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Cuando la 'guerra sucia' en Euskadi la 'investigaba'... José Amedo

A las 00:05 del domingo 20 de enero de 1980 el tiempo se paró de golpe en Alonsotegi (Bizkaia). Una potente bomba compuesta por unos seis kilos de 'goma dos' colocada en el interior del bar Aldana de la localidad -que entonces pertenecía al término municipal de Barakaldo- mató a cuatro personas e hirió a una decenas de habituales del bar, un local frecuentado entonces por simpatizantes nacionalistas y que regentaba José Angel González y Garbine Zárate, ambos afiliados al PNV de Alonsotegi. Así estrenaba este municipio vizcaíno el autogobierno recién aprobado en las urnas.

Los familiares de Liborio Arana -la persona que desplazó con la pierna la caja de cartón donde estaba el artefacto explosivo, de 54 años y con seis hijos-, Manuel Santacoloma, Mari Paz Ariño y Pacifico Fica recibieron muchos años después las correspondientes indemnizaciones como víctimas del terrorismo. Pero ni una respuesta que sirviera para aclarar la autoría de un atentado reivindicado por uno de los grupos de ultraderecha que operaban en una época en la que Euskadi acabada de aprobar justo unos pocos meses antes el Estatuto de Gernika. Ese año se producirían 200 atentados, 98 asesinados y 22 secuestros, según queda reflejado en el impactante documental realizado por el director Iñaki Arteta '1980'. Eran los años de plomo.

“Aún me emociono al recordar vivencias y los pensamientos de cuando se producían atentados en el Pueblo Vasco, en los Estados español y francés. El atentado terrorista contra el Bar Aldana en Alonsotegi, reivindicado por un grupo de ultraderecha, todavía por esclarecer, y que costó la vida a cuatro vecinos de los municipios de Alonsotegi y Gueñes, me emociona de manera significativamente muy personal”. Quien echa la vista atrás es el lehendakari, Íñigo Urkullu, que ha accedido a hablar para eldiarionorte.es del atentado que desgarró su municipio natal, Alonsotegi. Entonces tenía 18 años.

“En una época convulsa para Euskadi y que hoy ya es historia. Pero una historia sobre la que tener memoria”, reivindica. “Creo que fue uno de los hechos, en un tiempo de muchas vicisitudes personales, que más me influyó en mi posicionamiento contrario a cualquier tipo de violencia. Me ayudó a comprender la importancia que el esclarecimiento de los atentados tiene para todas y cada una las víctimas, así como la necesidad de un compromiso social por el respeto y la convivencia. Me ayudó a comprender y a aplicar en todas las responsabilidades públicas que he tenido la oportunidad de desempeñar la necesidad de una memoria justa para con las víctimas de la violencia terrorista que en Euskadi ha tenido, además de otros grupos como el que nos ocupa, a ETA ya como máximo responsable y actuando usando de manera perversa el nombre del Pueblo Vasco”, censura.

En los días siguientes al atentado, el periodista de EL PAÍS Javier Angulo, que investigó los hechos, recogió en sus crónicas el anunció por parte de las autoridades del compromiso para investigar y aclarar los hechos. Pero en el pueblo había pocas dudas sobre la mano que había colocado la caja de cartón con el explosivo en el bar Aldana. “Nadie dudaba ayer en Alonsotegui que el atentado era obra de la ultraderecha. El bar Aldama solía ser frecuentado por simpatizantes y afiliados del PNV”, escribía entonces Angulo en una crónica en la que ya se anunciaba la asunción del asesinato múltiple por parte de los GAE (Grupos Armados Españoles), tras una llamada recibida en el rotativo Diario Vasco.

El comunicado era inquietante y avanzaba una estrategia de respuesta de 'guerra sucia' contra los atentados de ETA en un año, 1980, que pasaría a la historia por ser uno de los más cruentos del terrorismo en Euskadi. “Tal y como prometimos, por cada miembro de las FOP [Fuerzas de Orden Público] o Guardia Civil caerán cuatro componentes de la izquierda abertzale. En este caso, hemos elegido Baracaldo; la próxima vez se hará en una población conflictiva de Guipúzcoa”.

“Aquello nos conmocionó a todos”, recuerda el periodista Angulo. “Fue un atentado que pretendía sobre todo atemorizar y agudizar las contradicciones que aún existían. Un golpe de los sectores que veían cómo la democracia se iba haciendo un sitio”, interpreta este periodista.

Los responsables policiales prometieron una investigación a fondo para esclarecer los hechos. Apenas unos días después del atentado, el entonces director de la Policía, José Saiz, se desplazó hasta Bilbao comisionado por el entonces ministro del Interior, Antonio Ibáñez Freire (ya fallecido), para encargarse de las investigaciones policiales. Y el Gobierno Civil de Bizkaia apuntaló esas intenciones con una declaración en la textualmente “asumía la responsabilidad de adoptar cuantas medidas policiales y de actuación antiterrorista sean necesarias para apoyar las instituciones democráticas y aislar a los asesinos, que no dudan en emplear su violencia deliberada contra personas inocentes”.

Los archivos policiales, sin pistas

Pero con el paso del tiempo, las esas primeras intenciones se fueron diluyendo. Hace ahora justo un año, hijos, nieto y familiares de las víctimas de un atentado -cuyos efectos penales ya han prescrito- reclamaron una investigación en profundidad del atentado. Tal vez porque conocían los antecedentes remitieron su carta al secretario general de Paz y Convivencia del Gobierno vasco, Jonan Fernández. Pero el diputado del PNV en el Congreso Aitor Esteban se hizo eco de la reclamación y pidió al Ministerio del Interior toda la información que hubiera en los archivos policiales del atentado ultraderechista con una pregunta ¿Qué sabe el Ministerio del Interior sobre lo ocurrido?. Y más en concreto, solicitó “los datos que constan en el expediente policial abierto”, los “pasos que dio la policía para esclarecer el atentado” y “copia del expediente policial y todos los datos existentes”.

La respuesta gubernamental llegó el 18 de marzo de 2015. Nadie sabía nada. Nadie encontró en los informes que se guardan en la Policía pista alguna que pudiera servir para hacer luz sobre la matanza. “Una vez consultados los archivos policiales no existe informe que aporte datos relativos al esclarecimiento de los hechos”, añadía de manera lacónica la respuesta de Interior.

Se constataba, eso sí, algo que los familiares ya sabían. Que las investigaciones se instruyeron por miembros de la Brigada Regional de la Policía Judicial de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao. ¿Y quién actuó en aquellas pesquisas policiales? José Amedo Fouce. No sería hasta 1991 cuando la Audiencia Nacional condenó a 108 años de prisión a Amedo por los atentados contra los los bares franceses Batzoki y Consolation y hasta julio de 1998 cuando el Tribunal Supremo le impuso una condena de nueve años de cárcel por el secuestro del ciudadano francés Segundo Marey, la primera acción de guerra sucia reivindicada por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).

Algunas de las personas a las que Amedo tomó declaración -como los propietarios del local José Angel González y Garbine Zárate- tuvieron más la sensación de estar frente a un “interrogatorio policial” que ante una declaración como testigos, según rememoran algunos de sus familiares. Aquello solo podía acabar en nada, pese a las promesas realizadas por las autoridades de la época. Y con esos mimbres nada pudo hacer el juez de Instrucción número 4 de Bilbao.

“Amedo lleva los atestados policiales día a día. Y sus formas, en algunas de aquellas tomas de declaración, eran más las de un interrogatorio que otra cosa. En aquellos años Amedo nos controlaba hasta a los periodistas: estábamos bajo vigilancia y teníamos los teléfonos intervenidos. A veces aparecía como de la nada, cuando estábamos con algún político abertzale, y nos preguntaba ¿en qué andas? Era una época muy convulsa, recién aprobado el Estatuto y poco después del atentado se iba a constituir el primer Parlamento vasco”, rememora Angulo.

“¡Cuánto sufrimiento! Las víctimas y familiares, también los pueblos de Alonsotegi y Gueñes en este caso, merecen memoria. Tienen mi reconocimiento por cómo han soportado el dolor también en silencio y con la única reivindicación del esclarecimiento de los hechos”, afirma el lehendakari Urkullu. “Grandeza individual y colectiva”, resume.

Alonsotegi no olvida. Pero prefiere hacerlo en color y no desde el tenebrismo. El pintor Carlos Morales Baudillo ha realizado cinco murales en la zona del solar donde antes estaba el bar Aldana. Sorprende al visitante con un estallido de color y con una pintura abstracta en la que recuerda a “la gente del pueblo de aquella época” y el manto de silencio que sobre este caso se ha echado. “De la tragedia no se puede hacer una cosa muy bonita, pero sí se puede intentar que la gente se acerque y pregunte ¿Y esto qué es?, para que luego sepa de qué va, se detenga a pensar y, sobre todo, lo recuerde”.

Este lunes se realizará por la tarde una ofrenda floral y posteriormente se estrenará el documental sobre el atentado 'Aldana 1980 Isiltasun Eztanda-Explosión de silencio'.