Rivera suplica a los vascos en Vitoria que den un escaño a Ciudadanos
Albert Rivera lleva un año intentando que Ciudadanos se convierta en el partido indispensable de la política española. Para las elecciones vascas, ha tenido que bajar el listón de las aspiraciones. Su objetivo es entrar en el Parlamento de Vitoria, aunque sea con un diputado y colándose justo antes de que cierren la puerta. Con eso se darían por satisfechos y ni eso parece que está a su alcance, según la mayoría de las encuestas.
El líder de Ciudadanos pidió y rogó en un mitin en Vitoria el domingo por un empujón final que permita a su principal candidato, Nicolás de Miguel, obtener un escaño por Álava. “Nos jugamos muchísimo, como ser o no ser en el País Vasco”, dijo sin restar gravedad a la situación. Fuera del hemiciclo, serían un partido irrelevante en Euskadi.
“Va a ir de 200, 300, 500 votos, no más”, calculó. Para dar ese salto, se dirigió no tanto a las 150 personas que le escucharon, sino a los votantes del PSE y PP. La táctica es lógica, y funcionó en Cataluña en su momento; la argumentación aplicada a Euskadi, no tanto. Rivera sostiene que socialistas y populares están abducidos por el nacionalismo vasco y se limitan a girar en torno a él: “Somos una alternativa que no va a pastelear con el PNV, como hacen el partido socialista y el Partido Popular”.
Es cierto que los socialistas han sido aliados del PNV en legislaturas anteriores y ahora en instituciones forales y locales. Pero acusar al partido de Iturgaiz, Mayor Oreja, San Gil y ahora Alonso de ser un grupo de dóciles acompañantes del PNV exige caminar por una realidad paralela que poco tiene que ver con la política vasca.
Para Rivera, no hay más incógnita que saber si C's conseguirá su escaño. Lo demás ya está decidido: “Votar al PP y PSE no va a servir de nada. Es más, puede servir para apuntalar al PNV, como puede hacer el PSE”. En lo que sonó casi como un desprecio, destacó que el resultado electoral del PP carece de interés: “No va a cambiar nada. Díganme qué cambia si Alfonso Alonso saca siete u ocho diputados”.
El líder de C's está convencido de que todo gira en torno a su partido, incluso en Euskadi donde su presencia es ínfima y sólo aspira a heredar el escaño por Álava que tenía UPyD. Y esto es así porque “al nacionalismo se le vence con un plan alternativo sin complejos”, en una recuperación del viejo lenguaje aznariano. No fue una frase aislada. Tanto él como Nicolás de Miguel repitieron la expresión varias veces. Sin complejos para todo, mientras se supone que socialistas y populares van por la vida deprimidos. “Lo tenemos que decir sin complejos. Somos españoles sin complejos”, dijo De Miguel. Por tanto, un escaño “sin complejos” obraría efectos mágicos en la Cámara de Vitoria.
Fuera de Euskadi, Rivela elogia los pactos y la capacidad de Ciudadanos de no trazar líneas rojas y de hacer lo posible por llegar a acuerdos con fuerzas de ideas diferentes. Antes, Inés Arrimadas se había enorgullecido de que el suyo sea “el único partido que sabe negociar, el único que sabe ceder”. Pero eso será más al sur, donde llueve menos. En el lenguaje de C's para el País Vasco, negociar es venderse al PNV.
Ciudadanos sí ha cedido en esta campaña. Su empeño por acabar con las diputaciones no afecta a las diputaciones forales vascas. En ocasiones anteriores, criticaron el Concierto Económico como un privilegio fiscal para los vascos, pero en entrevista con este diario De Miguel ya reconoció que no quieren tocarlo porque “no es una demanda que esté en la calle, no es un clamor ni una preocupación social”. Evidentemente, pretender sacar un escaño por Álava pidiendo el fin de las competencias fiscales de las diputaciones hubiera sido la mejor forma para quedarse en mil votos como mucho.