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El coste de los JJOO: las lecciones de Londres 2012 y Atenas 2004

Fuegos artificiales sobre el Estadio Olímpico en la inauguración de Londres 2012.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La tercera candidatura de Madrid para ser sede de los Juegos Olímpicos tiene un presupuesto que está a la altura de las promesas de austeridad. 1.593 millones de euros es una cantidad de fondos públicos casi ridícula comparada con las últimas celebraciones olímpicas (organizar todos los Juegos supondrían 4.000 millones). La gran incógnita es saber si, en el caso de que la capital española salga elegida, ese objetivo presupuestario se cumplirá. Una constante en los Juegos desde hace mucho tiempo es que las primeras cifras se quedan muy lejos de la realidad. Más parecen un número con el que no asustar a los contribuyentes.

En segundo lugar, el otro dilema es conocer cuál será la repercusión económica de los JJOO, más allá de la notoriedad y buena imagen que podrían obtenerse de la gran cita deportiva. Cuántos puestos de trabajo se crearán o cuántos turistas llegarán. Obviamente, cuanto más austeros sean los Juegos, menos impacto económico tendrán las inversiones necesarias.

“Todos el mundo quiere estos Juegos Olímpicos y además los necesitamos”, ha dicho la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. El ministro de Educación, José Ignacio Wert, ha echado mano de la fantasía para decir que el Reino Unido ha evitado caer en la recesión gracias a los JJOO. Ya no es suficiente con destacar lo importante que son estas grandes citas deportivas para la imagen de un país. Ahora los gobernantes se ven obligados a sostener que además pueden ser rentables.

El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, ha dicho que cree que los Juegos Olímpicos de Madrid 2020 generarían unos beneficios “muy similares” a los de Londres 2012, el nuevo patrón oro al que muchos querrán parecerse sin conseguirlo. Si los JJOO anteriores han sido un éxito, las sedes posteriores dan por hecho que estarán a la altura de ese triunfo. Según González, en Londres se crearon 50.000 empleos, 20.000 de ellos estables, y se generó una actividad de 20.000 millones de euros.

¿Hasta qué punto se puede hacer la comparación? Londres 2012 tuvo unas dimensiones económicas que nunca podría alcanzar Madrid 2020. La victoria de la capital británica se produjo antes de la crisis económica. El Gobierno de Tony Blair confiaba en contar con una importante presencia del capital privado en las inversiones. El presupuesto total se cifró en 2.370 millones de libras (unos 2.900 millones de euros).

Al igual que en el caso de Madrid 2020, las promesas iniciales no eran pequeñas. Blair dijo que se trataba de una oportunidad histórica para el turismo británico. Su ministra Tessa Jowell evaluó en 2007 el impacto en el turismo en un aumento de 2.000 millones de libras.

La crisis iniciada en 2008 desbarató los planes. El Estado hubo de asumir prácticamente toda la factura que creció muy por encima de lo presupuestado. Los Juegos de Londres terminaron costando 9.325 millones de libras (11.448 millones de euros). Ya antes de los JJOO, estimaciones realizadas por varios medios de comunicación elevaron la cifra hasta 12.000 millones de libras, y a una cantidad mucho mayor al añadir el coste de la seguridad, que incluyó el despliegue de miles de soldados.

No habrá muchos que quieran acordarse del anterior precedente europeo. El coste inicial de Atenas 2004 fue de 4.600 millones de euros. El definitivo alcanzó los 7.000 millones, pero en realidad tuvo que ser mucho mayor porque numerosos gastos no aparecieron en el presupuesto oficial. En mitad de la actual depresión económica, no es extraño que varias instalaciones olímpicas de la capital griega estén ahora abandonadas.

En Grecia, varias estimaciones indican que hubo un crecimiento extra del PIB del 1,5% en los siete años anteriores a los Juegos. Todo eso desapareció inmediatamente después, como también ocurrió con decenas de miles de puestos de trabajo.

La candidatura de Madrid puede presumir de que buena parte de las infraestructuras olímpicas ya están realizadas, gracias a las inversiones realizadas en los dos intentos frustrados anteriores. De ahí que el primer presupuesto –creíble o no– sea tan reducido. En principio, el plan prevé construir sólo cuatro nuevas instalaciones permanentes para gimnasia, tiro, remo y piragüismo en aguas bravas.

El gran legado para Londres 2012 ha sido comenzar la regeneración de la zona este de Londres. La misión aún está lejos de finalizar, pero al menos los JJOO fueran la razón necesaria para eliminar los residuos industriales depositados durante décadas en una parte de la ciudad históricamente abandonada por las autoridades.

Construir todas las instalaciones olímpicas antes y después del inicio de la crisis se convirtió en la práctica en un estímulo económico y fiscal muy favorable para la economía de Londres.

Un día después de la clausura de los Juegos, el alcalde de Londres, el conservador Boris Johnson, hizo un balance triunfalista del impacto económico, muy a tono con el optimismo desatado por la perfecta organización de los JJOO y la excelente actuación de los deportistas británicos. Johnson cifró los beneficios en 13.000 millones de libras (casi 16.000 millones de euros). Casi todos los 6.000 millones de libras invertidos en la construcción del Parque Olímpico se adjudicó a contratos con empresas británicas.

El alcalde sabía que nadie le iba a desmentir en ese momento. Los análisis definitivos darán al final una cifra menos eufórica. Un estudio encargado por Visa (patrocinadora de los Juegos) evaluó en 1.140 millones de libras el aumento de actividad económica durante los JJOO y en 750 millones el incremento del consumo. Más importantes son los efectos en los años posteriores. El estudio afirma que entre 2012 y 2015 el estímulo total para la economía ocasionado por los Juegos llegará a los 5.100 millones de libras.

Lo que sí está claro es que el anunciado efecto en el turismo –relevante para el caso de España– no sólo no se produjo, sino que fue el contrario. Londres ya era un destino turístico de primer orden antes de 2012. Lo que ocurrió además es que muchos turistas extranjeros prefirieron dejar la visita a la capital británica para otra ocasión y no coincidir así con los turistas olímpicos.

En la primera semana, la falta de visitantes extranjeros en los puntos más conocidos de la ciudad era evidente, aunque la situación mejoró algo en la segunda. Para ser verano, nunca se había visto un West End tan tranquilo, decían en las tiendas de la zona. Los operadores turísticos y responsables de atracciones turísticas coincidieron en quejarse del descenso de turistas y por tanto de negocio.

Heathrow había previsto que el día antes de la inauguración sería el de más pasajeros en la historia del aeropuerto. Todos y cada uno de los asientos en los aviones que aterrizaran ese día estarían ocupados. Nada de eso ocurrió. En realidad, hubo menos pasajeros que en el mismo día del año anterior.

No fue precisamente un verano olímpico para el turismo británico.

El dato del PIB del tercer trimestre fue muy bueno –crecimiento del 1%–, pero estaba afectado por distorsiones y crecimiento perdido en el trimestre anterior. No es cierto lo que dijo Wert. Lo que ocurrió es que ese dato permitió que el país volviera al crecimiento tras tres trimestres consecutivos en recisión.

A mediados de agosto el entonces gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, dijo que la euforia no duraría mucho en la economía real: “Al extender la felicidad y el buen ánimo, los Juegos nos han hecho sentirnos mejor. Y, quién sabe, el impacto en la confianza puede dar un impulso a la economía. Pero al final los Juegos no pueden alterar la situación económica que afrontamos”.

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