Los clubes de cannabis avanzan hacia su regularización
“Si hace 10 años nos hubieran dicho que íbamos a estar en esta situación no nos lo creeríamos”. La frase corresponde al portavoz de la Federación Vasca de Cannabis, Iker Val, quien resume así las esperanzas de que al final el Parlamento vasco regularice en alguna medida la existencia de clubes sociales para el consumo del cannabis. Val ha participado en el 'V Simposio Internacional sobre reducción de daños: políticas de drogas, retos desde el prisma de los derechos humanos’. Hace unos meses también se congratulaba por la presentación de la nueva ordenanza que regularizaba los clubes sociales en San Sebastián.
En 2010 fue la primera vez que desde las asociaciones vascas de usuarios de cannabis se planteó una iniciativa política en el Parlamento. A partir de ahí, en 2012 comparecieron en la Comisión de Interior y se creó una ponencia específica en la que participaron expertos en la materia. Ahora esta ponencia se encuentra en fase de conclusiones y recomendaciones. Val cree que es “positivo” el consenso que ha habido entre partidos, pero a su juicio “el Parlamento no se va a mojar mucho, será una conclusión light”. Sin embargo, los usuarios vascos consideran que a partir de aquí “se abre un proceso de regularización que se puede alargar como mínimo cinco años”.
Por su parte, Oscar Parés del Internacional Center for Ethnobotanical Education, Reesearch & Service (ICEERS), ha expuesto la experiencia de normalización de cannabis en Cataluña. La primera experiencia de un club social fue en 1992, pero no salió bien y hasta 2006 “pasó poco”. A partir de ese año fue cuando crecieron los clubes y hoy en día Cataluña cuenta con entre 400 y 450, de los que más de 200 se encuentran en Barcelona.
Caso Rasquera
En el año 2012 estalló en esta comunidad el caso Rasquera. En este pueblo catalán con una población de 850 habitantes, en donde la mayoría de los jóvenes se habían marchado por falta de oportunidades, su alcalde propuso un plan anticrisis que incluía un contrato con una empresa para cultivar cannabis en el pueblo para un club de 5.000 miembros. Esta decisión la sometió a referéndum, prometiendo que si no sacaba tres cuartas partes de los votos dimitía en un año. 600 personas votaron y de las mismas el 56% estaba a favor de la plantación. Finalmente, la justicia paralizó el contrato y “nunca más se supo”, apunta Parés.
El portavoz del ICEERS señala que “todo esto puso en la agenda política los clubes sociales”. Así, la Generalitat empezó a desengrasar el músculo y entre 2012 y 2014 el Departamento de Sanidad se acercó a las asociaciones y a los clubes para entender la labor que realizaban. Sin embargo, Parés asegura que “aunque estos procesos son muy lentos, el trabajo silencioso ha ido evolucionando”. De hecho, se esperaba que la Generalitat en junio presentara una propuesta de regulación, que finalmente se presentará en septiembre.
Los Clubes Sociales en Bélgica
En su intervención, el profesor de Criminología de la Universidad de Ghent (Bélgica), Tom Decorte, ha explicado que en este país europeo la situación de los clubes es la que tenían los de España hace 15 años. De hecho, entre los dos países existen “enormes similitudes” en la legislación en este ámbito y en la manera de constituir los clubes. Así, en Bélgica es legal poseer para consumo propio tres gramos de cannabis y una planta hembra por persona. Teniendo en cuenta esto, Decorte cuenta que a alguien se le ocurrió “pues si somos 50, plantamos 50 plantas” y así se formó el primer club en el año 2006.
El profesor de la Universidad de Ghent analizó en un estudioo cinco clubs belgas para ver las diferencias y similitudes existentes entre ellos. Los miembros varían desde los 13 hasta los 200 miembros; la edad mínima para pertenecer a un club va de los 18 a los 21 en algunos y la edad media se encuentra entre los 35 y 40 años. Decorte señala que “se espera que el número de clubes sociales aumente en los próximos años”. Pero, sobre todo, cree que se debe promocionar más el debate político sobre estos clubs sociales.