Profesionales que salieron de España por los recortes a las renovables y han vuelto gracias al boom: “Fue una diáspora”
Marzo de 2014, un restaurante en un polígono industrial a las afueras de Santiago. El ingeniero barcelonés Xavier Cugat acaba de incorporarse como project manager del negocio fotovoltaico en Chile de una empresa italiana.
-¿Qué haces aquí?
-Trabajando en Chile. ¿Y tú?
-Pues igual que tú... como todo el mundo.
Primer día de trabajo y allí estaba: departiendo con otro colega español que, como él, andaba buscándose la vida a más de 11.000 kilómetros de casa.
La anécdota de Cugat ilustra que el suyo es “un ejemplo como muchos”, de “una diáspora de gente que trabajábamos en renovables” hace una década. En su caso, entre 2008 y 2014, con el sector en caída libre, estuvo “intentando hacer alguna cosa en España”, Italia o Alemania. Acabó en Chile. Allí la patronal del sector tenía un comité técnico asesor para trasladar propuestas al Gobierno. “Más de la mitad éramos españoles”, recuerda.
“Ahora hemos ido regresando muchos ya”. Tras pasar por México y Estados Unidos, trabajando para empresas como Tesla, este veterano del sector (en el que lleva desde 1999) regresó a España en julio de 2018. “Me volví sin trabajo. Ya estaba cansado de dar vueltas. Pero rápidamente se reactivó todo”. A finales de aquel verano volvía a tener empleo. A sus 51 años, hoy Cugat es senior project manager en España del fabricante coreano de módulos fotovoltaicos Q Cells.
Su salida, como la de muchos otros, fue en buena medida consecuencia de los fuertes recortes a las renovables que empezó el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y agudizó sobremanera Mariano Rajoy, tras una burbuja de instalaciones y primas a unas plantas que entonces necesitaban incentivos para ser rentables.
En 2014, el empleo directo en el sector en España estaba en mínimos, casi la mitad que en 2008. Como resumía entonces un informe de la patronal APPA, ese año reflejó “con datos el éxito de la política energética puesta en marcha por el actual Gobierno [del PP] cuando llegó al poder”, que “empezó con la moratoria contra las energías renovables dictada en enero de 2012”.
En 2014 se instalaron 43 megavatios (MW) renovables, reflejo de “la total paralización del sector”, tras “un maremágnum de normas y disposiciones cuyo único nexo entre ellas es el pretencioso nombre de reforma energética”. El país, denunciaba entonces APPA, “sigue sin contar con un marco estable y predecible sobre el que planificar su futuro”.
Hoy el panorama es otro. España vive un boom verde gracias a un entorno regulatorio favorable, sus privilegiadas condiciones de sol y viento y un brutal descenso en los costes de estas tecnologías, en especial, la fotovoltaica. Hay nubarrones en el horizonte: una creciente contestación social a algunos macroparques y el shock que ha supuesto la guerra de Ucrania en las cadenas de suministro. La expectativa es instalar la friolera de 60.000 MW solares en dos años, un reto que muchos expertos ven inalcanzable. Pero la opinión dominante es que renovables son sinónimo de futuro y España está a la vanguardia.
El país perdió en el camino de aquellos recortes el liderazgo tecnológico que una vez tuvo, por ejemplo, Gamesa, hoy en manos de la alemana Siemens y con preocupantes desafíos, como toda la industria eólica europea. De esas decisiones de Rajoy, justificadas para embridar el multimillonario déficit de tarifa que entonces arrastraba el sistema eléctrico, colean aún decenas de condenas en tribunales de arbitraje internacionales de desenlace todavía incierto. Pero el país ha vuelto al top 10 del tradicional ranking de destinos más atractivos para invertir en renovables que elabora EY. Está a la cabeza en el mercado mundial de contratos de compraventa de energía verde a largo plazo, los llamados PPA. Es, según un reciente informe de la consultora Aurora Energy, el segundo país más atractivo de Europa para invertir en solar, tras Alemania.
Esta tecnología, que en junio ha sido por primera vez la primera fuente renovable en España al cubrir el 17,9% de la demanda eléctrica, será la primera fuente de generación en el mundo en 2027 y concentrará el 65% del crecimiento de las renovables este año, según esa firma. Por su parte, Rystad Energy destaca que este año España, “actor clave en el mercado mundial de la energía”, será el primer gran país europeo en superar el 50% de electricidad renovable, por delante de Francia, Alemania, Italia y Reino Unido.
Otro caso parecido al de Cugat es el de Alfonso Marín, de 43 años, dos décadas en el sector, en grandes como Iberdrola o Capital Energy. Él se marchó a México junto a su esposa, ingeniera como él, en 2011, con España en situación límite por las “insostenibles” primas, para trabajar en el grupo español OPDE. “Entre 2011 y 2013 muchos compañeros de trabajo tuvieron que salir hacia Inglaterra, que entonces empezaba a despegar, o hacia Latinoamérica”. Él pudo volver ya en 2016, justo antes de que el gobierno del PP decidiera lanzar las primeras subastas de renovables. Hoy dirige la española Ingenostrum, que desarrolla proyectos para terceros. Su principal cliente es Enel, dueña de Endesa.
Si en los años malos el trabajo escaseaba, ahora el sector afronta un problema de falta de mano de obra, con sueldos que la consultora laboral Robert Walters cifra entre 35.000 y 100.000 euros anuales, según la experiencia y la responsabilidad. Cuando el Gobierno de Pedro Sánchez aprobó en 2020 su hoja de ruta energética (el PNIEC), ahora revisado al alza, calculó que ese plan movilizaría 235.000 millones de euros hasta 2030, con la creación de hasta 348.000 nuevos empleos. Ahora acaba de elevar la cifra a más de medio millón de empleos, con 294.000 millones de inversión. El objetivo del nuevo borrador del Gobierno es aumentar el peso de las renovables en la generación eléctrica hasta el 81% en 2030.
Hasta esa fecha, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los puestos de trabajo a escala global en las renovables se pueden duplicar, pasando de los seis millones actuales a casi 14 millones. La consultora McKinsey calcula que se van a necesitar 1,1 millones de profesionales nuevos para desarrollar y construir centrales eólicas y solares, y otros 1,7 millones adicionales para operarlas y mantenerlas.
La ventana también se ha abierto para los que iniciaron su carrera fuera de España ante la falta de oportunidades. Como Paula Santos, física de 31 años y actual directora de Autoconsumo y comunidades energéticas de la patronal fotovoltaica UNEF. En su caso, se especializó en renovables con un máster en Alemania e Inglaterra y le interesaba especialmente el autoconsumo, “por cómo permite trasladar los beneficios de la transición energética a la ciudadanía”.
“Sabía que eso en España en aquel momento era absolutamente inviable”, por el impuesto al sol que el gobierno de Sánchez eliminó en octubre de 2018. Empezó a trabajar en un laboratorio de investigación de células fotovoltaicas en una start-up en Viena. El salario y las condiciones eran “muchísimo mejores que cualquier cosa que hubiera podido encontrar en España”. Volvió justo después de la moción de censura que descabalgó a Rajoy en 2018, “cuando el sector fotovoltaico cambia radicalmente”, para trabajar en UNEF. El sector, recuerda, “llevaba años instalando cifras residuales tras la burbuja de 2007-2008” y “ese es el momento en el que empieza a crecer y empieza a haber oportunidades verdaderamente”.
Indefinición de Feijóo
La apuesta por las renovables viene determinada por las políticas de la UE. Pero en el sector hay inquietud ante la indefinición en energía de Alberto Núñez Feijóo, líder del PP y favorito en las encuestas de cara a las elecciones del 23 de julio, que ha prometido ya revertir el apagón nuclear. Previsiblemente se apoyará en la ultraderecha de Vox, que tan pronto cuestiona el cambio climático, el coche eléctrico o la expansión de la fotovoltaica como azuza un gran apagón que no ha llegado, o aboga por rescatar el fracking como improbable solución a la crisis energética.
“Quiero creer que hay un esquema que nos protege un poco, que es la Comisión Europea. Antes de 2018 no existía una directiva europea que hablara del derecho de la ciudadanía a autoconsumir energía. Eso sí ha cambiado y hay un paraguas legislativo que nos ampara”, dice la actual directiva de UNEF.
“No tengo mucha confianza si hay un cambio de gobierno”, opina Xabier Cugat, que cree que un nuevo inquilino en Moncloa “no va a poder parar lo que está sucediendo en España en cuanto a transición energética”, pero “sí puede modular, y no para bien”.
“Evidentemente, si tienes un tío negacionista del cambio climático y sin puñetera idea de energía por tener un sesgo político marcado, va a afectar”, tercia otro retornado de la diáspora, Ismael García. “¿Cuánto? no lo sé, porque cuando tienes una energía más barata, por mucho que tengas ese sesgo, si el fondo de inversión que está detrás te dice que vayas ahí, irás”, añade García.
Este directivo, actual director del negocio Solar del grupo navarro Enhol, descarta nuevos recortes a las renovables o medidas contra el autoconsumo si hay mudanza en Moncloa. Sí prevé cambios en las subastas de energía limpia y esa prórroga nuclear que, apunta Alfonso Marín, “preocupa mucho” al sector: sería “un punto de inflexión” que perjudicará a las renovables porque “es energía que dejas de poder inyectar”, recuerda el director de Ingenostrum.
Su colega de Enhol también cambió de aires en los años malos, poco antes de la moratoria de 2012. García dirigía el mercado de España y Latinoamérica de la portuguesa Martifer Solar (actual Voltalia). Le ofrecieron irse expatriado y no dudó. La experiencia le apetecía y no le gustaba “la vorágine en la que estábamos metidos. Era todo una burbuja y todos sabíamos que iba a explotar. No como lo hizo, con un recorte total, pero era absurdo ver lo que se pagaba por construir”. “Traíamos paneles en aviones para poder conectarlos antes del deadline que había para obtener las primas. No tenía sentido”.
A García la moratoria no le afectó. “Sí a compañeros que estaban dentro de la empresa a los que no les quedó otra opción”. En México, el desembarco de españoles era “acojonante. Cada mes te llamaba gente diciendo que se iba” y la colonia de expatriados “era cada vez mayor”. Estuvo allí casi cinco años. “Me podría haber quedado porque el país estaba en ese momento en pleno crecimiento. Pero tuve la suerte de poder elegir”.
García volvió a España en junio de 2015, “antes de que empezara de nuevo otra vez el boom aquí”, contratado por un fondo, Dhamma Energy, luego adquirido por la italiana ENI. Desde 2018 lidera el negocio solar de Enhol, empresa familiar con sede en Tudela (Navarra), muy implantada en eólica en España, México y Perú. La firma ha cerrado acuerdos para instalar autoconsumo solar con empresas como Florette o Sonae y negocia con la coreana Samsung un proyecto de almacenamiento con baterías para suministrarles energía renovable.
García es de los que creen que el sector vive otra burbuja. Y vaticina problemas a corto plazo: “Tienes 60.000 MW con permiso, los tipos de interés han subido y los precios del pool han caído, sobre todo en solar; va a haber un crack si entra todo lo previsto y el almacenamiento no acompasa y el consumo no está ahí”.
Menos pesimista, Xabier Cugat comparte que, para seguir integrando renovables, España tiene que electrificar consumos fósiles, algo fundamental cuando parece que el objetivo de la UE para 2030 va a quedar en el 42,5% de la energía de origen renovable. En un país en el que solo el 23% de la demanda energética es eléctrica, “es imposible hacerlo” sin ese trasvase, que por ahora no está sucediendo.
La otra asignatura pendiente, apunta Cugat, es el almacenamiento con centrales de bombeo o baterías, del que “ahora no estaríamos hablando si se estuviera produciendo esa electrificación”. “Con unos hooligans anti coches eléctricos, pese a que el vehículo eléctrico es solo una pequeña pata de la electrificación… si empezamos por ahí, no sé si va a funcionar muy bien”, insiste el directivo de Q Cells. Activo tuitero. Cugat aplaude la labor del actual gobierno en estos años: “Yo aquí me tengo que posicionar, porque ha hecho muy buen trabajo”.
Más crítico es Alfonso Marín. Cree que a la Administración “se le ha ido de las manos” autorizando parques. “Todos somos conscientes de que no caben 60 GW”, sobre todo en zonas donde “no tiene sentido” ubicar instalaciones porque no hay infraestructura de conexión, o en las que los promotores juegan “al gato y al ratón” intentado colocar plantas en zonas ambientalmente sensibles. El directivo de Ingenostrum otea una situación “incierta”: “Al sector le tiene que venir un parón, que será también de limpieza para separar el grano de la paja”. Y no descarta otra diáspora de profesionales si “no se ponen las medidas para absorber más renovables o adaptar el sistema eléctrico”.
“Nosotros hemos hecho los deberes, pero hay gente que va cantando alegremente hacia el precipicio. Vemos que va a haber un batacazo gordo”, dice Ismael García, que vaticina problemas para quien se metió en el sector a especular. “Al final las grandes, los Iberdrolas de turno, son las que van a salir ganando”.
Eso sí, a medio-largo plazo, la descarbonización, dice, “es imparable. Tenemos energía barata y ojalá permita que empresas industriales vengan al sur de Europa y les permita ser más competitivos”. “Existe una oportunidad de oro con empresas electrointensivas” para las que la energía es “absolutamente fundamental”, coincide su colega de Ingenostrum.
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