Mariasun Landa, escritora: “Si los hombres hiciesen ganchillo, hoy habría museos de ganchillo y bordados”
“Cuando empecé a aprender y escribir en euskera era imposible imaginar que tendríamos un periódico en euskera, una televisión en euskera o un sistema literario que está ofreciendo libros extraordinarios”, reconoce la escritora
Aprendió euskera cuando Franco ya estaba a punto de morir. Aunque en su casa todos sabían hablarlo, no se lo transmitieron por la prohibición de su uso durante el franquismo y eso le dejó una herida abierta que no dudó en cerrar en cuanto pudo. Tras terminar sus estudios en Paris regresó a Euskadi con la prioridad de aprender euskera. Poco después dejó de ser alumna para convertirse en profesora y, a falta de materiales para que sus alumnos leyeran, decidió comenzar a escribirlos ella misma. Hoy en día, a sus 74 años, Mariasun Landa (Errenteria, 1949) es una de las escritoras en euskera más traducidas a otros idiomas.
Landa recibe a elDiario.es/Euskadi en el centro cultural Azkuna Zentroa después de haber obtenido el Premio Gutun Zuria de Bilbao que entrega el Festival Internacional de las Letras que ha comenzado este martes y terminará el próximo sábado, 2 de marzo. No es el único galardón que le han entregado en lo que va año, puesto que recibió el Premio Emakunde a la Igualdad a comienzos de este mes. Ambos se unirán a la lista de una vida de reconocimientos literarios entre los que destacan el Premio Euskadi de Literatura Infantil y Juvenil en 1992 y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2004, categoría en la que Landa es todo un referente.
¿Qué ha supuesto para usted recibir el Premio Gutun Zuria Bilbao?
Considero que está siendo un momento en el que estoy recogiendo lo que quizá en algún momento sembré. Para mí ha supuesto una alegría considerable, porque veía algo que estaba lejos. La literatura infantil y juvenil, donde estoy más o menos etiquetaba, no entraba dentro de los parámetros de ese premio. Por eso me ha dado mucha satisfacción por mí y por lo que representa dentro de la literatura.
Recientemente también ha sido galardonada con el Premio Emakunde a la Igualdad. Al recibirlo señaló que le preocupaba la violencia machista y “el retroceso” que se estaba viviendo en la sociedad.
Así es. Precisamente en torno a ese premio tuve que decir claramente que yo soy una escritora feminista, no una feminista que escribe cuentos para niños y niñas no sexistas. Creo que la literatura está por encima de nuestras afiliaciones ideológicas, pero es verdad que se escribe desde lo que eres y desde quién eres, y yo desde pequeña tomé conciencia de que mi forma de estar en el mundo era distinta a la de los hombres y de que el mundo era muy discriminatorio para las mujeres. Por eso siempre he reivindicado una literatura que trate a las mujeres con dignidad, que les dé protagonismo y no las reduzca a papeles sin ninguna entidad. Lo cierto es que cuando comencé a escribir, en los años 80, fue un momento interesante y muy revolucionario.
Me cansé de ver en literatura tanta niña bombero, astronauta o domadora de leones y empecé escribir sobre niños que no fueran tan machitos
¿Cómo recuerda aquella época?
Se dio una toma de conciencia con la llegada del realismo crítico de que a los niños y niñas también se les podía hablar de muchos problemas que había a nuestro alrededor. Sobre todo sociales como los divorcios, el racismo o lo que hoy diríamos homofobia. Se podía integrar en la literatura y el teatro infantil y juvenil con unas dosis de fantasía y humor que hicieran de los libros algo placentero. En aquella década escribí libros que han abierto su camino a muchos otros. También escribí sobre el cambio de roles y le otorgaba a las niñas un protagonismo que hasta el momento les había faltado o les daba unos oficios que no habían tenido. Hasta que llegó un momento en el que yo misma me cansé de ver en literatura tanta niña bombero, astronauta o domadora de leones y empecé escribir sobre niños que no fueran tan machitos, como Alex, libro con el que me dieron el Premio Euskadi en 1991 en el que el protagonista es más femenino y sensible. Al igual que hemos ido contra el estereotipo femenino que relega a las mujeres, también es posible ir contra el estereotipo masculino. Porque la realidad es que si los hombres hubieran hecho ganchillo, hoy habría museos de ganchillo, bordados y punto de cruz.
¿En la literatura infantil y juvenil actual ya está integrada la ruptura de cambio de roles que en los 80 y 90 supuso un 'boom'?
Tampoco controlo todo lo que se hace, pero ahora tenemos las cosas muy integradas y tenemos realmente una sensibilidad social que hace que estemos atentas a la hora de darles a las niñas un protagonismo no estereotipado, igual más que en el caso de los niños, pero ya vendrá. También es peligroso hacer una literatura que no corresponde con la realidad. Hay que ir avanzando en la literatura, pero desde el punto de vista de los cambios sociales reales.
La semana pasada presentó en Donostia Egunaren adinak, una historia para visibilizar el día a día de las mujeres mayores. Durante la presentación explicó cómo, a medida que pasan las horas, la protagonista siente que tiene una edad u otra. ¿Es así?
La narración o el poema de Egunaren adinak tiene una constatación evidente, que es la percepción que tiene cada uno de su edad y que es variante y fluctuante. En un mismo día puedes pasar de tener 80 a tener diez años. Y eso es contado desde el humor, pero también desde la veracidad. Los años cronológicos te los impone la sociedad. Te ponen una etiqueta y un carné de identidad, pero los años que tienes dentro no corresponden con la cronología, son variantes. Por eso decía con humor que cuando me levanto parece que tengo 80 años y que cuando me tomo el café ya empiezo a reconciliarme con la vida. A todo el mundo nos pasa, por eso ha tenido tanto éxito.
También hace referencia a que la sociedad infantiliza y trata de idiotas a las personas mayores. ¿Le ocurre?
A veces sí, por ejemplo, cuando nos hablan a las personas mayores utilizan el diminutivo. Sin maldad, pero es una forma de arrinconarte y de cuestionar tu capacidad intelectual.
Su familia era euskaldun, pero no pudo aprender euskera hasta los 23 años por la Guerra Civil y la Dictadura. ¿Cómo recuerda aquellos años?
Te puedes imaginar cómo era la época en la que yo nací o los años 50 o 60. Por su puesto, toda la escolarización era en castellano. Mi casa sí que era euskaldun, pero no me transmitieron el euskera durante la posguerra, así que tenía esa herida lingüística abierta, porque, por ejemplo, mis abuelos no sabían hablar bien castellano y yo, cuando jugaba a cartas, recuerdo que no podía hablar con él. El caso es que tomé la decisión de ir a estudiar a París y, tras cuatro años allí, conseguí hacer la carrera en Filosofía en francés. Cuando volví mi prioridad era aprender euskera. Eran unos años de gran inquietud cultural y social, Franco estaba en vísperas de morir. Ya existía el fenómeno de las ikastolas y yo necesitaba una euskaldunización, así que estuve varios años estudiando euskera por inmersión hasta que me convertí en profesora en dos ikastolas, donde estuve enseñando durante once años. Pero mis alumnos no tenían nada que leer, así que, como ya había escrito en castellano y francés, empecé a escribir cuentos para mis alumnos en euskera.
¿Cómo cree que está la situación del euskera en este momento?
Lo que te puedo decir es que cuando empecé a aprender euskera y a escribir jamás me hubiera imaginado que pudiera estar en la situación actual.
Hay muchas personas que pudiendo hablar en castellano ya no quieren hacer el esfuerzo de aprender otra lengua. Hay una resistencia a invertir tiempo en aprender euskera
¿Por qué?
Porque era imposible imaginar que tendríamos un periódico en euskera, una televisión en euskera o un sistema literario que está ofreciendo libros extraordinarios. Hay días que veo la botella medio llena y días que la veo medio vacía, porque puede que después de todo lo que ha costado que nuestros alumnos y alumnas aprendan euskera, quizá solo se limitan a utilizarlo de forma escolar y no hemos conseguido que lo lleven en sus vivencias en la calle. Hay que euskaldunizar a la sociedad, pero para eso debe existir algo que es fundamental y es la motivación. Cuando alguien se queja de que es difícil yo considero que depende de la motivación y las ganas que se tenga. El euskera es el tercer idioma que aprendo y hablo porque tenía motivación. El problema es que hay muchas personas que pudiendo hablar en castellano ya no quieren hacer el esfuerzo de aprender otra lengua. Hay una resistencia a invertir tiempo en aprender euskera.
¿Y qué momento está viviendo la literatura en euskera?
Creo que está conociendo un momento de esplendor. Además, a esa frase le añadiría el adjetivo femenino. En los últimos 40 años hemos pasado de ser muy pocas a ser muchas las mujeres que escribimos en euskera. Lo que están haciendo es algo extraordinario.
¿Si tuviera que elegir un momento a destacar en su carrera cuál sería?
Cuando tras un encuentro con niños y niñas una niña de diez años se me acercó y me dijo “me gustan mucho tus libros porque me hacen pensar”. ¿Qué más puede pedir un autor de literatura infantil?