Un nuevo fondo europeo ante la crisis energética financiado con deuda común se abre paso con el fin del veto alemán
Angela Merkel dijo que sus ojos nunca verían un fondo europeo con deuda comunitaria. Y eso es lo que se creó para salir de la pandemia, con un monto de 750.000 millones, entre transferencias y préstamos. Dos años después, la conversación va ganando terreno en Bruselas y en las principales capitales europeas, aunque también se reproducen los papeles representados por cada país hace dos años. Así, Alemania empezó la discusión mostrando su oposición y apostando por una respuesta individual, pero han cambiado las tornas tras la presentación de un paquete de 200.000 millones que desató las alarmas en el resto de países, sobre todo entre los que no tienen la misma capacidad fiscal para, fundamentalmente, ayudar a sus empresas.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, avisó de los riesgos de fragmentación del mercado común europeo, y los comisarios de Economía y Mercado Interior, Paolo Gentiloni y Thierry Breton, respectivamente, expresaron sus profundas dudas sobre la propuesta alemana.
En ese contexto llegó la cumbre informal de Praga, en la que los 27 líderes de la UE se unieron y debatieron, además de las medidas para salir de la crisis energética, los problemas de fragmentación del mercado europeo. Y, en ese escenario, según ha podido saber Bloomberg, el canciller alemán, Olaf Scholz, se mostró abierto a la idea de un nuevo fondo, defendido por el propio Gentiloni en el último Eurogrupo.
En el último año, los países de la UE han anunciado medidas por cerca de 320.000 millones de euros para apoyar a hogares y empresas, un tercio de las cuales (100.000 millones) correspondían a Alemania, según datos recopilados por Bruegel hasta el 21 de septiembre, que no incorporaban aún el macroplan, informa Efe: esto suponía un 2,8 % de su PIB, proporción que subirá con el nuevo paquete (equivalente al 5% del PIB) dejando a Alemania por encima de Italia (59.000 millones, un 3,3 % de su PIB), España (35.500 millones y 2,9 % del PIB) o Francia (71.600 millones, 2,9 % de su PIB).
“Si queremos evitar la fragmentación, si queremos enfrentar esta crisis, creo que necesitamos un mayor nivel de solidaridad y necesitamos establecer algunas herramientas comunes adicionales”, dijo Gentiloni. ¿Y a qué herramientas se refiere Gentiloni? “Por ejemplo, lo que hicimos con el mecanismo SURE durante la pandemia fue una propuesta interesante. Se basa en préstamos, y creo que podría ser realista. Por supuesto, no es algo que discutiremos hoy. Pero quiero dejar muy claro que nuestro objetivo es aumentar la solidaridad, evitar riesgos de fragmentación, no criticar a tal o cual Estado miembro”.
El mecanismo SURE fue una herramienta de 100.000 millones de euros captados por la Comisión Europea en los mercados, distribuidos entre los Estados que lo pedían para sufragar ERTE y suspensión temporal de la actividad de los autónomos durante la pandemia del coronavirus. España tenía adjudicados 21.300 millones de euros del SURE. La idea sería un fondo similar al SURE en cuanto a su concepto –deuda emitida por la Comisión Europea trasladada en préstamos a los países–, de un tamaño menor a los 750.000 millones del fondo pospandémico y con una finalidad: ser destinado a responder a la crisis –ayudas a familias y empresas– al tiempo que acelere la desconexión de los combustibles de Rusia y la transición energética, lo cual significa inversión en infraestructuras también.
Países como Francia, Italia, Luxemburgo, los bálticos o incluso España han recibido con buenos ojos la propuesta, frente a Alemania –hasta ahora– y los autodenominados frugales, Países Bajos o Suecia, cuya primera ministra, Magdalena Andersson, pidió la semana pasada en Praga que los países ahorren para poder gastar cuando vienen mal dadas. Además de que el fondo sea en créditos y no subvenciones, los países ricos del norte querrán introducir algún tipo de condicionalidad del fondo para terminar cediendo.
Alemania es la mayor economía de la Unión Europea. La que más músculo financiero tiene. Y ha decidido poner en marcha un “paraguas” de 200.000 millones de euros para 2022, 2023 y 2024, “para que los jubilados, los empleados, las familias, la gente del campo y de la ciudad puedan pagar sus facturas”, en palabras del canciller alemán, Olaf Scholz.
Mientras, junto con Países Bajos, ha estado frenando la idea de poner un tope al precio del gas importado a la UE, algo que piden 15 países, entre ellos España, por temor que pueda ponerse en peligro el suministro y a sabiendas de que su músculo económico puede hacer frente a los precios disparados mientras se subvenciona a la ciudadanía para pagar las facturas.
Fuentes del Gobierno holandés explican que aún queda mucho dinero por gastar antes de pensar en nuevos fondos, y recuerdan que los 750.000 millones de los fondos de la pandemia están a medio repartir y que se acaba de aprobar la estrategia RePowerEU, que prevé destinar 20.000 millones de euros en ayudas directas entre los 27 para la adopción reformas energéticas.
Unos 20.000 millones que se suman a los 200.000 millones en préstamos a disposición de los países dentro del fondo de recuperación de la pandemia (entre 84.000 millones y 86.000 millones en créditos en el caso de España, explican las fuentes, que sería lo que correspondería al 6,8% de la renta nacional bruta de 2019). Los 27 han decidido nutrir estos 20.000 millones a través del Fondo de Innovación (el 75% del dinero) y de ventas adelantadas de derechos de emisión de CO2 (el 25% restante).
De esta manera, una nueva emisión de deuda conjunta representaría otro giro para el gobierno alemán, pero las presiones van en aumento, en la medida en que crecen las preocupaciones sobre el enorme gasto de un invierno sin gas ruso mientras se busca acelerar la transición a fuentes de energía alternativas.
Y, parece, según publica Bloomberg, que ese giro alemán se está produciendo y un nuevo fondo europeo ante la crisis energética financiado con deuda común se empieza a abrir paso en la UE.
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