Mi hijo es una 'tuitstar' de esas: “Cuando lo lees parece que lo estás viendo”

Cuando eran pequeños, Moe de Triana rodaba películas con clicks de Playmobil, Gerardo Tecé tenía libretas y libretas llenas de escritos y Proscojoncio dibujaba cómics sin saber todavía leer. Y esto no lo han confesado ellos ni lo hemos leído en su 'timeline', sino que nos lo han dicho algunas de las personas que mejor los conocen: sus padres.

Como los 'youtubers', todos tienen un pasado que permanece ajeno a sus miles de seguidores y todos coinciden en algo: desde pequeños apuntaban maneras. El humor, la ironía, la crítica y la sátira que transmiten estos tuiteros en mensajes de 140 caracteres es algo que no sorprende a sus progenitores, pues siempre han sido muy creativos. Ellos no siguen mucho la pista de sus 'timelines', pero se sienten muy orgullosos de lo que hacen. Lo que no quita que les pidan tener cuidado. Que ya sabemos cómo está el patio.

Teresa es la orgullosa madre de Proscojoncio, con 45.700 seguidores. Ama de casa de 62 años, cuando se apuntó a clases de informática su hijo le abrió una cuenta de Twitter. “No lo entiendo”, se ríe. “Él comparte lo que escribe y la gente 'jaja, qué bueno, qué bueno', pero, chico, yo hay veces que no me entero de lo que está escribiendo”. De pequeño, Proscojoncio era más de dibujar: antes de saber escribir ya tenía cómics sin texto que ocuparían espacio en su cuarto junto a la colección entera de Súper Humor (“se sabía todas las viñetas”). Con la comedia ha encontrado un vehículo de expresión, ya que, según Teresa, “es muy cortado”: “Siempre ha estado muy solitario”.

Eso sí, no todo son alabanzas. “Ha sido un niño listo pero vago vago”, cuenta Teresa. Además, “muy trasto”: cuando iba en verano al pueblo “siempre se tenía que abrir la cabeza. Si no se rompía la cabeza se rompía un brazo”. Afortunadamente, la cabeza sigue en buena forma hoy en día.

“Cuando lo estás leyendo parece que lo estás viendo”

Proscojoncio era vago y a Álvaro no le gustaba estudiar, aunque se quedaba con todo lo que explicaba el maestro. Álvaro Ballén es Moe de Triana para 125.000 personas que un día decidieron seguir su perfil. A él sí lo conocemos más personalmente gracias a su presencia en redes sociales como Instagram y a que ha dado varias entrevistas y charlas con su identidad original. Por eso sabemos que este gaditano de Sanlúcar de Barrameda es un enamorado de Sevilla (su nombre viene de un blog que escribía, protagonizado por un tabernero del barrio como el Moe de 'Los Simpson') y un participante activo de los carnavales en la provincia: lo podemos ver en el concurso de romances carnavaleros de Cádiz o disfrazándose.

Ahora también sabemos que de pequeño era muy locuaz, aunque con los años, según sus padres, se hizo un poco más tímido. Se expresa mejor en internet, en los romances o en los pregones de Semana Santa que ha leído. Porque esa es otra: también es nazareno y “capillitas”. La expresión no es nuestra, es de uno de sus progenitores.

Manuel, un frigorista de 56 años, es el primero que nos dice que de pequeño Álvaro era “muy charlatán, muy extrovertido”. “Hablaba con cualquier persona que diera un poco de conversación”. El padre cuenta una anécdota de cuando el crío tenía dos o tres años. Una vecina le preguntó cómo estaba, la típica pregunta que se responde con pocas palabras. Él empezó a armar una conversación (“vengo de casa de mi abuela…”) y le relató su vida durante más de cinco minutos. “La mujer se quedó con la boca abierta”, recuerda ahora el padre. “Desde pequeño ha tenido la oratoria. Siempre se ha expresado muy bien”. Años después, grababa con un primo mayor y una cámara de vídeo películas protagonizadas por clicks de Playmobil y empezaba a darle al disfraz.

Era un niño muy tranquilo y no daba problemas, dice Caridad, su madre, una auxiliar de clínica de 56 años. Encima, salía poco (a los 18 años comenzó a hacerlo y le podían dar las tantas de la madrugada) porque le gustaba mucho leer, algo que aprendió antes de ir al colegio. Siendo “chico chico” ya escribía sus cuentos y años después le dio a los romances, otra de las expresiones del carnaval de Cádiz, fuera del concurso oficial del teatro Falla.

Manuel no sigue lo que su hijo publica en Twitter. “Yo no me río mucho”, admite, pero eso es porque ya conoce sus gracias: “Cuando lo estás leyendo parece que lo estás viendo”. Al igual que la madre de Proscojoncio, han advertido a su hijo acerca de lo que publica, pero como Álvaro ha sido muy tímido y nunca ha querido meterse en líos no están preocupados. “Él se ríe de cosas sanas”, apunta Caridad.

“Yo intuí que terminaría así”

Otro que comenzó a escribir desde bien pequeño es Gerardo Tecé. “Tenía muchas facultades. En algún momento yo pensaba que demasiadas, porque desde que nació era muy espabilado y vivo”, nos cuenta Pilar, un ama de casa de 60 años que ensalza a su hijo: “Es muy buena persona. Es especialmente sensible”. Siempre escuchando la radio, tenía la habitación llena de recortes de periódico y de libretas con frases y canciones que le gustaban. ¿Qué escribía? “Lo que él pensaba, porque le daba muchas vueltas al coco, quizá demasiadas”.

Pilar está muy orgullosa del niño: “Yo intuí que terminaría así”, afirma. “Veo que está haciendo lo que le gusta, no ya tanto el tema de Twitter, sino que está escribiendo [Gerardo publica en CTXT o Atresmedia], y eso le ha gustado de siempre”.

El padre de Gerardo es una de esas 246.000 personas que siguen las actualizaciones de su hijo, pero la madre no, aunque él la tiene informada sobre la importancia de las redes sociales. En ocasiones se ha preocupado un poco por las consecuencias que sus mensajes podrían tener. “A veces están un poco las cosas…”, dice en referencia a noticias recientes, como la de una joven que ha sido condenada a dos años de cárcel por unos chistes que publicó sobre Irene Villa y Miguel Ángel Blanco y que Pilar escuchó con preocupación. “Te entra un poco de miedo. A ver si por cualquier banalidad… Pero yo sé que no es su estilo. Él es el que me tranquiliza”.

Además de que apuntaban maneras desde pequeños, todos ellos parecen tener en común otra característica, una cierta humildad. No alardean de los seguidores que tienen ni se creen “famosos” por la influencia que tienen en Twitter, según sus padres. De aquellos cuadernos, cómics o películas con clicks vinieron estos tuits. Y unos padres orgullosos de sus hijos.

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Imágenes cedidas por Proscojoncio, Álvaro Ballén Pozo y Gerardo Tecé