independiente existente hasta la fecha sugiere que, en comparación con otras alternativas como las bombas de calor, la energía solar térmica y la calefacción urbana, el uso del hidrógeno para la calefacción doméstica es menos económico, menos eficiente, consume más recursos y comporta un mayor impacto ambiental”, señala en un análisis.
“El hidrógeno verde tiene una diferencia con el resto de renovables y es que es difícil de democratizar. Cambias la tecnología, pero no la estructura de la producción”, apostilla Serra. Ahí está el quid de la cuestión para estas organizaciones, que sostienen que el lobby del gas ha presionado para que se mantengan las calderas, que al fin y al cabo son los sistemas que ya producen. “Con esto de las híbridas estás diciendo: ”Coloca una caldera de gas hoy porque otros elementos vendrán a sustituir al gas natural“. El problema es que puede ser un coladero”, señala Huerta.
La votación del Parlamento Europeo del pasado martes se produjo en medio de denuncias de presiones por parte del lobby del gas. Un informe de 'Better without boilers' (Mejor sin calderas), que es una plataforma de la que forman parte la Coalición Medioambiental sobre Normalización (ECOS) y la Oficina Europea del Medio Ambiente (EEB), denuncia que el organismo Liquid Gas Europe (LGE) está en contacto con eurodiputados de alto nivel y funcionarios de la Comisión y que se han producido encuentros sin declarar en el registro de transparencia. También el periódico británico The Guardian apuntó a las presiones del lobby para que los legisladores introdujeran lagunas a la prohibición de las calderas tras haber accedido a una serie de correos electrónicos.
“La industria del gas está logrando convencer a los políticos sobre el futuro de las calderas preparadas para hidrógeno donde el único beneficiario es la propia industria del gas. Esto amenaza un progreso importante en la UE, como la transición de las calderas de gas a una calefacción limpia y asequible, y hacia la independencia energética”, señala en un comunicado Marco Grippa, gestor de programas de ECOS.
“El hecho de que se hayan producido cientos de reuniones entre la industria de los combustibles fósiles y la Comisión Europea muestra cuán fuerte es la influencia. La industria va directamente en contra del futuro verde y la independencia energética que la UE necesita a través del lavado verde de tecnologías que nos encerrarán en la infraestructura de combustibles fósiles y obstaculizarán la transición a sistemas de calefacción más amigables con el clima”, apunta Laetitia Aumont, responsable de Políticas de Circulares y Carbón Neutral de la Oficina Medioambiental Europea.
El temor a la desaparición de las calderas lo expresó en junio de 2022 Henry Cubbon, presidente de GLP, al asegurar en el Congreso Europeo de Gas Líquido que ese era el “sustento” de ese sector. “Si se prohíbe, tenemos un problema real. Estamos haciendo mucho trabajo con los reguladores para ver si podemos posicionar la caldera de gas como una fuente de calefacción del futuro, alimentada por gas renovable”, afirmó.
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