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Una exposición en A Coruña permite oler gracias a la inteligencia artificial la flor de un árbol extinguido hace un siglo

Imagen datada en 1911 de Hibiscadelphus Wilderianos, especie extinguida una año después. El aroma de sus flores hay sido reconstruido mediante inteligencia artificial

Paola Obelleiro

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Oler las flores de un árbol que se extinguió hace más de un siglo en Hawái. Almacenar millones de copias de un álbum musical en un pequeño bote tras diseccionarlo en secuencias de ADN. O reflexionar sobre los límites de coches autónomos que conducen solos pero son incapaces de detectar aspectos fundamentales de la condición humana. Son algunas de las múltiples experiencias que se podrá explorar en la completa exposición sobre inteligencia artificial que traerá a A Coruña en septiembre Afundación de Abanca, de la mano del Barbican Centre de Londres y el Forum Groningen de Países Bajos, en colaboración con ILUX Visual Technologies. 

Crear vida artificial ha sido una obsesión humana desde hace siglos. Desde la ancestral religión sintoísta japonesa, veneradora de espíritus sobrenaturales que supuestamente habitan toda la naturaleza, o el medieval mito de Golem, esa figura de barro que, según la leyenda, cobra vida para defender a los judíos. Estos son los orígenes de los que parte la muestra Artificial Intelligence: More than human [Inteligencia artificial: más que humana] para ofrecer un amplísimo recorrido por la historia hasta hoy en día de un mundo de proyectos e innovaciones tecnológicas tan fascinantes como estremecedores o a veces, incluso, aterradores.

Allí se expondrán desde los trabajos de la pionera de la programación informática, la condesa Ada Lovelace, y la máquina analítica de su contemporáneo Charles Babbage, considerada ancestro del primer ordenador, hasta las placas del famoso Deep Blue que se enfrentó al campeón del mundo de ajedrez Gary Kaspárov, así como numerosos brazos robóticos con funciones variopintas y diminutas piezas tecnológicas que en la actualidad ya son de uso cotidiano en el mundo de la salud. 

Incluso se podrá acariciar y jugar con un ejemplar del famoso perro robótico Aibo, desarrollado por Sony y que hoy es huésped habitual en residencias de mayores y hospitales de Japón. Es una de las claves más atractiva de esta gran exposición que ocupará todo la sede coruñesa de Afundación: los visitantes están llamados a no sólo ver y descubrir el pasado y la actualidad más novedosa de la inteligencia artificial (IA), sino también a interactuar directamente con múltiples instalaciones y proyectos, sean o no de uso práctico.

“Se trata precisamente de vencer ese temor o miedo que nos produce a veces la inteligencia artificial, que la gente la entienda y vea su infinita capacidad al poder interactuar con ella”, explica Alba Meijide, comisaría de la muestra.

Es una experiencia espeluznante poder sentir algo que nosotros mismo destruimos hace más de un siglo

Alba Mejide Comisaria de la exposición

Una sección de la exposición está dedicada a la vida artificial (A-life) y su aplicación a la evolución humana, explorar cómo el aprendizaje automatizado refleja el funcionamiento del cerebro. Meijide, ingeniera especializada en IA, destaca que son muchas las áreas científicas que se centran en la vida artificial y abre campos para aumentar la esperanza de vida o grupos de alimentos. Así se logró recrear el ADN de un árbol que poblaba los campos de lava de Hawái pero se extinguió en 1912. En A Coruña, los visitantes podrán, gracias a esa tecnología, oler las flores de ese árbol. “Es una experiencia espeluznante poder sentir algo que nosotros mismo destruimos hace más de un siglo”, comenta la comisaría. 

Es otro de los objetivos de la muestra, reflexionar también desde un punto de vista ético y crítico sobre desarrollos u obras de inteligencia artificial. “Su capacidad es infinitiva pero también queremos que la gente se interrogue sobre sus limites y hagas sus propias evaluaciones sobre lo peligroso que puede llegar a ser”. Como ocurre con algunas armas automatizadas que se expondrán en la muestra. O con los coches autónomos. Habrá un simulador de conducción en el que se podrá analizar las emociones del conductor y reflexionar sobre la implicación de esos vehículos “autoconducibles” que aparentan ser muy seguros pero, sin embargo, son incapaces de detectar algunos peligros o detenerse ante un peatón de piel oscura. 

Fascinante resulta, por ejemplo, la obra desarrollada por la banda musical británica Massive Attack que logró recrear, gracias a la inteligencia artificial, ADN sintético para codificar sus álbumes y meter en pequeños botes millones de copias. Un proyecto que permite mostrar cómo algo tan biológico como el ADN podría permitir, gracias a la tecnología, almacenar en el futuro ingentes cantidades de datos. 

Un mundo tecnológico en el que también cabe el arte y la creación. La gente podrá llevarse de la exposición, gracias a una instalación desarrollada por Google, un poema inédito y personalizado, redactado en un inglés del siglo XIX a partir de una foto y una palabra de su elección. 

Galicia, candidata a sede estatal de la IA

Esta macroexposición, tras su paso por Londres y China, se quedará cinco meses en A Coruña, de septiembre a febrero de 2023. La fundación de Abanca, según destacó su presidente, Miguel Ángel Escotet, pretende con ello contribuir a que Galicia, candidata a albergar la nueva Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial (Aesia), sea vista como un espacio de referencia en este ámbito. “Es una disciplina decisiva para el crecimiento del mundo y aportamos conocimiento de valor”, afirmó. Ante la próxima convocatoria del Gobierno para decidir la sede de la futura agencia pública, múltiples empresas y entidades manifestaron su apoyo a la candidatura gallega, como es el caso de grandes tecnológicas mundiales, desde Google, Microsoft, Amazon Web, NTT Data o DXC Technology. Las españolas Telefónica, Vodafone, Altia o Indra también apuestan por albergar en Galicia la nueva entidad estatal de IA.

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