Pelucas, un acento raro y dos cerraduras magnéticas: así se robó en Atrio el vino valorado en 350.000 euros
Lugar: Hotel Restaurante Atrio, plaza de San Mateo 1, Cáceres. Fecha: madrugada del 25 al 26 de octubre. Hora: 1:15 de la noche. Dos huéspedes, un varón y una mujer, bajan de su habitación y se dirigen al recepcionista. Tienen hambre. Está a punto de culminar el robo de 47 botellas de vino de un valor incalculable. Entre ellas un Château d'Yquem 1806 cuyo precio en carta es de 350.000 euros.
El empleado les informa de que la cocina está cerrada, pero se ofrece a prepararles algo rápido, –una ensalada– y se ausenta de la recepción.
El varón baja a la bodega, situada en otra planta, y consigue abrir dos cerraduras magnéticas. No emplea ningún tipo de violencia. No deja rastro. Las cámaras de seguridad han captado a la pareja, pero los ladrones conocen bien el local. Saben cómo moverse y donde colocarse.
Desde que ayer se conociera la noticia, los detalles de este golpe de película están siendo desgranados en varios medios, por los dueños de Atrio, Toño Pérez y José Polo.
Flashback
Lunes, 25 de octubre. Una mujer llega a la recepción de Atrio y pide una habitación. A la hora de la cena, es acompañada por un hombre. Ambos han presentado documentación suiza. Hablan en un inglés correcto, pero su acento no es nativo. Son extremadamente amables. Una empleada comenta que la mujer parece llevar peluca. “Tenía un pelo muy especial”.
A toro pasado, hay más indicios para la sospecha. No es solo la peluca
A toro pasado, hay más indicios para la sospecha. No es solo la peluca. En una de esas charlas de cortesía entre personal de Atrio y los huéspedes, se menciona a los arquitectos suizos Herzog & de Meuron. Famosísimos. No los conocen. Un suizo que no conoce a Herzog es como un español que no conoce a Rafael Moneo. No es suizo.
Martes, 26 de octubre. 5:00 de la mañana. La pareja deja la habitación. Apenas han dormido tres horas, si es que han dormido. Bajan con el equipaje a recepción. Pagan una parte en efectivo y otra usando una tarjeta prepago que no deja rastro. Salen del hotel.
Llevan en sus maletas parte de la historia de Atrio y de los afectos y emociones de sus dueños.
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