El tabú sobre el terrorismo se rompe en las aulas: “Levantar el velo del silencio es clave para deslegitimizar la violencia”
Encuestas y estudios recientes demuestran que gran parte de los jóvenes en Euskadi no tiene conocimiento suficiente sobre la historia de ETA. La escasa atención que desde el ámbito educativo se le ha dado durante los últimos 20 años, sumado al tabú que impera respecto a estos temas en la sociedad en general y en las familias en particular, hace que los jóvenes no sólo no sepan hablar de ETA y el conflicto en Euskadi, es que, directamente lo temen.
Para tratar de romper ese tabú y acercar la historia de Euskadi a los más jóvenes, el Centro de Ética Aplicada (CEA) de la Universidad de Deusto junto con el Consejo de la Juventud en Euskadi-EGK han creado un proyecto en el que estudiantes de entre 17 y 25 años han podido hablar y aprender sobre los años del pasado que no han vivido de la mano de expertos y protagonistas.
El proyecto, titulado 'Memoria, Educación Histórica y construcción de paz en Euskadi' se ha basado en unir en clases repartidas a lo largo de 2019 y 2020 a jóvenes con diferentes perfiles ideológicos y procedentes de distintos entornos familiares, sociales y políticos para despejar sus dudas sobre el conflicto vasco y para que aprendan a dialogar democráticamente sobre distintas memorias, incluyendo voces y argumentos de personas con ideología contraria.
La historia se tiene que enseñar de muchas partes porque no toda es verdad ni toda es mentira
“Destacaría del proceso de dialogo, y que hayamos estado en esta comunidad personas que no pensábamos siempre lo mismo, gente diversa. Mis compañeros tenían preguntas similares a las mías, pero algunos desde un prisma distinto, por las condiciones que habían tenido en sus vidas, personas que habían vivido en un entorno más nacionalistas, otros que no. Me ha ayudado a entender mejor. Creamos un puente de dialogo que se ha ido fortaleciendo, hasta llegar a que ahora seamos amigos aunque tengamos opiniones diversas”, explica de forma anónima uno de los jóvenes que ha participado en el proyecto.
“Si tuviera que resumir la experiencia en una frase sería desaprender lo aprendido […] En mi entorno, las ideas eran mucho mas radicales. Acá he encontrado un espacio en el que puedo debatir abiertamente sobre temas necesarios, que igual afuera podrían ser incómodos. Me ha hecho conocer nuevas perspectivas y, al final, al ver distintas versiones sobre un mismo conflicto, me he llegado a replantear lo que hasta el momento sabía, lo que he absorbido desde que era pequeña, todos mis ideales los he tenido que cuestionar”, apunta otra de las jóvenes.
“Si yo tuviera que resumir mi experiencia en una sola frase diría que la historia no solo tiene una versión, que la historia cada uno la vive de una manera y creo que lo que he aprendido mucho con esto es que creo que la historia se tiene que enseñar de muchas partes porque no toda es verdad ni toda es mentira”, indica otro de los jóvenes participantes, cuyas identidades se protegen para no entorpecer el proceso de aprendizaje.
“Existe un escaso conocimiento sobre la historia reciente de Euskadi y la violencia vivida, pero eso no implica que tengan la cabeza vacía. Cada uno viene con su mochila, disponen de fragmentos de memoria individual y colectiva, ideas, relatos, simbología, etc. En su mayoría, estos proceden de las familias, de las cuadrillas, del entorno social y cultural o de los medios de comunicación y de las redes sociales, habiendo sido comunicados con frecuencia de forma implícita o parcial e interiorizados sin grandes cuestionamientos”, señala Izaskun Sáez de la Fuente una de las investigadoras del proyecto a este periódico.
Los resultados, divididos en tres cuadernos
Los resultados de las clases se recogen en tres cuadernos. En el primero, se basa en una aproximación conceptual a las contribuciones de la educación histórica a la deslegitimación de la violencia. El segundo recoge el proceso seguido en las aulas por los jóvenes, así como las actividades realizadas, mientras que el tercero ofrece un conjunto de recomendaciones y recursos pedagógicos para la enseñanza de la historia de la violencia reciente de Euskadi. Estos cuadernos, disponibles en castellano y en euskera, están dirigidos al profesorado que enseña la historia reciente del País Vasco, bien sea en las aulas de educación secundaria y de bachillerato, en la educación universitaria, o a educadores en distintos espacios de educación no formal.
Tienen dudas sobre qué sucedió, sobre la legitimización de la violencia y también sobre la deslegitimización de la violencia. No tienen un esquema mental claro.
“La mayoría de los jóvenes tenían dudas porque no tienen argumentos para defender una posición. Algunos dicen que tras participar en el proyecto han adquirido más sustento para poder debatir. Tienen dudas sobre qué sucedió, sobre la legitimización de la violencia y también sobre la deslegitimización de la violencia. No tienen un esquema mental claro. Frente al relato del conflicto milenario de la historia vasca, que simplificaba mucho la realidad y presentaba al ”otro“, al ”no vasco“ como enemigo absoluto, se realizaron preguntas para comprobar cómo ese tipo de relatos no se sostenía”, explica Sáez de la Fuente, que ha trabajado en el proyecto con la investigadora principal del mismo, Ángela Bermúdez.
La metodología aplicada durante las clases se basaba en la 'historización de las memorias', es decir, contar lo que ocurrió basándose en criterios de verdad, inclusividad, integralidad y justicia para deslegitimar la violencia, y en la 'memorialización de la historia', encarnándola en las víctimas y en su sufrimiento injusto. De esta manera, rechazaban la educación histórica que simplemente transmite conocimientos sobre el pasado para lograr un desarrollo del pensamiento y de la conciencia histórica en los jóvenes.
Una de las actividades para acercar la historia de Euskadi a las aulas, fue que los jóvenes escucharan en persona el relato de una de las víctimas de violencia. Como se recoge en uno de los cuadernos, durante el proyecto se optó por invitar solo a una víctima de la violencia pero “se recalcó a las personas participantes que, por ser auténticas víctimas, cualquiera que hubiera venido, acogería en su individualidad la universalidad de las víctimas, en una podemos escuchar a todas las víctimas, sin exclusión. Porque el conflicto violento en Euskadi no ha tenido dos bandos. Las víctimas del terrorismo lo son en cualquier caso independientemente del perpetrador que las causó. En la voz de cada una de ellas queda reflejado perfectamente la injusticia que supone la vulneración de los derechos humanos que han sufrido todas ellas”.
El relato de una víctima para conocer la historia de Euskadi
En este caso, el encargado de relatar su historia a los alumnos fue Iñaki García Arrizabalaga, hijo de Juan Manuel García Cordero, delegado de Telefónica en Gipuzkoa, asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA) el 23 de octubre de 1980. “Pertenecíamos a una familia normal, de clase media y nuestro padre no estaba amenazado. El asesinato fue un mazazo que me marcó de forma brutal, yo reconocí junto a mi madre el cadáver en el monte Ulía. Después de la muerte de mi padre, nuestra madre nos dijo que venían tiempos muy duros y que quedarse a vivir en Donosti, después de lo ocurrido, iba a ser muy duro”, contó García, quien actualmente es profesor e investigador en la Universidad de Deusto.
García ha participado en organizaciones sociales por la paz como la Asociación por la Paz, Gesto por la Paz o Denon Artean. Fue una de las personas que accedió a participar en los encuentros restaurativos entre víctimas y ex miembros de ETA. “El odio se apoderaba de mí, algo que es muy alienante, vas cayendo por una pendiente. Luego entendí que no solo asesinaron a mi padre, sino que me estaban matando en vida a mí, esto no era vida”, lamentó.
Su encuentro con un preso de ETA en la cárcel de Nanclares de Oca supuso a principios de la segunda década de 2000, el primer encuentro restaurativo en España. García estaba convencido de que conseguir que un terrorista realizase una reflexión y pidiese perdón sería algo que pudiera contribuir a la reconciliación y la reconstrucción de la convivencia. Y así lo trasladó a los jóvenes del proyecto.
Entendí que no solo asesinaron a mi padre, sino que me estaban matando en vida a mí, esto no era vida
“Lo primero que le conté y con mucho detalle, fue cómo se había quedado cada miembro de mi familia. El dolor, el desastre en que nos había convertido. Lo hice porque cuando matan no son conscientes de cómo quedan las personas de las familias, el sufrimiento que se genera tras el asesinato... Él me reconoció que es terrible. Luego él contó su proceso, el entorno de la cuadrilla, primero acciones de colaboración, gradualmente más involucrado, se va a Francia y luego lo extraditan, y me contó todo lo que los zurraban en las cárceles. Qué pasaba por su cabeza para coger a alguien y dispararle. El primero es el más difícil, pero luego se hace más fácil. La organización jerarquizada, fácil entrar y difícil salir”, explicó a la sala de jóvenes que después pudieron realizarle preguntas y crear un diálogo.
Dos de esas preguntas se basaron en el encuentro con el preso de ETA y en si alguna vez podría llegar a perdonar al asesino de su padre, que no se trataban de la misma persona. García confesó que el preso con el que conversó finalmente le pidió perdón. El asesino de su padre, sin embargo, lamentó que las muertes producidas por ETA eran insuficientes. “Cuando se despojó de esto y pidió perdón, ahí fue cuando me di cuenta de que detrás de su condición de victimario había una persona que reclamaba una segunda oportunidad. En este momento es cuando hubo conexión inmediata (...) el asesino de mi padre no está arrepentido (dijo que hubiera sido mejor que ETA hubiera matado a 3.500 en vez de sólo a 860), por lo que no hablaría con él. Si estuviera arrepentido sí podría llegar a perdonarlo, pero no se da el caso”, sentenció.
No hablábamos de ETA ni cuando ETA mataba porque parte de la sociedad daba la espalda a lo que estaba ocurriendo y no hablaba de política
“El tabú a la hora de hablar de ETA no está solo en los jóvenes. Depende de las circunstancias familiares. Ellos han heredado un tabú de sus padres. No hablábamos de ETA ni cuando ETA mataba porque parte de la sociedad daba la espalda a lo que estaba ocurriendo y no hablaba de política. Ese silencio se va reproduciendo hasta ahora. Levantar el velo del silencio es clave para deslegitimizar la violencia”, señala Sáez de la Fuente.
Entre las conclusiones aportadas tras el proyecto, lo investigadores coinciden en que a pesar de que los jóvenes no cambiaran sus perspectivas, las actividades les han hecho participar en un proceso pedagógico en el que han podido realizar y responder preguntas que de otra forma no hubieran hecho y han podido “desaprender lo aprendido” para dejar atrás el silencio que gira en torno a las violencias en Euskadi.
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