Así se hizo la familia Franco con el Pazo de Meirás: “donaciones” casa por casa supervisadas por la Falange
El anuncio de que la Fundación Francisco Franco gestiona desde hace meses el frecuentemente incumplido régimen de visitas al Pazo de Meirás y la constatación por parte de la entidad de que empleará esta “oportunidad” para hacer apología de la dictadura y de la “grandeza” de su líder ha devuelto al primer plano el modo en que el histórico inmueble pasó a manos del militar golpista y, a través de él, a su familia. La organización dedicada a exaltar el franquismo insiste en agitar el relato de una “generosa donación” del “pueblo gallego” mediante “suscripción pública” que contrasta con la abundante documentación e investigaciones que acreditan el expolio del edificio, concretado en los años de mayor represión en territorio gallego y mientras en otros puntos del Estado continuaba la Guerra Civil.
Uno de los documentos que mejor muestran la manera en que procedieron los golpistas para convertir la antigua residencia de Emilia Pardo Bazán en “regalo” a Franco fue revelado hace apenas media década por la Asociación Cultura Aberta de Carral, uno de los municipios en que fueron recaudados los fondos. Son apenas cinco páginas encabezadas por una carta de la 'Junta Pro-Pazo del Caudillo', un organismo creado en 1937 por las autoridades coruñesas del naciente régimen dictatorial, como el gobernador civil, Julio Muñoz, junto a empresarios de la zona encabezados por el banquero Pedro Barrié de la Maza, responsable del Banco Pastor -entidad que en esos años intentaba ejecutar el aval de un crédito de la campaña del Estatuto de 1936, firmados por dirigentes galleguistas que habían sido asesinados-.
La misiva, datada en mayo de 1938, fue dirigida a las alcaldías de los ayuntamientos de la provincia para detallar la manera en que debían proceder para que sus vecinos pusieran su “grano de arena” para la compra del que pasaban a denominar Pazo del Caudillo. “Todos, del más potentado al más humilde, pueden poner su esfuerzo en lana realización del proyecto” para que “todos los españoles que sienten hoy el orgullo de llamarse conterráneos” de Franco sufragaran la “feliz idea” de “ofrecerle un trozo de la tierra misma de Galicia, que tanto le ha ayudado en su formidable tarea”.
Más allá de la literatura sobre las bondades de “nuestro invicto Caudillo”, recuperada esta semana semana por el controvertido comunicado de la Fundación Franco, la documentación muestra cómo el Ayuntamiento de Carral ejecutó la orden de la 'Junta Pro-Pazo'. En un municipio donde dos concejales habían sido asesinados por ser republicanos y otros cinco, sancionados -entre ellos el alcalde-, el nuevo regidor, Laureano Núñez, dictó una convocatoria para “tratar sobre asunto de excepcional importancia patriótica”. Sus destinatarios era casi una veintena de personas encabezadas por el jefe local de la Falange, Juan Seijas.
En ese encuentro, acreditan los documentos, los presentes atendieron la 'sugerencia' de la Junta Pro-Pazo, que en su carta “había indicado” la “conveniencia” de “nombrar comisiones” de “dos o tres personas de significación en la localidad” para “visitar personalmente a sus convecinos” y reclamarles el dinero. En el caso de Carral fueron constituidas ocho comisiones, una por parroquia, compuestas por sus respectivos tres miembros; fundamentalmente curas, concejales y falangistas. Estas comisiones elaboraron listados con los nombres, apellidos y aportaciones económicas de cada vecino y en poco tiempo reunieron un total de 4.385 pesetas. La parroquia en la que fueron recaudados más fondos, hasta 936 pesetas, fue Paleo, donde la comisión parroquial que recogió las 'donaciones' estaba encabezada por el jefe de la Falange.
Mientras continuaba la represión -solo en Galicia el proyecto interuniversitario de investigación Nomes e Voces ha documentado más de 550 muertes de personas represaliadas en ese 1938- la 'Junta Pro-Pazo' ultimaba su regalo al dictador, que acudió a Galicia a recogerlo personalmente en diciembre de ese mismo año. Fue durante un viaje que comenzó por A Coruña y continuó hasta Meirás, donde la Junta organizó una ceremonia para entregarle el Pazo, oficialmente sufragado por “suscripción popular” -a las recaudaciones casa por casa se habían unido otras vías de recaudación, como las nóminas de personal público-.
Durante aquella visita, según recogió la prensa de la época, el dictador había llegado a comprometerse a construir una autopista entre A Coruña y Madrid “y el viaje se hará en cinco horas” -Galicia no tendría conexión con la capital española por autovía hasta más de sesenta años después-. Tras tomar posesión del Pazo junto a su familia -entre ellos su hija, formalmente dueña de Meirás en la actualidad- Franco viajó a Santiago, donde desfiló por las calles y accedió a la Catedral bajo palio.