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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Futbolistas, fútbol y desprecio a las mujeres

Fútbol

Matilde Fontecha

En los últimos años, hemos avanzado en el rechazo social a todo tipo de violencia contra las mujeres. Es un pequeño paso en la maratón que nos queda por delante, salpicado de grandes escollos. Uno de los más preocupantes es la cantidad de jóvenes que justifica la violencia.

Los tres jugadores del Arandina Club de Fútbol –Carlos Cuadrado Santos, Víctor Rodríguez y Raúl Calvo– han ido más allá: presuntamente, han perpetrado una violación conjunta contra una niña de 15 años.

No les va a servir el argumento del consentimiento y otras patrañas. En principio, ya han cometido un delito, tipificado en el Código Penal, por tener relaciones sexuales con una menor.

En este caso, no va a ayudar a estos “chavales extraordinarios” que sus colegas oculten pruebas. Tampoco hay dinero que valga, porque la madre de la menor les ha denunciado y los futbolistas están en prisión.

Quizá, el gran sueño de estos futbolistas del Arandina haya sido el Balón de Oro, o quizá no han apuntado tan alto y se conformarían con jugar en primera división, con el dinero que ganan y los privilegios que tienen. Quizá les han contado que, en un encuentro internacional, al llegar al hotel de cinco estrellas, les esperaba en la habitación una prostituta de lujo que el club había contratado para contribuir a minimizar su estrés.

Es probable que hayan asistido a algún mundial y hayan visto el montaje paralelo al estadio, donde miles de prostitutas ofrecen sus servicios, ya que para la ocasión y por unos días les han permitido cruzar la frontera correspondiente.

Los futbolistas, en general, tienen una inteligencia motriz extraordinaria. Suelen abandonar la etapa educativa muy pronto y carecen de formación. Como consecuencia, es poco probable que hayan tenido alguna profesora que les haya impartido una asignatura desde las perspectiva coeducativa, un profesor que haya tratado de desmontar la creencia de que ellos son superiores a las chicas, o menos probable aún, que hayan adquirido conocimientos relacionados con la Igualdad de Género.

Estos presuntos violadores parece que tampoco se molestan en ver los minutos iniciales de cualquier telediario. No son conscientes de que, a raíz del juico de Los Sanfermines, la gente ha salido a la calle a exigir que la violencia contra las mujeres no quede impune; a pedir a los medios de comunicación que al emitir estas noticias no revictimicen a las mujeres que han sufrido los abusos; a exigir a jueces y juezas que hagan Justicia con mayúsculas.

Si, como es habitual, desde su infancia entrenaron y jugaron en ligas de fútbol federativas, suelen considerar que los valores del fútbol son lo más importante en sus vidas. Habrán asimilado las malas prácticas que en el fútbol se llevan reproduciendo décadas: lo que les han enseñado esos entrenadores machotes, anquilosados en técnica y táctica deportiva, pero que estimulan a los jugadores a base de órdenes como “échale cojones”. Habrán aprendido que el fútbol es excluyente –tienen cabida solo los niños más hábiles– y otras muchas cosas de ese entrenador que fue jugador y se hizo entrenador por imitación, sin apenas formación y ningún tipo de reflexión. Porque ni siquiera en los niveles infantiles el fútbol es educativo, porque quienes entrenan no son educadores.

El fútbol de élite español es el máximo exponente de masculinidad machista de nuestra sociedad.

Es el espejo en que se miran los niños que sueñan con ocupar el lugar de sus héroes. Para las niñas, el espejo es negro y no pueden verse reflejadas. Ellas enseguida aprenden que están fuera de juego. Ellos, aunque parezca lo contrario, se llevan la peor parte: envuelto en papel de ilusión tragan un paquete de producto tóxico al completo que representa lo peor de la sociedad actual.

Parece mentira que no exista un debate público acerca de la presencia del fútbol en los medios, en la vida social. Una crítica seria cuestionando cómo invade nuestras viviendas y contribuye a la deseducación de las mentes más tiernas, inculcando el pensamiento más atávico.

El fútbol representa lo peor de esta sociedad y, sin embargo, no sufre ningún descrédito ni por su implicación en los grandes escándalos mundiales ni por hacer dejación en la defensa de los derechos humanos. Por ejemplo, no haber participado en las acciones contra la homofobia que se han llevado a cabo en Europa en los últimos años. Se agarran como a un clavo ardiendo a la idea de que los futbolistas deber ser heterosexuales, única opción sexual que encaja con su idea de masculinidad.

Capítulo aparte merece la permisividad del mundo del fútbol con los abusos contra las mujeres, desde los insultos sexistas a una árbitra hasta la impunidad contra el maltrato. La Federación ha llegado al extremo de permitir que la afición mostrara su apoyo a un futbolista maltratador, exhibiendo pancartas desde las gradas.

La discriminación de las jugadoras y demás mujeres profesionales que intentan abrirse camino en el fútbol es brutal, pero los dirigentes del fútbol se niega a abordar tema.

En 2014, el Consejo Superior de Deportes ofreció ayuda económica a las federaciones deportivas a cambio de implementar algunas exiguas medidas para la Igualdad: incrementar el número de mujeres directivas y redactar un protocolo de prevención contra los abusos sexuales en el deporte. La Federación de Fútbol ha sido la única que ha rechazado el dinero de esta subvención.

Puede permitirse semejante arrogancia. No necesita los fondos públicos, ya que en su matrimonio de conveniencia con el poder político-económico tiene las espaldas cubiertas y gana dinero a espuertas. El desprecio a las mujeres no es nada nuevo, como puede constatarse si tiramos de hemeroteca. No obstante, podían haber evitado semejante alarde de prepotencia.

Como conclusión, podría decirse que los futbolistas, tienen una doble y perniciosa educación. Por un lado, han vivido cómo la sociedad tiende a proteger a los autores de abusos contra las mujeres y, por otro, en el mundo del fútbol, han tenido la mejor escuela para aprender que las mujeres no valen nada.

Sabiendo que, en este momento, no habrá argumento capaz de aportar consuelo, quiero terminar este artículo enviando mi solidaridad a esa niña de 15 años que por ser mujer tiene una tarea añadida: superar el miedo ancestral que unos indeseables la han metido en el cuerpo.

Enviando mi agradecimiento a esa madre que tuvo la sabiduría de reaccionar y la valentía de denunciar la violación de su hija.

 

 

 

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