Feijóo admite que impulsó la fusión de las cajas gallegas sabiendo que estaban en quiebra
Caixa Galicia era “insolvente” y Caixanova tenía “serios problemas de viabilidad”. Es el resumen que la Audiencia Nacional realizó del estado de las cajas gallegas justo antes de su fusión en la sentencia que ha acabado por llevar a la cárcel a varios antiguos directivos de Novacaixagalicia, la entidad surgida de esta unión. La “situación calamitosa” descrita por los magistrados dista mucho del futuro de “solvencia y galleguidad” que el Gobierno gallego auguró, con Alberto Núñez Feijóo al frente, durante los años en que impulsó la fusión. Un período en el que el propio Feijóo admite ahora que, en realidad, era consciente de tener ante sí a dos cajas en situación de “prequiebra”.
El papel del dirigente popular en aquellos años como principal padrino político de la malograda fusión ha regresado al primer plano con el encarcelamiento de los exdirectivos pero ahora Feijóo ofrece una versión distinta de los hechos. Al ser cuestionado al respecto en una entrevista en Antena 3 ha explicado que cuando tomó posesión de su cargo, en abril de 2009, “las dos entidades estaban en una situación de colapso, prácticamente en prequiebra” y “nadie me había informado previamente”, algo que también le había sucedido “al anterior presidente”, el socialista Emilio Pérez Touriño.
Fue entonces, relata, cuando preguntó, “porque me preocupaba la situación del ahorro de muchos gallegos”. Y “a partir de ahí empezamos a trabajar” en una fusión de cuya evolución y fracaso responsabiliza en exclusiva al Banco de España. “Es evidente que el control financiero, la auditoría” de las cajas “le corresponde” al regulador, afirma.
El informe del millón de euros
Si bien es cierto que la Xunta perdió sus competencias sobre las cajas no lo es menos que esto no sucedió hasta que ya estaban fusionadas. Concretamente, a mediados de 2011, cuando las nuevas exigencias de capitalización planteadas por el Gobierno de España llevaron a Novacaixagalicia a 'bancarizarse', a fundar un banco -Novagalicia Banco- al que transferir su negocio financiero, el mismo que el 30 de septiembre del mismo año tuvo que ser rescatado por el Estado con una inyección pública de 2.465 millones de euros. Veinticuatro horas antes, en la inauguración de un teatro auspiciado por la antigua Caixanova en el centro de Santiago, Feijóo había calificado a Novagalicia como una “prometedora criatura financiera”.
Ese elogio fue el último de una larga lista iniciada dos años antes, en el otoño de 2009, cuando el entonces nuevo presidente de la Xunta sentó a la misma mesa al director general de Caixa Galicia, José Luis Méndez -cuya retirada antes de la fusión le permitió librarse del escrutinio judicial y político- y al presidente de Caixanova, Julio Fernández Gayoso, ahora en prisión, para animarlos a unir las entidades que dirigían.
El Gobierno gallego se ofreció a “mediar” y, para tener una opinión “independiente” del estado interno de las cajas, encargó un informe a la consultora internacional KMPG, un “diagnóstico acelerado” contratado por 1 millón de euros. En enero de 2010 la Xunta aseguró en público, sin mostrarlo, que la consultora había elaborado una “auditoría” que “avalaba” la “solvencia” de la fusión. Realmente aquel trabajo no era una auditoría y no acreditaba que la fusión fuese solvente.
Cuando, el 29 de noviembre de 2010, Feijóo presidió el acto solemne de firma de la escritura de la nueva caja, tampoco se habló de “prequiebra”. La caja fusionada tenía ante sí un futuro de “gestión profesional e independiente” para “garantizar la solvencia con la que nace” y “reforzar la solvencia con la que ya es reconocida Galicia hoy”. Aquella unión iba más allá de lo “meramente financiero”, agregaba. “No podemos -proclamó- cometer el error de no utilizarla para reforzar nuestra autoestima colectiva”.
El papel del Banco de España
Feijóo obvia ahora su promoción y apoyo de la fusión en un contexto en el que, no obstante, el relato del dirigente conservador sí se corresponde con la realidad en lo referido al papel del Banco de España, entonces dirigido por Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Efectivamente, el regulador fue el responsable de Novagalicia Banco desde su rescate y, pese a haberlo podido hacer, no frenó las indemnizaciones millonarias que los directivos se adjudicaron incurriendo, según la Audiencia Nacional y el Supremo, en conductas ilegales.
Del mismo modo, también es cierto que fue el Banco de España el que en junio de 2010 dio su visto bueno al plan de integración de las cajas gallegas, considerando que cumplía “los criterios de solidez y racionalidad económica que se han de exigir a este tipo de operaciones”. Apenas cuatro meses después Fernández Ordóñez transmitió a la patronal gallega sus primeras dudas sobre la viabilidad de la operación y al año siguiente los restos de las cajas gallegas eran intervenidos. La factura final de la operación ascendió a unos 9.000 millones de euros públicos de los que el FROB da 8.000 por perdidos.