Think Bask, quiere ser una red de pensamiento analítico donde aquellas personas que generan conocimiento en nuestra sociedad, como universidad, investigadores sociales, analistas, fundaciones, ONG’s, sindicatos, partidos políticos, blogs, etc... tengan un cauce de expresión y un lugar de encuentro. En este espacio caben todas las opiniones y el debate es bienvenido.
Laissez-passer
La referencia del título no tiene que ver con el mal momento que vive la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, para enfrentar el cual está pidiendo firmas con la campaña “CEAR es más necesaria que nunca” a través de change.org El asunto remite a algo más banal, pero no menos importante ni tampoco alejado de los problemas que también padecen los refugiados. Me refiero al repertorio de recursos de las administraciones para sacarle los cuartos al ciudadano y cuadrar a martillazos sus presupuestos.
Hace unos días saltaba a los medios la noticia de que la Diputación guipuzcoana se cargaba la declaración conjunta de las parejas con el argumento de la emancipación femenina y la lucha contra la dependencia de la mujer del salario del varón. Un colega de esta misma página acertó a escribir que la decisión se apoyaba en un “informe de género (tonto)”. La misma institución maneja la posibilidad de cobrar a los usuarios de la N-I a Francia (ahora a Lapurdi) y de la A-15 a Navarra (un epílogo adecuado a la chapuza histórica que dio lugar a esa autovía de Leizarán).
La idea no es novedosa: el país está trufado de portazgos, pontazgos y montazgos, al mejor estilo medieval. La diferencia es que hoy se llaman peajes de autopista, pero siguen beneficiando a los mismos señores feudales gestores del cobro asignado por la hacienda correspondiente. Hay regiones y provincias imposibles de transitar si no es apoquinando, salvo que se elija un camino alternativo nuevamente medieval.
Lo que ha animado estas letras es la tramoya posterior a la idea. Sus ocurrentes parten de que los guipuzcoanos no paguen y, ante las protestas de sus convecinos de otros territorios históricos que atraviesan cada día sus calzadas, pretenden sumar a esa bicoca –supongo que con privilegios menguados respecto de los naturales- a estos últimos. La idea, desarrollada hasta el infinito absurdo dará lugar a un sinfín de alianzas entre territorios para proteger en lo posible las carteras de sus ciudadanos: tú no pagas el peaje en su totalidad por ser de tal lugar y a cambio tienes determinadas mercancías que recogemos aquí al lado a un precio más asequible. Quizás sea el embrión de la Europa de los Pueblos, enfrentada de una vez a las calamidades de ésta de los Mercaderes.
La otra vertiente es el respeto a la ciudadanía propia. Como dependo de mi ciudadano para salir reelegido, establezco cargas fiscales sobre los otros más lejanos (cuanto más lejano, más cargas) en la confianza de que el natural se encogerá de hombros, solidario de mi medida. Como idea no está mal, pero inmediatamente se le ocurrirá al político de al lado hacer lo propio, hasta llenar el mapa de “situaciones localizadas de paso” que recordarán las dificultades más genuinas del tiempo medieval. Con esta nueva Primavera de las Naciones resurge el multicolor mapa de fronteras del Medioevo: aquí un pontazgo, aquí una moneda propia, aquí un idioma ancestral, aquí un estilo, aquí unas costumbres… Mil años que se van por el fregadero de la Historia.
Pero lo que subyace a todo esto es el redescubrimiento político de la insolidaridad, del búsquese la vida, del sálvese quien pueda y del tonto el último. La medida de poner pontazgos en las autovías que no tienen aún peaje y que solo los paguen los de fuera (cuanto más de fuera, más) se apoya en el principio de que solo nos debemos a los nuestros, a los que conocemos o, en lógica del elegible, a los que pueden votarnos. En mi ciudad, la versión de esa ocurrencia egoísta se llama FIRA, acrónimo de “Financiada Íntegramente con Recursos Ajenos”. Todo lo que de algún fundamento hace mi ayuntamiento (el de Vitoria-Gasteiz) lo rubrica con un pie de página que suena algo así como: “Señor ciudadano: no se piense que nos gastamos su dinero en esto. Bien al contrario, todo viene de fuera y está aquí por la sagacidad de nuestros gobernantes que han logrado desviarlo para que nos beneficiemos del mismo exclusivamente nosotros”. Y esperan que el ciudadano responda: “¡Qué listos son nuestros gobernantes! ¡Cuánto hacen por nuestro bien!”.
Todo forma parte de la misma lógica. La insolidaridad y el desapego respecto del que no conocemos o no consideramos nacional nuestro se disfraza de múltiples ropajes a mayor beneficio del ciudadano soberano, quien todavía tiene en sus manos la continuidad de mi futuro como político. El populismo egoísta tiene por delante un esplendoroso futuro mientras siga viva esta nuestra crisis.
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