España recibió 23.824 millones de inversión extranjera en 2020, de los cuales Madrid absorbió tres cuartas partes. La región siempre se ha beneficiado del 'efecto sede' —que las empresas se registren en ella por tener la capital— pero la distancia con el resto de España ha aumentado con los años. En 2013, el año que marcó el mínimo de la serie por la crisis, Madrid suponía el 62% del total de la inversión del país. Desde entonces, el stock ha crecido un 56% en España y se ha disparado un 177% en Madrid.
“El efecto sede beneficia la concentración en la Comunidad de Madrid, tanto por la forma de asignar la inversión a las filiales de multinacionales como por las operaciones sobre grandes empresas españolas con sedes en Madrid”, explica la agencia especializada SIfdi, que acaba de presentar su informe anual sobre inversión extranjera a partir del registro de inversiones. Sus datos miden, principalmente, esas dos casuísticas: empresas extranjeras que abren o invierten en sus filiales españolas y adquisiciones.
Las cifras de este año están marcadas por dos grandes operaciones: la adquisición de Bolsas y Mercados Españoles (BME) por la bolsa suiza SIX y la compra de MásMóvil por un grupo de fondos de private equity por 3.000 millones de euros.
El conjunto de la inversión recibida por España apenas ha variado desde 2019 (-0,8%) y eso que ha sido un año marcado por la pandemia.
“Es destacable que, a pesar de un año especialmente anómalo, con el contexto mundial más desfavorable desde que existen datos de inversión extranjera, España haya tenido un desempeño similar al que registran los flujos medios de la década pasada”, explica Marian Scheifler, socia directora de la firma. A nivel global, la inversión extranjera descendió un 42% en 2020.
Catalunya lidera el “inmovilizado” extranjero
Catalunya es la segunda región que más inversión extranjera recibió, a mucha distancia de Madrid: 2.967 millones. Le siguen País Vasco, Andalucía y la Comunitat Valenciana. El informe destaca los casos de Extremadura y Murcia, en quinto y sexto lugar. “Extremadura, desde niveles muy bajos, consigue situarse como sexta región receptora en España. Murcia, con 182 millones, marca su segundo mejor registro de la década”, anota.
Para tener una foto más completa y contextualizar el 'efecto sede', el informe incluye también datos del inmovilizado material de las empresas de capital extranjero. ¿Qué es esto? El inmovilizado hace referencia a los bienes patrimoniales (terrenos, edificios, cadenas de montaje, maquinaria, equipos de transporte o mobiliario) que una empresa dedica a su actividad. Es una variable que describe mejor dónde se realiza realmente la inversión, porque hay empresas que pueden tener la sede social en Madrid (o en Barcelona) pero tener las oficinas o fábricas en otra región.
Catalunya lidera este ranking con 30.170 millones, seguida de Madrid, Andalucía y la Comunitat Valenciana. Los datos se publican con retraso: son de 2018.
“El inmovilizado material aporta mejor perspectiva en cuanto a dónde se realiza de forma efectiva la inversión. Pero tampoco está exento de sesgos: apenas supone el 30% del stock de inversión total y suele tener mayor representación en regiones con más peso en el sector industrial”, dice el documento. Cuando una comunidad concentra más porcentaje de stock de inversión que de inmovilizado, significa que está beneficiada por el efecto sede. Eso es exactamente lo que pasa en Madrid.
Las regiones competirán por una tarta más pequeña
Las perspectivas para 2021, apunta Scheifler, apuestan por “una debilidad en los flujos de inversión internacional”. Se prevé que la inversión extranjera se reduzca entre el 5% y el 10% en todo el mundo y que afecte más a los llamados proyectos greenfield —en los que una empresa extranjera abre sede en un país, contrata nuevos empleados y tiene efectos positivos directos sobre el territorio— que a las operaciones de adquisición, cuyo efecto no es tan directo.
Así, las regiones españolas tendrán que aflorar “sus ventajas competitivas” para llevarse esos proyectos. “La cuestión adicional”, concluye Sheifler, “es qué puede hacer el sector público que tiene competencias en la promoción de la inversión extranjera directa para ganar cuota de un pastel que parece reducirse”.