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'Chemsex' y otras conductas sexuales de riesgo: a examen

Los centros asistenciales, especialmente en Urgencias, acusan una creciente demanda de tratamientos antirretrovirales o de la píldora del día después para evitar los embarazos no deseados y las infecciones de transmisión sexual (ITS) que conllevan determinadas prácticas sexuales de riesgo. Y los principales demandantes suelen ser jóvenes o, sobre todo, hombres que tienen relaciones con otros hombres (que no se identifican necesariamente como homosexuales, por eso se engloban bajo las siglas HSH).

A partir de esa alerta, los investigadores indagan sobre las causas del asombroso repunte que confirma el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, entre 2008 y 2015, de la sífilis (45%) y la gonorrea (153%); así como de la Hepatitis B, el papiloma humano y la clamidia. Según Jordi Casabona i Barbarà, Director Científico del Centro de Estudios Epidemiológicos sobre las ITS y el Sida de Cataluña (CEEISCAT), del Departament de Salut de la Generalitat, “estos aumentos obedecen a distintas causas: desde un incremento de las conductas de más riesgo, pasando por la introducción de tecnologías más sensibles (como en el caso de las clamidias), hasta la mejora de la información, según la zona y país”.

Sin duda, donde no hay precaución con preservativos, hay contagios. Y resulta que, a tenor del Análisis sociológico de los factores de riesgo sexual en la población universitaria de la Doctora en Sociología Alba Navalón Mira, de la Universidad de Alicante, “el 95% de los jóvenes utilizaba algún método anticonceptivo, pero el 68% no los usaba de barrera, lo que lleva a ETS, embarazos no deseados, inseguridad, etc.

“Además, detectamos una simultaneidad en las relaciones sexuales, más de una pareja a la vez, mayor número de parejas… así que los riesgos aumentan exponencialmente”. Por ello, el director del CEEISCAT considera que “los jóvenes se tienen que concienciar de que hay escenarios, por ejemplo, cuando se cambia de pareja, en los que está bien hacerse unos análisis a ver si está todo correcto y si no, tomarse el tratamiento oportuno para no transmitir la infección a la siguiente pareja”.

La moda de las prácticas sexuales más arriesgadas

Más bien al contrario de esa necesaria precaución, en los últimos años han surgido prácticas de riesgo más que cuestionables. A estos expertos les hemos preguntado también por qué tantos hombres se están exponiendo al VIH y a otras ITS por practicar chemsex (sexo con drogas), bareback, serosorting o incluso fuck of death, que se pueden traducir como tener relaciones sin condón a propósito con otros hombres que pueden (o no) ser seropositivos, algunos con la idea de contagiarse porque “así ya no se tienen que preocupar más de si van a ser contagiados”, como ha escuchado justificar Navalón.

Tras estas conductas, subyacen, para la socióloga, “el pensamiento mágico de que el contagio solo les pasa a los demás”; y, para Casabona, “la baja percepción de riesgo relacionada con la alta efectividad de los tratamientos para el SIDA” y con que “el resto de ITS son infecciones banales que se curan con un antibiótico”.

Se ha perdido el miedo, ya no se insiste en la protección

El director del CEEISCAT piensa que se debe revertir esa percepción desde la Salud Pública volviendo “a hablar de las ITS y a recomendar el uso del preservativo, así como dar acceso a servicios de diagnóstico y tratamiento precoz, que mejoran la salud del paciente y, de paso, disminuyen la incidencia en la población”.

Además, para hacerse una idea de la necesidad de esa intervención, la socióloga trae a colación que, dentro de la investigación para su tesis, descubrió que un porcentaje de entre el 2% y el 3% de las personas “tienen esa idea errónea de cómo se deben utilizar los distintos métodos anticonceptivos, como también del coitus interruptus o la marcha atrás”. La investigadora apostilla que “es bastante sorprendente a estas alturas y con tanta información, pero explica hasta qué punto esta es poco adecuada y cómo la buscan en lugares inapropiados, que suelen ser normalmente los medios de comunicación, los amigos, etc.”

La imprescindible educación sexual

Por eso las dos especialistas consultadas reclaman programas de una educación sexual y afectiva inspirada en “los países del norte de Europa, que la incluyen en sus planes escolares, para tomarlos como ejemplo y aplicarlo en España”, recomienda Navalón. Está de acuerdo Constanza Jacques Aviñó (PhD), investigadora de la Fundación Instituto Universitario para la Investigación en Atención Primaria de Salud Jordi Gol i Gurina (IDIAPJGol).

La experta señala que “aunque el acceso a la información sea cada vez más fácil, son los programas escolares y de atención primaria los que deberían trabajar desde una perspectiva de la sexualidad que incluya otros factores como el respeto y la afectividad, que cumplen un papel muy importante en el autocuidado y en el de la pareja; considerando la diversidad de orientaciones e identidades sexo-género...”

Yendo más allá en esa educación sexoafectiva y en la investigación sobre conductas sexuales, Jacques propone “incluir la perspectiva de género y, concretamente, la de las masculinidades, para ver cómo los hombres responden a los patrones hegemónicos, cómo son las conductas de riesgo, ya que tienen influencia en su salud, y, en definitiva, en la salud pública”.

E insiste en las masculinidades porque en sus diversos estudios sobre la incidencia del VIH, entre ellos, Explicaciones de las prácticas sexuales de riesgo en hombres que tienen sexo con hombres, su equipo ha concluido que los usuarios de saunas señalaban que esas interacciones “forman parte de un sistema normalizado de relaciones y encuentros sexuales”. donde se sienten liberados para experimentar práticas como el “fist-fucking (introducción del puño en el ano), sexo en grupo o sadomasoquismo”.

Las apps de contactos aumentan el riesgo de contagio

Generalmente, prosigue el estudio, “los usuarios de saunas suelen ir solos, pero a veces van acompañados por parejas ocasionales que han contactado vía internet o mediante geolocalizador de teléfonos móviles”. En efecto, las aplicaciones de contactos de los smartphones con geolocalizador han favorecido sobremanera las relaciones esporádicas y el número de contactos casuales.

Así lo han contrastado en el CEEISCAT: “si aumenta la transmisión de una infección, es que ha aumentado la exposición sexual en determinadas poblaciones, hay más relaciones y de más riesgo”. Destaca Casabona que “en los Hombres que tienen sexo con Hombres ha habido un aumento, no solo del número de contactos, sino también un cambio del tipo de conducta”. Y la diferencia se debe, según la investigación de Jacques y su equipo, a que los entrevistados no asocian su comportamiento “a la orientación sexual sino más bien al género, es decir, al hecho social de ser hombre”.

“Ahí el patriarcado tiene mucho que ver”, analiza la investigadora, incluso entre el colectivo homosexual, ya que la socialización marca “la percepción de que los hombres son mucho más activos sexualmente que las mujeres, lo que explicaría y justificaría la multiplicidad de parejas sexuales entre los HSH. Se explicitó que los homosexuales podían llegar a ser la envidia de los heterosexuales. El contacto sexual entre los HSH se percibía como fácil y ”desechable“, como parte de un sistema de consumo de sexo rápido, pero no todos los entrevistados se identificaban con él”.

Intervienen otros factores

Claro, porque también influyen otros ejes o factores que hacen a unos más vulnerables que otros a contraer el VIH u otras ITS, como el estatus migratorio, la clase social, el nivel socioeconómico, la etnia… y la homofobia social. Jacques comprende que “la dificultad de aceptar tu propio deseo” y “los momentos críticos de la vida pueden repercutir en tu autoestima, te acabas evadiendo y teniendo más conductas de riesgo, sobre todo, cuando careces de herramientas sociales y personales para afrontarlas”.

Navalón agrega que muchos se suman a estas prácticas “por sentirse parte del grupo, menos solos” o porque “no saben lo que les depara el futuro ante una sociedad acelerada y confusa”, pues eso conlleva “que no puedan predecir esas situaciones de peligro, no las identifican”.

Especialmente, cuando entran las drogas de por medio, apúntala la psicóloga Carme Sánchez Martínez, “pues provocan una sensación del riesgo muy atenuada, por no decir que más bien les aboca a asumir riesgos justamente por lo que han inhalado, tomado o inyectado”. Se refiere a la Metanfetamina, el mefedrona y el GHB, éxtasis que se utilizan en el Chemsex en sesiones de entre 24 y 72 horas que ya se han cobrado alguna víctima mortal.

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