¿A qué huelen los bits? Tecnología y olfato caminan de la mano hacia el futuro
Gracias a la tecnología, podemos ver las imágenes de los lugares más recónditos del mundo (y crear un mapa del mundo entre todos), escuchar los sonidos de todo el planeta (incluso consiguiendo que las personas sordas puedan volver a oír) y, últimamente, las máquinas también pueden comprender cómo nos sentimos. Pero, ¿qué sabe la tecnología del aroma del café que desayunamos, del aire fresco que entra por nuestra ventana por la mañana, del hedor de una alcantarilla o de nuestro propio perfume corporal?
Hace un año, Google celebraba el 'April Fool's Day' (algo así como el Día de los Inocentes anglosajón) con el lanzamiento de una nueva plataforma: Google Nose, que prometía “la mejor experiencia olfativa”. En realidad se trataba de un 'fake': Google ironizaba con la posibilidad de oler, a través de la pantalla, las tumbas de Egipto o un nuevo coche. Una broma que encierra un mínimo de realidad: el deseo de muchas empresas por desarrollar la tecnología olfativa. Oler es creer, como rezaba el vídeo de Google Nose.
DIME CÓMO HUELES Y TE DIRÉ QUIÉN ERES
Ya conocíamos técnicas biométricas por reconocimiento facial, de iris o de huellas dactilares, pero apenas se han desarrollado investigaciones en relación con el olor que desprendemos. El grupo de Biometría, Bioseñales y Seguridad (GB2S) de la Universidad Politécnica de Madrid, en colaboración con la Sociedad Europea de Análisis Diferencial de Movilidad (SEADM), se han convertido en pioneros al desarrollar un nuevo identificador biométrico: el olor de nuestra mano.
“El olor está formado por aquellas moléculas que son volátiles, que se pueden evaporar a temperatura ambiente”, explica Gonzalo Bailador, investigador de la Universidad Politécnica de Madrid en el Centro de Domótica Integral, “y si los perros pueden ya identificar a las personas o detectar bombas a través del olor, ¿por qué nosotros no podemos hacerlo con máquinas?”
Todos llevamos una fragancia distinta y única impregnada en nuestra piel. Arturo Álvaro Carballido, responsable del equipo de I+D de SEADM, explica a HojaDeRouter.com que cada persona que participó en el estudio tenía un patrón olfativo diferente. “Aunque también hay muchos elementos comunes entre las diferentes personas y hay elementos de confusión, como por ejemplo, nuestra propia alimentación. Si has tomado café, afecta a tu olor y a tu aliento: la cafeína puede detectarse”.
Pero, ¿cómo nuestro olor puede convertirse en información que pueda ser analizada y que nos identifique? Se consigue a través de dos sistemas: espectrometría de masas y análisis diferencial de movilidad. Vayamos por partes.
La primera tarea es la de pasar el olor físico a datos. De eso se ha encargado SEADM que, desde su nacimiento en 2005, desarrolla técnicas de detección del olor. “Usamos un 'desorbedor' de manos, es decir, un sistema que libera los volátiles de la mano”, nos explica Arturo Álvaro. Gonzalo Bailador añade que los mejores olores para discriminar a personas son los de las axilas, pero al ser una técnica invasiva se eligió la mano para que fuera más cómodo para el usuario.
Después, un espectrómetro de masas comercial - que SEADM ha modificado para analizar no solo muestras líquidas, sino también el olor - analiza los datos. Puede llegar a analizar 10.000 masas de moléculas, “las moléculas se introducen en el equipo y son ionizadas. Somos capaces de ver una señal en la masa correspondiente a cada molécula”, nos explica Arturo Álvaro, investigador de la compañía. Un potente equipo con un coste elevado: un espectrómetro puede costar entre 300.000 y 500.000 euros.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid se han encargado después de analizar esos datos, utilizando técnicas de reconocimiento de patrones. Estudiaron el olor de las manos de 13 personas durante 28 días. “Analizamos compuestos y relaciones entre compuestos que aparecían todos los días, que permanecían constantes y que eran distintos en cada persona identificando el peso y la cantidad de iones de cada molécula”, nos explica Bailador.
Los resultados de la investigación fueron positivos: comprobaron que podían identificar a cada persona por su olor con una tasa de acierto del 85%. ¿Y para qué podría utilizarse? El objetivo sería emplear esta técnica como sistema de reconocimiento en los aeropuertos, según nos explica el investigador, que añade que es una tecnología que todavía está en pañales. “Aunque la huella dactilar tiene mucha seguridad, sí hemos descubierto que es difícil engañar con el olor, ya que hay unos patrones que se mantienen constantes”.
La tecnología que SEADM tiene más desarrollada es la detección de olores de los explosivos, que funciona de una forma similar a la del olor corporal. “Si quieres enviar un ordenador al extranjero, es común que el camión o avión en el que se transporta sea analizado para garantizar que no contiene explosivos. Existen diferentes técnicas como rayos X o perros entrenados. Hay que analizar que ese camión no contenga explosivos, y en ocasiones se utiliza un sistema similar al nuestro: un aspirador que absorbe y retiene el olor en un filtro de material absorbente, que posteriormente los perros identifican”, detalla Arturo Álvaro.
Con su sistema, esta operación se podría hacer de forma automática y con una sensibilidad mayor que la de los perros entrenados para esta tarea.
OLOR Y ALIENTO PARA RECONOCER ENFERMEDADES
SEADM y la Universidad Politécnica de Madrid también están trabajando en otras técnicas que no solo pueden servir para la identificación de personas, sino también para la detección de enfermedades. En colaboración con la Asociación Española contra el Cáncer, están investigando cómo el aliento puede servir para el diagnóstico precoz del cáncer colorrectal, la segunda causa de mortalidad por cáncer en España. La AECC ha confirmado que se trata de una investigación muy importante, aunque a día de hoy aún no hay datos que avalen el éxito del proyecto.
No es la única enfermedad que estos investigadores están tratando de identificar a través del olor: también trabajan en la detección de enfermedades como la leucemia a través del olor de la sangre.
¿QUIERES QUE TE MANDE EL OLOR DE MI CAFÉ?
En 2012, IBM anunció que en 5 años los ordenadores estarían preparados para los cinco sentidos gracias a la computación cognitiva. ¿Estará la multinacional esperando a 2017 para anunciar el ordenador olfativo?
De momento, el investigador de IBM Kush R. Varshney y su hermano Lav han publicado un estudio sobre un sistema que permitiría procesar las señales de los olores y conseguir el 'olor blanco', un olor neutro. Si el color blanco es la suma de todos los colores, el 'olor blanco' es el generado por estímulos de igual intensidad distribuidos en el espacio físico-químico. Vamos, el olor que no huele.
Los investigadores creen que se podría utilizar para llevar la esteganografía a los alimentos: ya han realizado un primer acercamiento para ocultar olores en la comida, modificando así la percepción del sabor. También se podría usar, según los autores de este estudio, para la mejora de la calidad de los olores en edificios, coches o aviones cancelando los malos olores, e incluso para mejor la experiencia de la realidad virtual.
También ha habido varias tentativas de que el olor esté presente en nuestros móviles. Scentee es una de ellas. Se trata de un dispositivo japonés que cuesta 16 euros y que se conecta con la salida de auriculares de nuestro 'smartphone'. A través de su 'app', se puede seleccionar entre un escaso número de fragancias predefinidas y utilizarlas como notificación de Facebook, como aviso de que nos ha llegado un correo electrónico o como despertador.
Más complejo es el oPhone, una creación del profesor en la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de Harvard David Edwards y una de sus estudiantes, Rachel Field, que nació en un centro de arte y diseño de París. El oPhone sí permite enviar mensajes con olor a través de correo electrónico o WhatshApp, y la paleta de olores es mucho más extensa. Eso sí, para poder recibirlos hace falta un extraño artilugio que no se puede llevar precisamente en la mochila.
En junio ya mandaron el primer mensaje oloroso de Nueva York a París a través de este sistema, y el objetivo de esta compañía es comercializar el aparato: a principios de 2015, lanzar el oPhone (aunque su campaña en la plataforma de 'crowfunding' Indiegogo no consiguió toda la recaudación que esperaban); y en 2016, lanzar un modelo más pequeño que se pueda llevar en el bolsillo.
David Edwards nos explica que, por el momento, es difícil mandar el olor que estamos percibiendo en tiempo real porque “es difícil analizar el aire y deducir la composición de sus elementos”. Sin embargo, nos confirma que están “trabajando en algunas ideas” y que, además, se han planteado que el oPhone se use para estudiar la pérdida de memoria, el estrés y las depresiones. “Los aromas evocan reacciones psicológicas”, nos explica, “pero se necesitará probar clínicamente los protocolos que se usarán para influir en esas condiciones médicas”.
¿Podremos llegar en algún momento a recibir vía WhatsApp los olores que realmente está olfateando el emisor en ese mismo momento? ¿Tendremos que retorcernos de envidia al sentir en nuestras fosas nasales el olor de la sal de las exóticas playas que invaden los perfiles más egocéntricos de Facebook? Parece que aún habrá que esperar.
APAGUEN LAS LUCES... Y HUELAN
¿Quién no hubiera querido oler las cenizas del Monte del Destino en Mordor? ¿Cuáles son las pestilencias del espacio que nos hemos perdido en 'Gravity'? La idea de aunar cine, tecnología y olor viene de lejos. De hecho, en los años 50, el investigador Hans Laube desarrolló el sistema Smell-O-Vision, que se utilizó por primera vez con la película 'Scent of Mystery' en 1960. El estreno tuvo lugar en Nueva York, Los Ángeles y Chicago. Los espectadores podían oler el pan recién cocinado, el vino o el tabaco a la vez que aparecían en pantalla. Un total de 30 olores se dispersaban por la sala.
Pero no fue precisamente un éxito. Los espectadores se quejaron del fuerte ruido de las rejillas de ventilación que dispersaban los olores. Las fragancias llegaban demasiado tarde y gran parte del público ni siquiera las percibió. Smell-O-Vision fue uno de tantos inventos fracasados.
Décadas después, investigadores de la Universidad de Tokio han creado la 'smelling screen' (la pantalla olfativa). Ya han desarrollado un primer prototipo. Las rejillas que expulsan el olor están situadas en las cuatro esquinas de la pantalla LCD: los flujos de aire se desvían y chocan entre sí, y finalmente se dirigen hacia el espectador. De momento, puede generar solo un olor a la vez.
Haruka Matsukura, que ha liderado este proyecto de investigación, nos ha contado que esperan lanzar la primera pantalla olfativa en cinco años. “Creo que la primera versión comercial será utilizada por los departamentos de 'marketing' para anunciar productos en las tiendas”, nos explica esta investigadora.
Sin embargo, Matsukura admite que las televisiones olfativas no van a llegar a nuestras casas en un futuro próximo. “Podemos modificar el sistema para que mantenga distintos perfumes líquidos y se puedan generar cuatro o cinco olores, pero aún hay muchas dificultades para que una televisión pueda generar diferentes olores en diferentes escenas”.
Aún queda mucho por hacer en materia de tecnología y olores. “Todo depende del interés que haya en ello, si surge un interés enorme en la detección de explosivos, en la identificación de personas o en otras tecnologías”, concluye el investigador Arturo Álvaro. “Creo que vamos a extender a todo el mundo una nueva dimensión en las comunicaciones globales”, sentencia enigmáticamente David Edwards.
Por el momento, tendremos que seguir dejando volar nuestra imaginación olfativa cuando nos toque ver un anuncio de colonias. La tecnología aún tiene mucho que decir sobre nuestras narices.
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Las imágenes de este reportaje son propiedad de Dennis Wong, SEADM, oNotes y Haruka Matsukura