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Urkullu desvió los 40 millones de ayudas siendo consciente de que cubriría deudas de Fagor

Urkullu, el pasado sábado en Bilbao, cuando habló por vez primera de la crisis de Fagor.

Alberto Uriona

El Gobierno de Urkullu desvió los 40 millones de euros de ayudas públicas a Fagor Electrodomésticos cuando era consciente de que una parte importante se iba a destinar a cubrir sus deudas en vez de acometer el plan de viabilidad, según los datos recopilados por El Diario Norte de diversas personas que siguieron las negociaciones. El Ejecutivo vasco no actuó como se había hecho en anteriores operaciones de ayudas a empresas, en las que primero se obligaba a poner en marcha los planes de reestructuración o viabilidad y posteriormente se concedían las subvenciones públicas. Una manera de salvaguardar que el dinero se utilizaba para los planes de reflotamiento.

Como ya ha informado estos días este diario, la operación se materializó las pasadas navidades, tras la petición desesperada de la dirección de la cooperativa para hacer frente a dos gastos que Fagor Electrodomésticos consideraba ineludibles: una deuda de seis millones de euros por la fábrica de Polonia y otros diez millones de euros correspondientes a los intereses de las denominadas subordinadas, los productos financieros comercializados por Fagor que, junto a los de Eroski, tienen en vilo a 40.000 familias en Euskadi.

En apenas tres semanas, el Gobierno vasco decidió activar una ayuda de 30 millones a través del fondo Ekarpen, controlada mayoritariamente por Kutxabank y con el resto de participación pública: el Ejecutivo, un 28%; y el 12% restante, las tres diputaciones. En todas las operaciones de capital riesgo con dinero público realizadas en los últimos años, suelen transcurrir una media de cinco o seis meses (en algunos casos llega a un plazo de un año) desde la petición de ayuda de la empresa hasta la aprobación y la concesión. Por ello, en este caso lo que más llama la atención, en las fuentes consultadas, es que se consumara en un plazo de dos o tres semanas. Otros medios conocedores de la operación han señalado que el plan de viabilidad presentado por Fagor Electrodomésticos “era coherente” pero que requería que no bajaran las ventas, cuando en esas fechas, en enero pasado, ya se calculaba que podrían reducirse otro 10% (de 2007 a 2012 ya habían disminuido un 33%, al bajar la facturación de 1.750 millones a 1.200 millones).

La aprobación de los 30 millones de Ekarpen (a los que se unieron otros 10 millones del fondo Socade, controlado directamente por el Gobierno y aprobado también de forma rápida) tuvo además el recelo de Kutxabank, pero este caso la presión del PNV, con gran influencia en la caja que ha sido dominada tradicionalmente por los peneuvistas, dio el empujón definitivo. La ayuda quedó aprobada a principios de enero.

Pero el dinero se utilizó a cubrir los problemas de caja de Fagor Electrodomésticos y nunca llegó al plan de viabilidad (que preveía una inyección total de 247 millones de euros, conllevaba cerrar 8 de las 12 plantas, trasladar toda la producción a Polonia y aliarse con la multinacional china Haier), que no pudo aplicarse.

La mala situación económica de Fagor fue conocida hace más de año y medio (en febrero de 2012) por el Gobierno vasco, entonces dirigido por el PSE. En una reunión celebrada con altos cargos del Ejecutivo, la dirección de la cooperativa ya pidió ayuda pero entonces se les remitió a la puesta en marcha de un plan de reestructuración. Sin plan de viabilidad en marcha, no había ningún dinero público para la empresa. El plan concreto se presentó a finales de diciembre al nuevo Gobierno del PNV, que si accedió a conceder las ayudas. Un total de 40 millones que han desaparecido sin arreglar la crisis y que han servido para cubrir los problemas de caja de Fagor Electrodomésticos.

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