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Primer paso para una Unión de la Salud ambiciosa
Probablemente buena parte de la ciudadanía europea o española desconocía la existencia de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) antes de la pandemia provocada por el SARS Cov-2 y, sin embargo, en el último año sus evaluaciones y recomendaciones se han colado en las conversaciones diarias y han generado una enorme expectación. El más claro ejemplo son las vacunas contra la COVID-19.
La EMA, situada en Ámsterdam (tras la oportunidad fallida de Barcelona) después de su traslado a causa del Brexit, es una de las grandes agencias europeas, cuya función fundamental, en resumen, es evaluar y asesorar para la autorización de comercialización de medicamentos. La EMA es una de las mayores agencias europeas tanto en personal como en presupuesto, pero pese a ello, como otras muchas instituciones de salud o los propios gobiernos, no estaba totalmente preparada para enfrentarse a una crisis como la que aún estamos viviendo.
La UE vivió momentos de descoordinación y desconcierto al inicio de la pandemia dado que esta nos sorprendió sin una verdadera política de salud europea. Afortunadamente, nos dimos cuenta de que esta no era una situación a la que responder de 27 maneras distintas, de manera que mediante la creación de estructuras ad hoc se fue abriendo paso una respuesta coordinada que ha permitido éxitos como la campaña de vacunación y avanzar en el diseño de una nueva política sanitaria europea, la “UE de la Salud”, que las instituciones europeas han puesto en marcha para avanzar de manera coordinada ante los retos y amenazas comunes de salud sin menoscabo de las competencias sanitarias de los estados.
Dentro de este nuevo enfoque, el refuerzo de la EMA para situaciones de crisis será la primera propuesta legislativa de la “UE de la Salud” que apruebe el Parlamento Europeo, tomando buena nota de lo sucedido durante esta crisis y del relevante papel que para cientos de millones de europeos y europeas ha jugado, y sigue jugando, esta institución.
Esa propuesta, en la que he tenido el honor de trabajar como ponente del Parlamento Europeo a lo largo de los últimos meses, avanza en varios aspectos cruciales para el futuro de las políticas de salud europea como, por ejemplo, la mejora de la coordinación con los estados miembros y una mayor transparencia de las deliberaciones de la agencia en situaciones de crisis. Una transparencia que también se ve reforzada en cuanto a la publicación de ensayos clínicos de nuevos medicamentos o vacunas, pues esa falta de información en algunos casos ha motivado quejas de instituciones y de la sociedad civil que ahora son atendidas. Por ello, igualmente, también incorporamos con un rol más activo a los representantes de los pacientes y de los profesionales sanitarios.
Por otro lado, hemos incorporado al nuevo reglamento el enfoque “una única salud” (one health) que constata la evidencia de que la salud humana, la salud animal y la de nuestro medio están conectadas, como ha puesto de relieve esta pandemia y otras crisis sanitarias previas. En este sentido, también se establece un enlace para la consulta con el comité de medicamentos veterinarios en casos de zoonosis.
Pero, si hay un elemento crucial en la propuesta es la puesta en marcha de soluciones para avanzar en la lucha contra un problema endémico en el campo de la salud en la UE: el desabastecimiento de fármacos. El Parlamento Europeo ha insistido a través de diferentes resoluciones en la urgencia de poner sobre la mesa medidas para combatirlos pues cada vez es más habitual que los pacientes no reciban las medicinas que su médico prescribe. Se trata de un problema multicausal (industrial, comercial, logístico, etc.) pero, desde luego, si queremos avanzar en su solución lo primero que necesitamos es monitorizar el funcionamiento de la cadena de suministro para conocer con detalle su alcance y poder actuar. Para ello, hemos propuesto una Base de Datos Europea sobre el Suministro de Medicamentos que informe de los stocks existentes, oferta, demanda y demandas desatendidas a nivel de cada estado miembro y que la EMA pueda visualizar a nivel europeo, detectando e incluso avanzando la aparición de desabastecimientos.
Igualmente, y como lo que buscamos es un impacto real en la mejora del funcionamiento de las cadenas de suministro, hemos previsto un régimen de sanciones que incentive el cumplimiento de las obligaciones previstas para farmacéuticas y fabricantes de productos sanitarios y penalice su incumplimiento.
Finalmente, reforzamos el papel coordinador de la EMA también en el ámbito de la gestión del suministro de productos y dispositivos médicos (equipos de protección, aparataje, fungibles…) en situaciones de crisis, pues, como vimos al inicio de la pandemia, su escasez puede dar lugar a tensiones en la atención sanitaria de enorme gravedad tanto para los profesionales sanitarios como para los pacientes.
En resumen, el camino hacia la Unión de la Salud se inició ya hace meses pero, sin duda, es urgente avanzar con paso firme si queremos ofrecer a la ciudadanía mayor seguridad en este campo. Esta propuesta de refuerzo de la EMA es un primer paso, crucial, para construir la Unión de la Salud ambiciosa y centrada en las necesidades de la ciudadanía que Europa necesita. Sigamos avanzando.
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