La falta de relevo generacional y de voces masculinas acucian a un sector coral de Euskadi que “no goza de buena salud”
Los profesionales del mundo coral de Euskadi están preocupados por la falta de relevo generacional, la escasez de voces masculinas y la percepción anticuada y alejada de la realidad que se tiene del sector. Todas estas amenazas resultan en una situación preocupante, con unos coros infantiles y juveniles que “no gozan de buena salud”. Es el diagnóstico que se desprende de un informe elaborado por la Confederación de Coros del País Vasco, que se ha presentado esta semana como un estudio pionero sin parangón en toda Europa por su alcance y su profundidad.
Para la elaboración del 'Informe sobre agrupaciones corales infantiles y juveniles de la Comunidad Autónoma Vasca', que puede consultarse íntegro en este enlace, se recabaron datos de un censo de 134 coros diseminados por toda la geografía vasca entre octubre de 2022 y julio de 2023. Casi cuatro de diez son escuelas de música que se corresponden con enseñanzas de régimen especial no regladas, mientras que las asociaciones representan dos de cada diez. Gipuzkoa abarca más de la mitad de los coros infantiles y juveniles, mientras que el 37% están en Bizkaia y el 11%, en Álava. Estas diferencias se plasman igualmente en el número de coralistas: 2.541 en Gipuzkoa, 1.711 en Bizkaia y 467 en Álava.
La mayoría de los coros (el 61% en el conjunto de Euskadi, pero hasta el 73% en Álava) no están enmarcados en ninguna federación. ¿Qué importancia tiene el papel que habrían de desempeñar estas federaciones? “Una red sólida requiere de estructuras dinamizadoras y organizativas que puedan sostener, acompañar y apoyar la actividad de los coros mediante cualesquiera acciones que se consideren oportunas”, se explica en el informe. Y ¿qué vías ayudarían en ese sentido? Entre las sugerencias, están “la formación de los directores y el personal de gestión y administración, la organización de encuentros e intercambios, la gestión y creación de materiales”.
El perfil del coralista es claramente femenino e infantil. Del total de 4.719 coralistas, 3.277 son mujeres, por apenas 1.442 mujeres. Por edades, son 3.547 coralistas de entre 6 y 12 años, 989 de entre 13 y 18, 144 de entre 19 y 23 y 39 a partir de los 24 años. Los dos últimos datos, sin embargo, no reflejan la realidad, pues es en esas edades cuando los coralistas empiezan a unirse ya a agrupaciones adultas. “Si bien la prevalencia de chicas con respecto de los chicos es un fenómeno ante el cual los directores de las agrupaciones corales infantiles y juveniles del País Vasco se muestran preocupados, las diferencias de participación en actividades musicales y, muy especialmente, en las actividaes corales, no son nuevas”, se recoge en el informe. De hecho, en la literatura científica se viene hablando ya de estos 'chicos perdidos' durante décadas, desde comienzos de la de 1990. “[...] existe aún un marcado sesgo de género que motiva la potencial elección y el posterior abandono de la formación musical por parte de los chicos”, con una asociación de la actividad musical con la feminidad en vez de con la masculinidad.
Una amplia porción del informe se dedica a dar voz a los protagonistas, a los profesionales, que hacen acto de presencia en las páginas con entrevistas y reflexiones. Borja Pujol Zabala, director técnico de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa, ve como un “privilegio” el “contar con un tejido de instituciones corales construido con mucho esfuerzo a lo largo de décadas, y que visto desde fuera genera sentimientos”. Y subraya que es una actividad que se enmarca dentro de un ocio saludable, pues “procura [...] beneficios de incalculale valor entre los jóvenes: ocio formativo, disciplina, esfuerzo, sentimiento de comunidad, aprecio por la tradición, además por supuesto de los inherentes a la formación musical que proporcionan”. Otras voces, como por ejemplo la de Germán Ormazabal, coordinador general de la Euskal Herriko Gazte Orkestra, abundan en la idea de que el mundo coral vasco se caracteriza por un carácter popular que se ha colado por diferentes ámbitos del tejido social, “con gran número de personas de muy diversos perfiles, procedencias y estratos sociales, implicadas de manera voluntaria en este ámbito”.
“Pérdida de vitalidad”
También hay quienes, sin embargo, constatan la “pérdida de vitalidad” de los coros infantiles y juventiles. “La escasa incorporación al canto de niños y de niñas —sobre todo de los primeros— está siendo un problema estructural, que no se explica solamente por una pandemia que les ha retraído durante un tiempo de toda actividad sino fundamentalmente por el cambio de valores sociales que orientan a los menores a otros modos de ocio”, apunta Santos Sarasola, con amplia experiencia en el sector. Maddalen Dorronsoro, directora de Landarbaso Dizdizka y Landarbaso Kontari de Errenteria, indica tres tendencias negativas: “en primer lugar, resulta cada vez más difícil que los jóvenes canten; en segundo lugar, a los coros se les da cada vez menos importancia en nuestro entorno; en tercer lugar, en una sociedad en la que los individuos viven mirándose a sí mismos, cada vez resulta más complicado adquirir el compromiso que requiere formar parte de un grupo”. Enrique Azurza, con una amplia trayectora en el sector, cree que el mundo coral acusa envejecimiento y falta de relevo. ¿Por qué? En parte, porque la actividad coral se percibe como “una cosa antigua, pasada de moda y que exige un importante sacrificio personal”.
Se da la circunstancia de que dos de los profesionales entrevistados para este anexo del informe pertenecían a instituciones que desde entonces han cesado en su actividad. Aitor Sáez de Cortázar dirigía en el momento de la entrevista el Coro Araba y ya veía entonce que “el mundo coral vasco está en decadencia”. “Una parte importante de esta realidad deviene del cambio brutal en la forma de vida, comportamiento, prioridades, necesidades y aficiones de las sociedades actuales, cambios que derivan en barreras para actividades como la coral”, explicaba. Similar es el caso de Julia Foruria, que entonces dirigía el Gaudeaumus Korala de Gernika, también sin actividad ya. Consideraba entonces que la disciplina es lo que está fallando y creía “escandaloso” el rincón al que ha quedado relegada la música en la escuela.
La conclusión del informe es que los coros infantiles y juveniles “no gozan de buena salud”, con escasez de coros y también de integrantes y con un nivel competencial que se encuentra por debajo de lo que cabría esperar. Los planes para revitalizar el sector pasan, según quienes han elaborado el informe, por “hacer conscientes y romper con los prejuicios que llevan a una visión, muy arraigada, que considera los coros infantiles y juveniles como agrupaciones auxiliares y subsidiarias”. Y esbozan tres líneas de actuación: levantar estructuras que apuesten por la creación y el mantenimiento de coros, apostar por “la profesionalización, la formación y el ascenso de estas figuras en el sector coral” e impulsar iniciativas que promuevan conciertos y actividades. De entre los entrevistados, también hay quienes tienen ideas para avanzar en la regeneración. Azurza, por ejemplo, apuesta por “fomentar la creación o el refuerzo de coros de 'cantera' en el seno de agrupaciones ya existentes”, “estimular de algún modo la práctica del canto coral en escuelas e institutos” y “establecer campeonatos o concursos corales escolares, del mismo modo que se hace en el ámbito deportivo, como vía de estímulo de la práctica oral”.
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