Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
A Jon Paredes, 'Txiki'
Permíteme Txiki, permíteme Jon Paredes Manot, que te escriba estas líneas con emoción muy difícilmente contenida. Txiki, observo que lejanía temporal y cercanía personal se me enzarzan en un intrincado nudo de nostalgia. Todo lo has perdido Txiki, te arrebataron el poder ser y la vida entera. No te olvido, no quiero, ni debo, ni puedo Txiki, fusilado en los estertores del franquismo después de un juicio de caricatura, hace ya cuarenta y siete largos, al alba de un 27 de septiembre de 1975. Y con el viento del norte, la lluvia mojando y el olor penetrante a salitre viejo deseo más que nunca que la condición de ser humano se anteponga de una vez por todas y para siempre en Euskadi a cualquier otra consideración.
Txiki, arrebatar la vida y el ser a otro ser humano por pensar diferente siempre estuvo mal. Quizás Txiki, nos equivocamos desde el mismo comienzo. Sí, nos equivocamos. Y desde el mismo principio (parafraseo la letra de una canción del grupo Ken Zazpi). Esa es al menos la percepción que tengo, la sensación y convicción desde el observatorio de la atalaya que da el paso de casi medio siglo, la muy triste constatación de que aquello fue un trágico e inmenso error, un error fatal, radical, ético, político que no debe volver a repetirse nunca jamás, un trágico e inmenso error que derivó, descompuso y pudrió implacable e imparable en una tragedia vergonzante y desastre total.
Porque bien se suele saber cómo se empieza al utilizar la violencia como un instrumento más en la lid política, aunque fuera en la resistencia activa durante la feroz y larga dictadura franquista, pero no cómo se desarrolla, qué evolución tiene y menos cómo, por qué y cuándo se acaba. En estos largos años, es la sin piedad del paso del tiempo, Txiki, mucho ha llovido, muchas cosas han cambiado y muy profundamente en Euskadi, como los tamarindos de La Concha, que sobre todo los más viejos, retorcidos y medio caídos, han sido reemplazados inevitablemente para mantener vivo y permanente el paisaje, pero sí, es cierto, otras cuestiones continúan respetando la historia y así el viento del norte con su olor de siempre a salitre viejo, continúa azotándolos y doblándolos hasta a veces quebrarlos del todo.
Hoy y aquí, el futuro nos interpela, no hay excusas, y creo que estarías de acuerdo en afirmar que es tarea de todos arrimar el hombro, y obligación de conquistar definitivamente la paz, la reconciliación y la convivencia en esta Euskadi nuestra. Y es hora todavía, porque siempre lo será y porque la paz, la reconciliación, la normalización y la convivencia también debe de ser posible en Euskadi. Lo estamos consiguiendo, aunque todavía hay importantes pasos a dar. Lo conseguiremos del todo y definitivamente. Estamos en ello. Te lo haré saber.
Al alba sí, al alba, que como dice la letra del cantautor Eduardo Aute, es cuando sangra la luna al filo de su guadaña. Te fusilaron tiro a tiro, eran los gatillos del crimen, mientras cantabas el 'Eusko Gudariak'. Eran ya los estertores vengativos de la dictadura franquista. Últimos vómitos de sangre de aquel golpista asesino que vivió y murió matando. No fuiste el único, los verdugos de la luz y de la esperanza, los esbirros de la noche oscura, y también ante el paredón, acabaron con otras cuatro vidas, una de ellas la de otro vasco, Ángel Otaegi. Maldito baile de muertos. Los que venían con hambre atrasada quisieron así, y se lo llegaran a creer, arrancar las raíces de la tierra y congelar el viento del mañana.
Me acuerdo y no te olvido, Txiki, por mucho que ha llovido en estas siete tierras vascas. Y al alba te deseo Txiki, en este bisoño otoño de este ya desflorado tercer milenio, que la tierra vasca donde yaces te siga siendo leve. Hoy, Txiki, casi medio siglo más tarde, al alba, y en la total y radical negación ética de la violencia política, te recuerdo. Jamás te olvidaré. No puedo, ni debo, ni quiero. Bixar.
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