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Para no perderse: la gran oferta de GPS abre el camino a un mundo de rutas y recorridos sin límites

Un reloj, incorporado a una bicicleta, con información variada

Sergio Palomar

26 de septiembre de 2022 21:45 h

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Qué lejanos quedan los tiempos en los que diseñar una ruta era un auténtico trabajo de exploración. Primero con una labor previa de comprar mapas en papel y adivinar en ellos posibles caminos y senderos, tarea que en el caso de las rutas por carretera se tornaba más sencilla gracias a las guías que casi todo el mundo llevaba en el coche. Después estaba la investigación sobre el terreno, que a menudo nos deparaba sorpresas como carreteras en mal estado o caminos que ya no existían, con la inquietud de mantener la orientación en tierra desconocida y ello sin más ayuda que un mapa y una brújula. Por último, el trabajo de documentación, donde medíamos sobre el mapa las distancias a la vez que íbamos anotando las altitudes para después traspasar los datos a una hoja de papel milimetrado, en la que quedaba reflejado el perfil de la ruta. Eran otros tiempos más artesanales.

Hoy en día, todos llevamos un ordenador en el bolsillo, artefacto que ha hecho desaparecer muchas de las inquietudes que suponía por entonces crear una ruta. Un simple vistazo al móvil, con múltiples aplicaciones de mapas y de rutas, nos permite no sólo saber con total precisión donde nos encontramos, sino también visualizar sobre detallados mapas y vistas de satélite el entorno a nuestro alrededor y nos ayuda a elegir el camino a seguir sin la incertidumbre de la exploración que en muchas ocasiones nos obligaba a desandar lo avanzado.

Toda la información en tu manillar

También queda lejos la época en la que los ciclocomputadores de bicicleta se limitaban a medir la velocidad y los kilómetros recorridos, basándose en las lecturas de un sensor colocado en la horquilla que se activaba al pasar junto a él un imán que se atornillaba en los radios. Hoy en día, prácticamente todos los ciclocomputadores son auténticos ordenadores de a bordo que utilizan la geolocalización por satélite para establecer nuestra posición sobre el mapa y calcular la velocidad a la que nos desplazamos y la distancia recorrida.

Encontramos distintas marcas que comercializan dispositivos para bicicletas y sin embargo, la inmensa mayoría del mercado está copada por la firma norteamericana Garmin, que cuenta en su colección Edge con varios modelos destinados al ciclismo, desde el impresionante Edge 1040, con una pantalla de generosas dimensiones y todo tipo de funciones, hasta el básico Explore 2, un aparato sencillo, pero con plena funcionalidad para gestionar nuestros recorridos.

A la hora de elegir un ciclocomputador es esencial establecer la funcionalidad que buscamos. En este caso, si de crear y seguir rutas se trata, es importante elegir un modelo con esta orientación lo que implica que tenga mapas cargados en memoria y permita el seguimiento de recorridos además de ofrecernos otras funciones como brújula, altímetro barométrico o perfiles de las rutas. Si además cuenta con una pantalla de generoso tamaño, podremos mostrar más información en la misma y visualizarla de manera más sencilla.

Evidentemente, con un accesorio que nos permita montarlo en el manillar, nuestro teléfono móvil también es capaz de cumplir la función de ciclocomputador utilizando alguna de las múltiples aplicaciones disponibles en el mercado, aunque su uso está limitado por la menor duración de batería y resistencia —sobre todo si lo empleamos fuera del asfalto— respecto a los ciclocomputadores específicos.

El ABC de la navegación

A la hora de diseñar una ruta o seguir una que alguien haya realizado con antelación debemos conocer una serie de conceptos. El más básico de ellos es el track o fichero de trayecto. Cuando vamos recorriendo una ruta, nuestro ciclocomputador va echando una especie de miguitas de pan en forma de anotación en un archivo dentro de su memoria. Estos archivos, de reducido tamaño, siguen varios formatos estándar, los más habituales .gpx o tcx,, por lo que cualquier dispositivo puede interpretarlos. Nuestros ciclocomputadores pueden leer estos tracks, tanto uno que hayamos realizado nosotros con anterioridad, como el que haya realizado otra persona, mostrándonos en pantalla la ruta a seguir y una flecha con nuestra posición.

Además, muchos dispositivos actuales son capaces de analizar e interpretar la ruta contenida en el track para mostrarnos en pantalla indicaciones giro a giro como si fuera el navegador de un coche o detectar las ascensiones de una ruta y generar una pequeña altimetría de la misma que podemos ir visualizando sobre la marcha.

Otro término que resulta interesante conocer es el de Waypoint. Se trata de puntos concretos de la ruta en los que podemos marcar la posición para luego realizar una anotación o darle un nombre descriptivo. Se pueden usar para marcar la posición de una fuente, de un desvío complicado o cualquier cosa que se nos ocurra. Además, si no disponemos de un track podemos utilizarlo para navegar hacia ellos, opción muy habitual con los primeros GPS y que ha caído en desuso con la potencia de los aparatos actuales, capaces de dibujar un track sobre la marcha hacia el punto que le indiquemos.

Un último punto importante es el de los mapas. Aunque algunas marcas de ciclocomputadores recurren a mapas propieos, lo más común hoy es emplear los mapas de Open Street Maps, OSM para abreviar. OSM son una serie de mapas de uso libre mantenidos por la comunidad de internautas que va añadiendo capas de información y corrigiéndolos según vayan detectando errores o variaciones. Incluyen versiones específicas para la bici, con puntos de interés al respecto, caminos, senderos, vías específicas para bicis, etc.

Del ciclocomputador a la red

Al igual que en otros muchos ámbitos de la vida, el uso de internet ha permitido expandir las funcionalidades de muchos aparatos hasta puntos que jamás hubiéramos imaginado. Nuestros recorridos en bici no iban a ser menos, con multitud de plataformas que nos permiten almacenar las rutas que realizamos, compartirlas con el resto de usuarios, obtener rutas realizadas por otros ciclistas o diseñar sobre el mapa nuestras propias rutas para luego exportarlas a nuestro dispositivo. 

De entre las plataformas más populares hoy en día hay que destacar, sin duda, Strava, la auténtica red social del ciclismo. Hoy en día se suele decir en los círculos ciclistas que si no está subido a Strava es que no has entrenado ese día, algo que se toman al pie de la letra incluso los ciclistas profesionales que comparten con el resto del mundo sus entrenamientos.

Si bien la orientación de Strava es más bien social, cuenta con un eficaz editor de rutas en su versión premium, que nos permite generar tracks de forma muy sencilla aprovechando la enorme base de datos generada por las rutas de sus millones de usuarios que permiten detectar los recorridos más habituales de los ciclistas de una determinada zona y, por tanto, trazar las rutas preferentemente por ellos.

Más allá de Strava hay vida, con una orientación más específica a la elaboración y seguimiento de rutas como pueden ser Komoot o Wikilock por citar algunas de las más populares. En todos los casos, se pueden utilizar vía web o a través de la aplicación específica para el teléfono móvil e incluso se integran con algunos modelos de ciclocomputadores para poder utilizar las rutas almacenadas en ellas de forma directa.

Todo esto ha hecho posible que adentrarnos con nuestra bici por terreno desconocido o preparar las rutas a realizar en nuestro lugar de vacaciones no se convierta en un trabajo de chinos como ocurría antes de la llegada de estas tecnologías. Además, en el caso de que queramos explorar nuevos recorridos todo resulta más rápido y sencillo, aunque por el camino se haya perdido ese componente de aventura que era un factor de motivación a la hora de lanzarnos con nuestra bici hacia lo desconocido.

Cómo funciona el GPS

La esencia de los ciclocomputadores modernos es el uso de un sistema de posicionamiento vía satélite. A menudo se suele generalizar empleando el término GPS, que en realidad hace referencia al primer sistema de posicionamiento que entró en funcionamiento. El GPS está basado en una constelación de satélites que orbitan alrededor del planeta. Cada satélite emite constantemente una señal que contiene información precisa sobre su posición y el momento preciso en que se emitió la señal.

Recibiendo la señal de un mínimo de 4 satélites, nuestro pequeño ciclocomputador es capaz de procesar esas señales para utilizando un método matemático denominado trilateración, determinar nuestra posición sobre el terreno con una precisión de metros, usando los receptores habituales ya que, con receptores específicos para uso en geología o topografía se logra llevar la precisión hasta unos pocos centímetros.

Como decíamos, GPS hace referencia a la constelación de satélites creada a finales de los años 70 por el ejército de EE.UU, un sistema que se fue abriendo progresivamente al uso civil. Además del GPS, Rusia desarrolló el sistema GLONASS. A su vez, la Unión Europea comenzó a posicionar satélites para su sistema Galileo que comenzó sus operaciones en el año 2016. El último actor en entrar en la escena de los sistemas de posicionamiento vía satélite ha sido China con la creación de Beidu, que comenzó a estar operativo en el año 2020.

Por suerte, la mayoría de ciclocomputadores del mercado son capaces de captar y procesar las señales de varias de estas redes con lo que pueden sumar los datos obtenidos para lograr un posicionamiento más preciso y, lo más importante, garantizar cobertura de localización en prácticamente cualquier lugar del mundo.

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