Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
De caza
Un supuesto periodista que se ha moldeado a sí mismo como el perfecto señorito andaluz, con cierta semejanza a aquel don Guido que tan bien retrató Antonio Machado en su poema titulado “Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido”, todas las mañanas de los días laborables, en una emisora de radio perteneciente a la Iglesia Católica, insulta gravemente a todos los ciudadanos de este país que no piensan como él.
El ocurrente corifeo, de habla engolada, enfática, como si los modales decimonónicos que le adornan la estatura, le brotaran desde la garganta, muy bien remunerado con un dinero que a nuestra Santa Madre Iglesia parece sobrarle, es seguido en sus insultos por un grupo de supuestos periodistas que todas las mañanas de los días laborables, desde hora temprana, se congregan alrededor de su mesa para adornarle las muchas mentiras que sentencia, lamerle las botas, sacarle brillo al micrófono y regresar, luego, de sus insultos a sus asuntos, con unas cuantas monedas sucias y sudadas en sus bolsillos. La conversación en nuestro país es una práctica en desuso. Cierto. Hace ya tiempo que no se conversa, tal vez porque ya no se piensa o tal vez porque ya nadie tiene nada que decir. Pero hubo un tiempo en que en los medios de comunicación había unas cuántas personas inteligentes, juiciosas, respetables, que conversaban entre ellas de un modo cortés, respetuoso y no solo para entretenernos sino también para instruirnos.
Hace ya tiempo que no se conversa, tal vez porque ya no se piensa o tal vez porque ya nadie tiene nada que decir
He aquí la novedad: si ahora quieres pertenecer al círculo selecto de los profesionales de los medios de comunicación que están mejor remunerados no atiendas a razones, pásate por la entrepierna los buenos modales, escribe artículos en la prensa insultando a todo aquel que te lleve la contraria y luego, desde cualquier micrófono, brinda a la salud de tus muertos con una copa de champán en la mano, porque los muertos de los demás, los que aún permanecen tirados en las cunetas de este país desde nuestra última guerra civil, por ejemplo, no fueron más que unos sarnosos hijos de puta que nunca tuvieron más que la miserable existencia que siempre se merecieron.
Todas las mañanas de los días laborables, en una emisora de radio perteneciente a la Iglesia Católica, un supuesto periodista que se ha moldeado a sí mismo como el perfecto señorito andaluz, con cierta semejanza a aquel don Guido que tan bien retrató Antonio Machado en su poema titulado “Llanto de la virtudes y coplas por la muerte de don Guido”, sale de caza con unos cuantos colegas, micrófono en mano. Si usted no piensa como él, la pieza a abatir es usted.
Un supuesto periodista que se ha moldeado a sí mismo como el perfecto señorito andaluz, con cierta semejanza a aquel don Guido que tan bien retrató Antonio Machado en su poema titulado “Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido”, todas las mañanas de los días laborables, en una emisora de radio perteneciente a la Iglesia Católica, insulta gravemente a todos los ciudadanos de este país que no piensan como él.
El ocurrente corifeo, de habla engolada, enfática, como si los modales decimonónicos que le adornan la estatura, le brotaran desde la garganta, muy bien remunerado con un dinero que a nuestra Santa Madre Iglesia parece sobrarle, es seguido en sus insultos por un grupo de supuestos periodistas que todas las mañanas de los días laborables, desde hora temprana, se congregan alrededor de su mesa para adornarle las muchas mentiras que sentencia, lamerle las botas, sacarle brillo al micrófono y regresar, luego, de sus insultos a sus asuntos, con unas cuantas monedas sucias y sudadas en sus bolsillos. La conversación en nuestro país es una práctica en desuso. Cierto. Hace ya tiempo que no se conversa, tal vez porque ya no se piensa o tal vez porque ya nadie tiene nada que decir. Pero hubo un tiempo en que en los medios de comunicación había unas cuántas personas inteligentes, juiciosas, respetables, que conversaban entre ellas de un modo cortés, respetuoso y no solo para entretenernos sino también para instruirnos.