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Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.

Con Grecia se decide la Europa que tendremos

El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, y su homólogo alemán, Wolfgang Schäuble. / Efe

Ernest Maragall Mira / Jordi Angusto Zambrano

Eurodiputado / Economista. Ambos son miembros de la junta directiva de Moviment d’Esquerres —

Hay un falso relato interesado que hace del rescate griego y de su posible modificación y extensión un hecho que afecta exclusivamente a Grecia. Nada más lejos; en las actuales negociaciones entre el gobierno de Syriza y el Eurogrupo se está decidiendo que Europa tendremos en un futuro próximo; si se mantendrá el paraíso de creditores/infierno de los deudores, que además de injusto se ha demostrado absolutamente ineficaz, o si Europa ha aprendido de sus errores y se propone solucionarlos.

El primer paso para hacer este cambio pide reconocer que la política de austeridad impuesta a los países rescatados, total o parcialmente como en el caso de España, ha sido tan injusta e ineficaz como sostenemos. De hecho, la actual política monetaria de Draghi  y el plan de inversiones Juncker son en sí mismas la constatación de que la disciplina Merkel nos ha llevado a un callejón sin salida: deflación, paro y pobreza colosales, desigualdad extrema, euroescepticismo, falta de cohesión social… ¿Hacen falta más datos?

Si uno se pregunta porque los EEUU han salido mucho antes de la crisis y hoy tienen menos de la mitad de paro, la respuesta de fondo está en una serie de medidas tomadas con la lógica del deudor, mientras que Europa ha privilegiado la del creditor. Y la conclusión, la que avanzaba Keynes hace casi un siglo; si se ahoga, el deudor, arrastrará con él al creditor; si el deudor levanta cabeza, el creditor también saldrá ganando.

Y este es el dilema europeo que se debate hoy con Grecia: continuar ahogando al deudor, supuestamente culpable de su situación, y con esto acabar ahogando a toda Europa, con síntomas como los que hoy padecen economías tan supuestamente saneadas como la finlandesa, o por el contrario cambiar de una vez esta ilógica y buscar una solución que, conviniendo a Grecia, convenga a la vez a toda Europa. Una solución como la que Varufakis, economista experto en el tema mucho antes y mucho más que ministro griego, ha puesto sobre la mesa: renegociación de la deuda y pago de intereses ligado, entre otros, al crecimiento económico.

No olvidemos, de pasada, que España sobrevive hoy gracias a una política monetaria bien paradójica: la deflación que causa y empeora el alto índice de paro, y la anémica actividad económica europea, por un lado hacen crecer el importe de su colosal deuda, y por otro, obligan unos tipos de interés muy bajos que facilitan hacerle frente. Pero en cuanto desaparezca la amenaza de la deflación y los tipos de interés remonten, ¿podrá España hacer frente al pago de su deuda?

La posición española ante el tema griego no deja de ser de una miopía enorme. Reclama la devolución del dinero que ella le ha prestado, a un interés muy por encima del que ella misma ha pagado y con el que, por tanto, ha conseguido buenos beneficios, en lugar de poner sobre la mesa de negociación su propia deuda; en buena parte tan ilegítima como la de Grecia. Una deuda que de ningún modo se hubiera generado sin el euro, ni se hubiera multiplicado sin las políticas de austeridad.

En el Parlamento europeo, el grupo Verdes/ALE y las izquierdas han defendido una conferencia global sobre la deuda periférica y un “new deal” como la mejor salida, sino la única. Bien al contrario, el Consejo de Estados y el Eurogrupo siguen defendiendo la disciplina merkeliana y un plan de inversiones que de hecho será un paso más en el proceso de privatización global, en tanto que se demandan proyectos públicos para inversiones privadas. La disparidad es, en consecuencia, absoluta. Y lo que es más sorprendente, con la socialdemocracia dando su apoyo total a la derecha neoliberal.

Ciertamente, Grecia también tiene mucho que hacer para sacar a su economía del pozo, y en ningún caso puede dar un vuelco ella sola a las políticas europeas y decretar una expansión de gasto público que no puede pagar; porque Europa no le presta el dinero y porque su propio dinero huye a diario y, sobre todo, porque no hay soluciones individuales dentro de un colectivo como la Unión Europea. Ni Hollande ni Renzi han querido aplicarlas, a pesar de su peso.

Entonces, ¿salir del euro, como ya recomiendan a Grecia algunos grupos de opinión alemanes? Quién sabe, quizá para Grecia acabaría siendo mejor que permanecer; pero seguro que supondría un descomunal fracaso europeo. Y, ¿si se echa al último de la clase, quién será el siguiente en salir?

O Europa sabe gestionar y reducir las disparidades de los pueblos que la conforman o no será. Al mismo tiempo, gestionar las disparidades será imposible si Europa no es; es decir, si no avanza en su unión política y deja de contar parados griegos y/o españoles para pasar a contar parados europeos y a preocuparse porque no los haya.

En consecuencia, las negociaciones de estos días tienen a Grecia como pretexto y a toda Europa como tema principal. Si se opta por la humillación del deudor, el proyecto europeo habrá claudicado. 

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