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Sobre este blog

En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

Soy familia monoparental, tengo una hija de 19 meses y en mi empresa dicen que no rendimos: les invito a vivir mi día a día

Fotografías ilustrativas para el informe sobre perfiles de pobreza de Save the Children. (©️Save the Children/Pablo Blázquez)

Mónica G

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Otro día más de teletrabajo en casa. El otro día mi jefe me escribió un mensaje para decirme que igual me tenía que incorporar físicamente el próximo día 15 de junio. Hace dos semanas fue igual para decirme que la fecha era el 1 de junio y, mientras, hablando con el comité de empresa, soy conocedora de que me puedo incorporar en la última fecha, el 29 de junio, por motivos de conciliación familiar y que, incluso, en mi caso, puedo teletrabajar hasta septiembre si así lo solicito.

Finalmente, mi jefe me ha dicho que hasta julio no tengo que ir. Le he preguntado que por qué ese cambio pero no he recibido respuesta alguna. Está muy bien incorporarme más tarde pero, sinceramente, lo que me angustia es planificar mi día a día, necesito conocer fechas para poder organizar mi vida, no pido más.

Soy familia monoparental, con una niña de 19 meses, y sin guardería hasta septiembre. En mi trabajo, perfectamente 'teletrabajable' por ser puramente de oficina, se empeñan en un presentismo que no entiendo salvo que, según mi jefe, desde que estamos en casa no rendimos, o eso dicen. Yo les invito a vivir mi día a día mientras estoy en la mayoría de los proyectos del departamento dando el 120% otra vez más. Ni pagado ni agradecido.

Me levanto a las 7:10 de la mañana, o mejor dicho, me arrastro de la cama sigilosa para que mi niña, que previsiblemente sobre las tres o las cuatro de la madrugada viene corriendo a mi cama, no se despierte y yo pueda teletrabajar un rato. Si todo va bien, a las ocho estoy conectada, pero no nos engañemos, esto es sólo la ilusión con la que me despierto todos los días. Lo normal es que cuando me siento frente al ordenador, si no antes, la niña se despierte, San Pocoyó me ayude un poco y, con suerte, yo esté sentada en mi ordenador sobre las nueve de la mañana. Y hablo de las noches buenas, las malas ni las menciono, vienen en el 'pack'.

A las 9:30 viene B. que es mi niñera, mi ayudante, y ya mi amiga, y me ayuda cinco horas con la niña. Me encantaría que estuviera más pero no puedo pagar más horas y, aun así, me siento afortunada de poder tener al menos esta ayuda. Muchas familias no se lo pueden permitir. Y yo no sé cuánto tiempo más podré estar pagando ese “extra” que empezó con mi idea de que “ante problemas extraordinarios, soluciones extraordinarias”.

Paro para hacer la comida sobre la una, comemos y mientras yo recojo y me vuelvo a conectar, B. me deja a la niña dormida (bendita siesta) y se va a las dos y media. Aprovecho a trabajar una hora, pero mientras escribo mis ojos piden 10 o 20 minutos de descanso… ¡no puedo más! Me vuelvo a conectar, aguanto a la niña hasta las 17:30h que ya reclama la merienda como si no hubiera comido. Se acabó, suspendo hasta la noche.

La tarde es para mi hija, aunque al tener el móvil no puedo desconectar de verdad y al final me tiro toda la tarde viendo los correos que entran. Pero, aún así, lo intento, mi hija necesita a su madre, tal vez más que nunca, porque hasta ahora ha estado sin sociabilizar y eso se nota. Aunque no sepa hablar, para ella esta situación tampoco es normal.

A las diez, con mucha suerte, consigo dormir a la enana, a veces tardo más, depende del día. Da igual, cuando se duerme me vuelvo a conectar, al menos un rato, normalmente me dan las doce de la noche. Y ya me ducho, ceno y a dormir, al final otra vez son las dos de la mañana cuando me voy a la cama.

A esto hay que sumarle hacer la compra, limpiar la casa y poner lavadoras. Ahora, después de más de cien días de confinamiento y que los supermercados vuelven a la normalidad, me he organizado para hacer la compra los viernes por la noche (online), poner lavadoras dos días en semana (el domingo uno de ellos) y limpiar por las noches y los fines de semana, manteniendo la premisa esa de que “no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia”. Otra realidad sería maravillosa, pero esto es lo que hay, y necesito priorizar. Creo que mi capacidad de resiliencia ha quedado sobradamente demostrada.

Hace unos días nos han cambiado de jefe. Lo primero que me ha dicho el nuevo es que cómo me apaño con la niña, porque “si tenemos a la familia bien y organizada, nosotros vamos a trabajar bien y organizados”. El karma funciona, vienen mejores tiempos para mí.

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