Con una maleta más grande que tú -cargada de ropa de invierno y verano, un diccionario y un libro de gramática a estrenar, tabaco, secador de pelo y mil fotos de carnet- llegaste a una ciudad europea donde ibas a pasar nueve meses que acabarían cambiando tu vida. La Erasmus, esa fuente inagotable de anécdotas e historias surrealistas, es la mili del siglo XXI: creces, maduras, te haces más independiente, haces amigos, viajas y sí, te diviertes mucho.
El programa europeo de becas Erasmus que se puso en marcha en España en 1985 ha marcado la vida de 30 generaciones de universitarios españoles que han estudiado en universidades de otros países. Si ya estás sonriendo recordando momentos es que has disfrutado de una Erasmus si no, aún tienes hasta final de mes para presentar los papeles para vivir esta experiencia durante el curso 2015/2016.
Si sobreviviste a una Erasmus recordarás las conversaciones en tres idiomas a la vez, en las que cada uno se enteraba de una cosa distinta, amigos que se convirtieron en inseparables, los juramentos de amor eterno, las mil cenas temáticas, tener la vida social de un DJ ibicenco y disfrutar los fines de semana como una gincana. Todas esas anécdotas y muchas más las recogió la periodista Raquel Piñeiro en un artículo en la revista Condé Nast Traveler que se convirtió en viral. Entonces llegó la llamada de la editorial Lunwerg y el trabajo mano a mano con la ilustradora Amaia Arrazola para crear el libro ilustrado Cosas que nunca olvidarás de tu Erasmus, donde hacen un recorrido sentimental por todos los meses y estados de ánimo de la Erasmus.
La historia comienza en mayo cuando decides pedir la beca y entras en la locura del papeleo y la burocracia, la despedida de los amigos... Luego llegas en septiembre/octubre a tu nueva ciudad, perdido, no entiendes nada, buscas alojamiento, vas a clase, haces tus primeros amigos, sales… Luego cuando llegan tus primeras visitas de familiares o amigos en diciembre, cuando te asientas en febrero y luego la fatídica vuelta a casa en junio. Con la llamada depresión post-Erasmus, empiezas a valorarlo en la distancia y a darte cuenta de lo que ha supuesto de verdad en tu vida.
No sin mi váter
La historia está dibujada por Arrazola, con trazos sencillos buscando la expresividad, no en el color sino en la gestualidad de los personajes, de las viñetas y de los diálogos. Tiene partes más humorísticas, anécdotas graciosas como la de un chico que viajó con la tapa de su váter o embarazosas como la chica que acabó en un puticlub buscando alojamiento. Y páginas más serias donde te planteas todo lo que te ayuda a descubrir el Erasmus sobre tu país de origen, sobre el país de destino y sobre ti mismo.
Sin caer en la cursilería, ni en el libro de chistes y huyendo de los tópicos querían que el libro estuviera “lleno de verdad”. Alejándose del romanticismo que va atado a la Erasmus cuentan también experiencias de gente a la que no le va bien, que se deprime y que se va antes de que termine el año académico. Asimismo, hablan del componente económico y del esfuerzo que hay que hacer porque las becas no están especialmente bien dotadas.
Experiencias comunes
“Hablamos de experiencias comunes, no es la historia de una persona concreta, ni de una ciudad concreta, ni una época, sino todas las fases que atraviesa una persona cuando vive su Erasmus”, explica Raquel Piñeiro. Ahí estaba el “reto”, para Arrazola, convertir una experiencia individual en algo colectivo, donde todo el mundo se sintiera representado. Para Piñeiro esa es la magia de esta beca, “aunque estés en un pequeño pueblo polaco y vengas de Madrid, o vengas de un pueblo pequeño de la sierra andaluza y te vayas a París las experiencias que vives son muy parecidas”.
Para Arrazola este programa europeo de becas es fundamental en la formación profesional y personal, ya que se invierte en el futuro de jóvenes universitarios, “haces que se vayan fuera, se sientan más fuertes, aprendan otro idioma y cuando vuelvan sean más capaces”. “Todo el mundo recuerda la experiencia con cariño”, remarca Piñeiro quién anima a sacudirse los miedos y a preparar el petate para ir a la mili del siglo XXI.