La “angustia” y el “estrés” del confinamiento dispararon en Euskadi los consumos de alcohol, tabaco y otras drogas

La “angustia” y el “estrés” originados por el confinamiento domiciliario general del primer estado de alarma han supuesto más consumo de alcohol, de tabaco y de cannabis en 2020, así como otras adicciones no relacionadas con sustancias y sí con el juego o las redes. Ésa es la conclusión que emite la consejera de Salud, Gotzone Sagardui, en varias respuestas parlamentarias enviadas al representante de PP+Cs, Carmelo Barrio, que se había interesado por la situación del efecto de la COVID-19. Sagardui, aunque remarca que es pronto para poner números al fenómeno, menciona un trabajo cualitativo encargado por la Dirección de Salud Pública y Adicciones y elaborado por el centro de estudios SIIS de la Fundación Eguía Careaga.

En cuanto al tabaco, “ha habido un aumento del consumo” y, como derivada, se ha “intensificado” la “exposición al humo” no solamente de los consumidores, sino de su entorno familiar “incluidos menores de edad”. El informe apunta que, en el caso de los jóvenes fumadores 'sociales', ha habido una “bipolarización”, la de quienes han podido 'normalizar' su situación en las familias incluso por el interés de “evitar conflictos” y la de los padres que han descubierto un consumo intensivo en sus hijos que han cortado en casa. Pese a los cierres intermitentes de la hostelería y sus restricciones, las actuaciones por incumplimientos de la ley antitabaco no han caído de manera clara. Fueron 162 denuncias en 2020 por 212 de 2019, 192 de 2018 y 183 de 2017. De ellas, el grueso se produjeron en los bares.

Respecto al alcohol, “los consumos han podido ir descendiendo en el ámbito público” sin bares en algunos momentos del año pero se han registrado incrementos de ventas en comercios y, consiguientemente, del consumo en el ámbito privado. El cannabis también ha ganado protagonismo por la “angustia emocional” y “tanto entre jóvenes como entre adultos”. Finalmente, en cuanto a otras drogas ilegales, se ha apreciado un “aumento generalizado de las personas atendidas” en entidades sociales que trabajan en la atención de drogodependientes. Las recaídas se han disparado un 73,9%, el consumo derivado del estrés un 69,6% y las urgencias un 69,6%. Estos problemas han afectado más a quienes ya antes eran “más vulnerables”, como las “personas sin hogar, de etnia gitana, población inmigrante y personas reclusas y exreclusas”. “En la medida de lo posible”, explica Salud, se ha tratado de mantener los servicios de atención aunque en algunos supuestos “debido a aumento de la demanda”, ha habido que ampliar plazas.