Hace ya casi cuatro años que desapareció, pero su recuerdo permanece. Steve Jobs es una de las figuras más importantes de la historia reciente de la tecnología. Ahora ha llegado el momento de que los más pequeños de la casa también conozcan su trayectoria, pero no solo la del hombre que capitaneó Pixar y Apple, sino también aspectos de su vida menos conocidos como su condición de adoptado o el tiempo que se alimentó con una dieta solo a base de zanahorias.
Para contar todas estas historias, la ilustradora infantil Jessie Hartland se documentó, dibujó y escribió durante dos largos años 'Steve Jobs. La biografía ilustrada', que ahora publica en español la editorial Espasa. Esta especie de biografía en forma de cómic, dibujada con gran ingenio y creatividad, recorre toda la vida de Jobs, desde su adopción hasta los logros alcanzados durante su segunda etapa en Apple: los éxitos del iPod, el iPhone y el iPad.
Cuando Jobs falleció y su nombre se leía en todos los medios, Jessie se sintió atraída por la historia de un hombre en la que se mezclaba el empresario que había llevado a su compañía a ser la más valiosa del mundo con la persona de pasado rebelde que, hastiada, había abandonado la universidad en el primer semestre y había viajado por la India para descubir qué hacer con su vida. “¿Cómo pudo dar tantos saltos, mirar al futuro e imaginar lo que la gente iba a querer?”, se pregunta. Tras terminar otra biografía ilustrada (sobre Julia Child, la cocinera a la que interpretó en el cine Meryl Streep) y recibir el sí entusiasta de sus editores, la autora se puso manos a la obra.
El mundo de la tecnología no es ajeno para esta artista. Allá por 1981, cuando todavía estudiaba en la escuela de arte, la contrató una pequeña empresa de ordenadores de Boston para crear un lenguaje de programación para niños (ella se ocuparía de la parte estética). Aunque el proyecto no llegó a buen puerto y ella se trasladó más tarde a Nueva York, alejándose del sector, treinta años después todavía recordaba “el entusiasmo” de sus trabajadores y la ilusión por ese mercado en el que Apple y otras empresas comenzaba a despuntar.
El proceso de documentación, tal y como lo cuenta Jessie, fue arduo. Leyó todo lo que se cruzó por su camino. Tras ello, viajó a California y alquiló un coche, que paró en lugares tan emblemáticos como el Museo de Historia del Ordenador de Mountain View, donde vio el Apple1; Los Altos, donde nació Apple, o la casa de Palo Alto en la que Steve Jobs pasó el final de su vida.
También visitó los estudios de animación de Pixar en Emeryville. Para seguir inspirándose, condujo por la bahía de San Francisco y El Camino Real, la carretera que cruza muchas ciudades de Silicon Valley. Un viaje que ahora se ha condensado en un libro de más de 200 páginas, que incluyen una bibliografía y notas para los más curiosos y que ha sido vendido para su traducción en doce idiomas.
El proceso de creación le llevó dos años y medio, mientras trabajaba en otros proyectos. Todo está hecho a mano, los dibujos y los textos, con tinta china y 24 lápices negros prismacolor. ¿Por qué optó por el blanco y negro para contar esta historia? “Simplemente, me parecía lo más adecuado”, explica.
Comiendo zanahorias
A pesar de ser una historia para niños, no obvia algunos de los pasajes más tristes u oscuros de la vida de Jobs, como su despido de Apple, su adopción o su enfermedad. “Fue triste hablar sobre su expulsión de Apple”, dice Jessie, “pero la experiencia lo hizo más fuerte”. Tal y como recuerda la ilustradora, tiempo después regresó y llevó a la compañía a sus triunfos más grandes.
Estos pasajes se alternan con otros más curiosos o divertidos, como la obsesión por comer zanahorias que experimentó Jobs durante su juventud y por la que, al parecer, la piel se le tiñó de naranja. También, su rebeldía de joven, que lo llevó a abandonar la universidad en el primer semestre. En medio de toda esta historia también aparecen grandes personajes secundarios, como Steve Wozniak, el cofundador de Apple y compañero de fatigas de Jobs.
Los niños que lo lean pueden incluso sentirse identificados con él: hizo travesuras en la escuela, hubo un tiempo en que no se quiso bañar, le encantaba hacer trabajos de bricolaje con su padre y tenía un descaro solo propio de un niño. Con solo 12 años, quiso construir un medidor de frecuencias, pero le faltaban piezas. Ni corto ni perezoso, llamó a Bill Hewlett, su vecino y cofundador de Hewlett-Packard, para que le diera las que necesitaba. Cuando llegó el verano, Hewlett le ofreció un trabajo temporal.
Aunque para trastada, la del primer trabajo que Wozniak y Jobs desempeñaron, en 1971: crearon marcadores falsos de llamadas a larga distancia ('blueboxes') para engañar a las compañías de telecomunicaciones y realizar llamadas más baratas. Tiempo más tarde afirmaron haber ganado hasta 6.000 dólares con esta práctica, conocida como 'phreaking'. Wozniak, un conocido bromista, contó que llamó al papa y le dijo que era Henry Kissinger, entonces secretario de Estado de Estados Unidos. El pontífice, siempre según el relato del cofundador de Apple, estaba durmiendo en ese momento y no se puso al teléfono.
No será el único libro sobre históricos de la informática que Jessie publique. Actualmente, se encuentra en proceso de documentación sobre Ada Lovelace, que se convirtió en la primera programadora de la historia a mediados del siglo XIX. Además, pronto viajará a Italia y Francia para documentarse sobre perros rastreadores de trufas. Un cambio de tercio singular, sí. Mientras tanto, su obra sobre Jobs aterriza en España para deleite de los 'fanboys' y sus hijos.
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Las imágenes que aparecen en este artículo son propiedad de Espasa e Isabelle Dervaux