La Cidade da Cultura y otra docena de grandes obras con las que Galicia no sabe qué hacer
En el debate electoral televisado entre los candidatos a la presidencia de la Xunta de PP, PSdeG, En Marea, BNG y Ciudadanos del pasado 12 de septiembre salió una palabra: PLISAN, siglas de la Plataforma Logística Industrial de Salvaterra-As Neves, proyecto iniciado a principios de la pasada década al sur de Pontevedra, en la frontera con Portugal, que sigue siendo una gran explanada sin una sola empresa instalada. Diez días después, tres jornadas antes de las elecciones, la Unión Europea destacaba la infrautilización del Puerto Exterior de A Coruña en el marco de un informe sobre infraestructuras portuarias de todo el continente financiadas con fondos comunitarios. Y dos semanas después de las elecciones, el pasado jueves Faro de Vigo revelaba que la concesionaria del nuevo Auditorio de Vigo acaba de entrar en preconcurso de acreedores porque el edificio no le resulta rentable.
Como estos tres casos, en Galicia no son pocos los elefantes blancos, esas construcciones generalmente públicas infrautilizadas y que toman el nombre de los paquidermos albinos que recibían como regalo los reyes de Tailandia. Los elefantes blancos eran raros, y por lo tanto preciados, pero su mantenimiento era muy costoso y su utilidad real desconocida. En Galicia, más allá de casos puntuales, no siempre concitan de los políticos el mismo interés que pusieron en su momento para decidir su construcción, como acaba de comprobarse en la pasada campaña autonómica, en la que su futuro apenas formó parte del debate público. Superados los comicios, los elefantes blancos de Galicia siguen ahí. Repasamos algunos de los más significativos.
Cidade da Cultura
Cuando Manuel Fraga la planificó iba a costar 110 millones de euros, pero el coste de lo hoy construido se aproxima a los 300 millones de euros, a pesar de cancelarse el remate de los dos últimos edificios que habrían elevado la factura final a cerca de 500 millones. El mantenimiento anual de lo hoy en funcionamiento ronda los 5 millones de euros, además de lo que suponen las exposiciones y actividades que allí se desarrollan. En 2012, para intentar hacer más rentable el complejo, la Xunta puso en marcha un plan estratégico de cuyo nivel de cumplimiento nunca ha hecho balance.
Plataforma Logística Industrial de Salvaterra-As Neves (PLISAN)
Impulsada a principios de la pasada década por el Puerto de Vigo, su Zona Franca y la Xunta, su objetivo era solucionar los problemas de espacio con los que se encontraban las empresas vinculadas a la actividad portuaria. Los más de cuatro millones de metros cuadrados iniciales fueron reducidos a tres después de una sentencia que anuló la pretensión de la Xunta de incluir terrenos con protección forestal. Más de 120 millones de euros después, aun no hay ni una sola empresa instalada en lo que sigue siendo una inmensa explanada vacía a la que, sin embargo, desde principios de 2015 ya llega una autovía de 22 millones de euros que la enlaza con la Autovía das Rías Baixas (A-52). La PLISAN es el ejemplo paradigmático y de mayor tamaño de algo que se repitió, por ejemplo, con los numerosos polígonos empresariales impulsados en toda Galicia tras la catástrofe del Prestige o con el Puerto Seco de Monforte, otro de los proyectos logísticos que no acaba de arrancar.
Puertos exteriores de A Coruña y Ferrol
Tres días antes de las elecciones autonómicas el Tribunal de Cuentas europeo hacía público un informe sobre las inversiones realizadas en 37 infraestructuras portuarias de toda Europa y la infrautilización de muchas de ellas. El caso peor parado era el del Puerto Exterior de A Coruña, impulsado tras la catástrofe del Prestige y con un coste de 590 millones de euros, de los que 257,5 llegaron de fondos comunitarios. Según el Tribunal de Cuentas, en 2015 la actividad del puerto se encontraba en el 10% de lo previsto, por lo que calificaba de ineficaz el 95% de la inversión europea. Cuentas también indicaba que el Puerto Exterior de Ferrol, con un coste de 110,9 millones, trabaja al 25% de lo previsto. Y en ambos casos aún están por ejecutarse, y pagarse, sus conexiones ferroviarias.
Estación de AVE de Vigo
La llegada del AVE del Eje Atlántico a Vigo siempre se planificó enterrada bajo el monte de A Madroa que separa la ciudad del vecino municipio de Redondela, así que nadie puso problemas por alargar ese túnel y que llegara al centro de la ciudad evitando así un nuevo impacto urbano. Sin embargo, eso hizo que hubiese que construir una nueva estación soterrada, ya finalizada, en cuya superficie se planificó un complejo comercial diseñado por Thom Mayne e impulsado por la iniciativa privada. La crisis hizo que Adif no haya encontrado aún quien lo construya, ni después de rebajar su ambición y coste de 180 a 80 millones de euros. Además, para hacer la nueva estación subterránea hubo que desviar todo el tráfico ferroviario a un apeadero provisional en el puerto que al finalizarse la obra ha seguido manteniendo la mitad de los servicios. Vigo espera así a que alguien complete y reordene sus dos medias estaciones de tren.
Estación de AVE de Padrón
Algo más al norte el problema se llama Padrón-Barbanza, pero no está en ninguno de los dos sitios sino en un campo en mitad de la nada. Es la nueva estación construida para el AVE del Eje Atlántico, muy poco empleada. En ella paran menos trenes que en la vieja estación de la vía convencional, que sigue en funcionamiento en el centro de la villa. Para ahorrar, Adif ni siquiera mantiene abierta la nueva estación de manera permanente. Sólo la abre cuando va a llegar algún tren. Se desconoce su coste porque su construcción fue incluida conjuntamente con la del tramos en la que se encuentra, de 8,6 kilómetros y 82 millones de euros.
Estaciones de autobús de A Guarda y Celanova
Sin llegar al extremo de la de Padrón, estas dos estaciones, de medio millón de euros cada una y en las provincias de Pontevedra y Ourense, respectivamente, se construyeron hace más de una década alejadas del centro de ambas poblaciones y ligada su explotación a cafeterías que nadie encuentra rentables. No recuerdan lo que es que un autobús pare en ellas.
Auditorios de Vigo y Lugo
Inaugurado en 2011, el Auditorio de Vigo, público, no es rentable para la iniciativa privada que lo gestiona tras una inversión de 90 millones de euros. De esa cantidad, el Ayuntamiento puso 12, la Xunta 18 y el resto una concesionaria a cambio de explotar el complejo durante 35 años. El Ayuntamiento ya tuvo que prorrogar ese plazo hasta 60 años e implantar diversas medidas de apoyo para tratar de llenar de contenido el edificio, pero ni así es rentable y el pasado jueves Faro de Vigo avanzó que la concesionaria acaba de pedir el preconcurso de acreedores.
En Lugo, para reparar el agravio de que era la única ciudad sin un gran auditorio público, la Xunta invirtió unos 20 millones de euros entre edificio e instalaciones tras una larga (más de una década) y conflictiva tramitación, con cambio de ubicación incluido. Inaugurado el pasado 20 de abril, ya tiene humedades, Ayuntamiento y Xunta discrepan sobre quién debe asumir el coste de la equipación y, por lo tanto, de momento no hay programación cultural para llenarlo.
Sedes culturales de las antiguas cajas de ahorros en Santiago
Si ya es difícil encontrar programación para dotar de contenido un gran centro cultural en Lugo, en Santiago la cosa se multiplica por tres. Los tres edificios emblemáticos que las antiguas cajas de ahorros gallegas convirtieron en espacios para sus obras sociales, a pocos metros unos de otros, en las calles Vilar y Preguntoiro y en la plaza de Cervantes, tienen espacios y funciones que se solapan. A la vista de lo que costó el rescate de lo que quedó de las cajas, merecen ser incluidos en la lista de edificios públicos infrautilizados.
Centro de Interpretación de Parques Naturales de Ourense
Gobierno central, Xunta y Ayuntamiento llevan cuatro años mirando cómo el Centro de Interpretación de Parques Naturales de Galicia es invadido por la naturaleza después de pararse las obras por un mal proyecto que lo situó en terreno inundable junto al río Miño. A la espera del desbloqueo, en él se invirtieron ya más de dos millones de los siete en que se presupuestó.
Cementerios de Ames y Fisterra
Hace tres lustros que se finalizó el cementerio que el arquitecto César Portela diseñó para el fin del mundo. Elogiado como obra arquitectónica, durante todo este tiempo el ayuntamiento no ha sido capaz de dotarlo de los servicios y permisos necesarios para que funcione con el destino para el que fue proyectado. El camposanto de Ames, en la misma provincia de A Coruña, con cerca de dos mil sepulturas, se finalizó en 2010 y, como el de Fisterra, sigue sin contar con su primer usuario, en su caso por defectos en la construcción pendientes de repararse.
Parques de bomberos de Santiago y O Carballiño
El de O Carballiño (Ourense) está finalizado desde 2011 con un coste de dos millones de euros, pero enfrentamientos entre los ayuntamientos de la comarca y la Xunta por su gestión futura impiden ponerlo en funcionamiento. Las obras del nuevo parque de Santiago se pararon a la mitad hace una década, después de invertirse en ellas cerca de dos millones de euros, y aún ahora se está buscando la manera de retomarlas para destinarlo a parque local o comarcal.
Autovía de la Costa da Morte
En los ocho años que la Xunta tardó en construir la Autovía de la Costa da Morte tuvo que ir preparando el rescate público del resto de autovías de peaje en la sombra de Galicia porque las concesionarias no están obteniendo los beneficios que desean al ser su tráfico inferior al previsto. Eso no evitó que se finalizara esta nueva autovía, con menos expectativas de tráfico aún que las anteriores, y por la que la Xunta tendrá que pagar 630 millones de euros hasta 2018 en conceptos de intereses y mantenimiento a pesar de que su ejecución material supuso tan sólo 200 millones.
Autovía del Cantábrico a su paso por Mondoñedo
Otro ejemplo de costosa infraestructura infrautilizada es el tramo de la Autovía del Cantábrico (A-8) que discurre por la zona de Mondoñedo (Lugo), pero en este caso porque no se tuvo en cuenta que el trazado elegido, por lo alto de un monte, obligaría a mantener cerrados cerca de 20 kilómetros un buen número de horas al año por la intensa niebla que allí se registra. Fomento aún busca una solución.
Además de estos elefantes blancos, obras nuevas de coste significativo pero infrautilizadas, por toda Galicia hay muchas otras construcciones de diversa antigüedad pero aún dentro de su vida útil que han quedaron sin contenido por el traslado de su antigua función a unas nuevas instalaciones. Es el caso de los antiguos hospitales de Vigo y Lugo, grandes edificios en los centros de las dos ciudades para los que aún ahora, tiempo después de que quedasen vacíos por la apertura de los nuevos hospitales en las afueras, las administraciones buscan alguna utilidad (albergar todos los juzgados de la ciudad, en el caso vigués, y una comisaría en parte del edificio lucense). La terminal vieja del aeropuerto compostelano de Lavacolla, que estaba plenamente operativa cuando fue sustituida en septiembre de 2011 por una nueva justo al lado, es otro de esos grandes edificios públicos en buen estado pero ahora sin uso. Todos siguen allí, a la espera de una solución.