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La sombra de la especulación amenaza un centro cultural autogestionado en la costa que aún ocupa Ence en Pontevedra

Actuación en el jardín del Liceo Mutante de Pontevedra en agosto de 2020

Daniel Salgado

16 de diciembre de 2021 06:02 h

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La calle se llama Rosalía de Castro. Hasta 2002 fue Salvador Moreno, ministro franquista de Marina, y todavía 15 años después el cambio de nombre molestaba a un ilustre ex vecino de Pontevedra, Mariano Rajoy. El caso es que la vía conecta el centro de la ciudad con la carretera que llega a Marín y pasa por la polémica fábrica de Ence, a la orilla de la ría. A medio camino entre el casco viejo y Ence se encuentra desde hace diez años el Liceo Mutante, un centro cultural autogestionado por donde han pasado cientos de músicos de todo el mundo y que, por primera vez, ve amenazado su futuro inmediato. Lo enturbia una orden de cese de actividad emitida por el ayuntamiento y tras la que los socios de la entidad perciben la sombra de la especulación urbanística.

El Liceo ocupa un edificio de dos pisos, bajo, sótano en un solar con amplio y acogedor jardín con vistas al mar. Antes fue sede de la agrupación Cultural do Salcedo, y allí celebraban sus bailes, fiestas, conciertos de banda. En 2011 un grupo de jóvenes pontevedreses lo encontró disponible para el alquiler. Su último uso había sido litúrgico: una iglesia evangélica. Los entonces nuevos inquilinos, constituidos en asociación cultural, lo acondicionaron y ratificaron su condición de templo. Pero del underground gallego, referencia además a nivel europeo, siempre sin ánimo de lucro y con cierta vocación política: hazlo tú mismo. Una década sin apenas problemas, integrados en el barrio –Mollabao– y con una programación continuada no solo musical –también proyectan cine, organizan talleres de ilustración o colaboran con colectivos sociales– acabó este noviembre con la comunicación municipal. Esta argumenta su llamamiento al cese en que el lugar carece de licencia de actividades, un requisito orientado a negocios, y que el gobierno local, una coalición de BNG y PSdeG, ha tramitado tras una denuncia.

“Creemos que los centros sociales, asociaciones culturales y espacios autogestionados no deben regirse por la normativa de espectáculos habitual, como si fuésemos una empresa”, considera Alexandre Losada, profesor, músico y uno de los fundadores del Liceo Mutante. El consistorio no entra en ese debate, y a través de su edil de Urbanismo, Xaquín Moreda, expresa su deseo de que “el Liceo soluciones sus problemas. Para el Concello de Pontevedra es muy importante la actividad cultural que realizan, estamos encantados con ella”. Pero la clave del asunto, dicen desde la asamblea que rige la asociación, es cómo se ha llegado a este punto. Y entonces surge otro tipo de nubosidad en el horizonte.

“En el verano retomamos la actividad después de los parones obligados por el coronavirus. Comenzamos a recibir visitas de la Policía Local porque alguien los avisaba”, relata Losada, “nos decían que todo estaba bien, que cumplíamos las normas, pero que debían venir porque los llamaban”. Los vecinos de la zona, un barrio en el que abundan las casas abandonadas o semiderruidas y que tiene salida al litoral de la ría, los pusieron tras la pista. Una persona, relacionada con el mundo de la construcción y que había comprado dos inmuebles en ruinas cercanos, se había quejado del ruido generado en el Liceo. Pese a que el respecto por los horarios –los conciertos, mayormente en fin de semana, nunca finalizaban más tarde de las diez de la noche– era una de las explicaciones de la buena convivencia, miembros del centro social lo buscaron y hablaron con él.

Le explicaron que, excepcionalmente, programaban actuaciones en el jardín debido a las restricciones en vigor contra el coronavirus. Aceptó las disculpas e incluso reconoció que había ido a quejarse al ayuntamiento. Parecía que se había firmado la paz. No pasaron, sin embargo, muchas semanas antes de que recibiesen la orden de cese de actividad remitida por el departamento municipal de Disciplina Urbanística. El origen, según explican en la asamblea del Liceo, nueve o diez denuncias referentes a un solo mes, “más que las actividades que se hicieron en ese mismo período”. Lo han recurrido. elDiario.es ha intentado ponerse en contacto vía teléfono y correo electrónico con la persona que había protestado inicialmente, pero no ha obtenido respuesta. El Liceo Mutante intuye otras razones detrás de lo sucedido. “La policía nunca vino a medir ruidos ni nada parecido”, señala Álex Losada, “lo que pensamos es que la zona va a cambiar mucho si finalmente, y ojalá así sea, cierra Ence”. Entre las muchas colaboraciones de la entidad, una sostenida en el tiempo ha sido con la Asociación Pola Defensa da Ría, que aglutina la oposición social a la pastera.

El concejal de Urbanismo prefiere no adentrarse en hipótesis y se limita a a indicar que “hubo varias denuncias de un vecino y el local no cuenta con licencia de actividad”. El Liceo, sin embargo, entiende que lo que hay en juego es algo más. La última sentencia de la Audiencia Nacional tumbó el pasado julio la prórroga que el Gobierno de Rajoy otorgó en funciones a Ence y que le permitía seguir operando hasta 2073 en una parcela de dominio público marítimo terrestre de 373.524 metros cuadrados. La compañía ha apelado a la sentencia, pero se extiende la idea de que deberá trasladar las instalaciones fuera de la ría de Pontevedra. “Cualquiera en nuestra situación concluiría que el problema real no es una discrepancia entre vecinas, de fácil situación si fuese el caso, sino que sobre nosotros y sobre este conflicto sobrevuela el fantasma de la especulación urbanística”, dice el comunicado del 1 de diciembre en el que el Liceo dio a conocer la situación, “dice nuestra intuición que la cada vez más próxima y por todas deseada marcha de Ence de la ría de Pontevedra convierte la línea de costa hasta Marín en un codiciado objeto de deseo de los nuevos especuladores”. Y en el medio exacto de esa línea se encuentra el Liceo Mutante.

La noticia de la amenaza de clausura produjo una enorme ola de apoyo. A lo largo de diez años han pasado miles de personas por el lugar, como público y como artistas. Del ex cantante de la mítica banda holandesa de punk experimental The Ex al post kraut político de los ingleses Gnod, de Víctor Coyote y su trova elegante a los diez mil experimentos de Hevi de Malandrómeda, que ha hecho del Liceo una de sus bases de operaciones. Prácticamente ninguna banda gallega ha dejado de pisar su escenario. Sirve de local de ensayo para diferentes y arriesgados proyectos musicales, entre ellos el del noise punk de Cuchillo de Fuego. La delegación zapatista que este verano arribó a Europa se alojó durante las primeras semanas en Mollabao. Y también se ha implicado en la movilización social contra la política eólica de la Xunta de Galicia. Un cineclub semanal presta atención al cine fuera de norma. El largometraje de Ángel Santos Las altas presiones (2014), premiado en el Festival de Sevilla, lo ha utilizado como uno de los centros alrededor del que se mueven sus personajes protagonistas, y Álvaro Larriba le ha dedicado el documental Mutantes (2018).

“El ayuntamiento debería tener la sensibilidad política de poner en valor y cuidar un colectivo que lleva promoviendo una cultura popular, crítica, igualitaria y de base durante diez años sin lucro y sin pedir un euro a nadie”, concluye Álex Losada.

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