Este jueves, en la única ciudad de Bizkaia, Orduña -que además es un enclave dentro de Álava-, se ha inaugurado un columbario de la dignidad para honrar la memoria de los represaliados de la Guerra Civil y de la dictadura en la zona. En Orduña, entre 1937 y 1941, el franquismo mantuvo operativo un campo de concentración y una prisión. Se clasificó “de forma masiva” a miles de republicanos, tanto locales como de Andalucía, Extremadura, Asturias, Castilla-La Mancha, Catalunya y otros lugares. Este espacio nuevo de memoria está preparado para acoger los restos de 60 personas y es el segundo en Euskadi después del de Elgoibar. Ya se ha inhumado a quince víctimas sin identificar, 14 de ellas fallecidas en el propio recinto penitenciario.
“Quiero subrayar que no murieron de muerte natural, murieron víctimas del sistema penitenciario franquista y de las condiciones crueles e inhumanas a las que fueron sometidos por el régimen. Yo no soy historiadora, pero tengo entendido que la principal enfermedad entre la población reclusa de aquellos años era la avitaminosis, denominación bajo la que en realidad se escondía el hambre. Se conservan, por ejemplo, clandestinas fotografías de famélicos presos vascos, víctimas de avitaminosis, internados en la Prisión Central de Burgos. Esas imágenes nos recuerdan al peor de los campos de concentración nazis”, ha afirmado la consejera vasca de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, que es la responsable de las políticas de memoria histórica en el Ejecutivo de Iñigo Urkullu.
Y ha añadido: Es imprescindible “hacer memoria y poner en valor vuestro dolor, vuestra decisión, vuestra lucha, la de las familias. Hoy de manera especial la de quienes estáis aquí acompañándonos. Habéis sido las familias quienes en los momentos más difíciles mantuvisteis viva la llama, la llama de la memoria, la llama de la dignidad. Una llama que felizmente prendió para siempre en el alma y en la conciencia colectiva de Euskadi y me atrevo a decir que también de España”. Se dirigía Artolazabal a familias llegadas de otras comunidades autónomas para el acto. También ha participado Diego Blázquez, el director de Memoria Democrática del Gobierno de España, así como autoridades municipales y forales.
“Hoy en este acto solemne de inauguración del columbario de la dignidad de Orduña quiero reiterar el compromiso de este país y de sus instituciones. Mientras haya un vasco o una vasca en una trinchera, en una fosa o en una cuneta, mientras haya un vasco o una vasca desaparecido en la guerra y en la posguerra, mientras haya indicios razonables que permitan su localización, exhumación e identificación, seguiremos trabajando. Mientras pueda existir la posibilidad de localizar e identificar en tierra vasca los restos de un represaliado republicano, sea vasco, andaluz, asturiano, extremeño o de cualquier otro origen no vamos a cejar en nuestro empeño. Seguiremos poniendo todos los recursos humanos, materiales, científicos y económicos necesarios para la localización, exhumación e identificación de los desaparecidos en la guerra y posguerra en Euskadi. Por su dignidad, por la nuestra, por la dignidad de todos y todas”, ha prometido Artolazabal, que ha defendido también la nueva ley de memoria que tramita el Parlamento Vasco y que ha recibido la oposición de PP+Cs y Vox.
Sobre el campo de concentración y el presidio y su historia, los datos aportados por el propio Gobierno vasco indican que “fallecieron, al menos, 255 personas, 24 de ellas en el campo de concentración”. “Algunos de los cautivos fueron utilizados como trabajadores forzosos para realizar diversos trabajos de construcción en la zona” y llegaban en trenes de mercancías, imágenes que recuerdan a las de la Alemania nazi. “La arbitrariedad y las condiciones de vida infrahumanas eran el denominador común: hacinamiento, humillaciones, hambre, frío, enfermedades y muertes. La mayoría de estos campos se clausuraron en 1939 salvo algunos, como el de Orduña (1939-1941), que pasaron a ser prisiones. Finalizada la guerra, Orduña pasó a ser parte del engranaje de la política penitenciaria del franquismo, especialmente diseñada para quienes perdieron la guerra. El perfil de los presos cambió, provenían de lugares alejados de Euskadi. Así, se sabe que la mayoría de las personas que fallecieron estando cautivas en Orduña eran naturales de las comunidades de Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha y Catalunya”, informa el área de Memoria Histórica del Ejecutivo. Hubo otros campos de concentración en Euskadi, por ejemplo en Vitoria.