Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
No son cosas de niños, es violencia
Como sociedad, nos conmovemos e indignamos de manera cíclica con los casos de niñas y niños que se suicidan al vivir situaciones derivadas de procesos de acoso o ciberacoso. En esos momentos, nos conjuramos para unirnos en la creencia compartida de que hay que terminar con ambas conductas. Pero una y otra vez, como sociedad, terminamos digiriendo estas situaciones desgraciadas. ¿Estamos fallando en algo o, simplemente, estamos mirando hacia otro lado?
En el informe “Yo a eso no juego”, Save the Children destaca que un 9,3% de los estudiantes en el Estado (6,3% en Euskadi) considera que ha sufrido acoso y un 6,9% (4,5% en Euskadi) se asume víctima de ciberacoso. No es un juego de niños. Al acoso y al ciberacoso hay que llamarlos por su nombre: son formas de violencia entre iguales que a menudo quedan invisibilizadas. No podemos justificarlos ni permitirnos fallar a niñas y niños que están sufriendo situaciones de estrés o ansiedad. Los cambios de actitud social han de llegar. No debemos mirar hacia otro lado ni restar importancia a lo que se cree, sin serlo, una chiquillada.
Si bien en Euskadi las cifras de prevalencia del acoso y ciberacoso son menores que la media nacional, mientras exista un niño o niña que pueda estar sufriendo acoso, las administraciones públicas vascas tienen que garantizar que, tal y como establece la legislación autonómica vasca, todos los centros educativos cuentan con un plan y con un observatorio de convivencia. El plan de convivencia es el marco necesario para que todo el mundo en la escuela sepa que la violencia no es tolerable y que existen personas encargadas de velar por ello.
Desde pequeños, tenemos que aprender a respetar y a ser respetados. Uno de los problemas que enfrentamos como sociedad es no consentir la diferencia. Ahí comienza el acoso. A menudo se considera distintos a los niños y niñas que son víctimas de acoso. El papel de la educación pasa por reforzar la particularidad de cada persona; el de la sociedad conlleva ser consciente de ello. La escuela no es el único causante ni lugar donde se gestan estas actitudes, aunque muchas veces estos comportamientos se detecten o tengan repercusiones directas en la vida escolar, el acoso y el ciberacoso suceden también en otros ámbitos. Cada día la sociedad está más informada de esta problemática, pero no parece asumir su dimensión.
La respuesta ante estos casos de violencia debe ir más allá. En Save the Children pedimos a los Gobiernos que den una respuesta contundente e integral frente al acoso, no solo actuar ante un caso mediático. Pedimos a todas las fuerzas políticas que combatan el acoso desde un paraguas amplio, que definan y aprueben una Estrategia y una Ley específica para acabar con todos los tipos de violencia que sufre la infancia, con medidas concretas, con la coordinación de todos los actores (administraciones, comunidad educativa, padres, niños y niñas, etc.) y con la asignación de un presupuesto. Pedimos la firma de la ciudadanía para conseguirlo.
El acoso y el ciberacoso deben formar parte de una estrategia de lucha integral contra la violencia hacia la infancia, una estrategia que disponga de los recursos suficientes para prevenir la violencia antes de que ocurra y para frenarla cuando ya ha sucedido. Debe apostar por la formación especializada de profesionales, impulsar acciones de sensibilización para toda la sociedad y dotar de herramientas a los niños y niñas que están siendo víctimas de acoso y ciberacoso para que sepan dónde y cómo pedir ayuda. Debe contemplar medidas educativas y de protección tanto para las víctimas como para los agresores.
Como sociedad, tenemos que entender que esta forma de violencia tiene importantes consecuencias e implicaciones. Más allá de los riesgos físicos, a veces padecidos por los niños y niñas, las consecuencias psicológicas pueden ser graves: depresión, abandono escolar, absentismo por miedo a acudir a la escuela y, lo que es peor, puede llevar al suicidio. La violencia contra la infancia puede adoptar múltiples y cambiantes formas, pero independientemente de la gravedad de las lesiones, de las consecuencias sobre el desarrollo de los niños y niñas, de la persistencia, la duración o la aceptación social de una forma concreta de violencia, nunca es justificable.
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